Por: Perimetral | Red Macollo
En los últimos treinta años México se ha convertido en uno de los principales paraísos industriales a nivel planetario.
Es decir, uno de los laboratorios más avanzados para el libre comercio y la desregulación.
Arguyendo la necesidad de atraer inversiones a toda costa para generar “desarrollo” y empleo, el Tratado de Libre Comercio de América del norte (TLCAN) o el Acuerdo entre la Unión Europea y México (TLCUEM), profundizan y sofistican un proceso de desvío de poder.
Así, se ha impuesto un régimen en el cual la ley ha permitido la autorregulación ambiental, social y laboral por parte de las empresas.
Gran parte del territorio mexicano ha sido sometido a una dinámica de densos corredores industriales interconectados entre sí.
Ahí han proliferado industrias de alto riesgo, actividades agroindustriales extensivas y operaciones extractivas.
Estas áreas coinciden con espacios urbanizados, sin que haya un seguimiento de los impactos sobre la salud de las poblaciones locales, convirtiéndose en lo que Víctor Manuel Toledo, ex – secretario de Medio Ambiente de México denominó “infiernos ambientales”.
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