En esta ocasión, Lulú Cano invita a la reflexión sobre el poco alentador pronóstico del cambio climático y la amenaza de epidemia que preocupa a las naciones del mundo.
Por: Lourdes Cano Vázquez.
Autlán de Navarro, Jalisco. 4 de marzo de 2020. (Letra Fría) Probablemente el texto de hoy tenga en sí mismo un tinte apocalíptico, pero no es más que un extracto de lo que ahora es nuestra vida cotidiana.
El planeta se quema; la selva del Amazonas, Australia durante meses; el Bosque de la Primavera unas cuantas veces cada año. Los polos se descongelan poco a poco, los glaciares pierden su esplendor y se fragmentan, los osos polares vagan por las ciudades buscando alimento desesperadamente, las morsas cometen actos suicidas obedeciendo al instinto.
Mientras, la sociedad vive una sobreexposición a sus vicios; gracias a la tecnología ahora podemos ver de lo que somos capaces, esa misma tecnología nos demuestra que somos animales racionales a veces y otras violentamente aberrantes.
Pero el 2020 es ya sinónimo de epidemia. A pesar de que el coronavirus tiene una tasa de mortalidad muy baja, nos demuestra lo vulnerables que somos ante la propagación de una enfermedad y también un dato interesante: mientras gran parte de la población en China permanece aislada o inactiva, los niveles de contaminación han disminuido dramáticamente.
Somos la enfermedad y el remedio, pero el instinto de conservación prevalece. Un año cálido viene y entonces estaremos aquí para presenciar el círculo vicioso del que somos parte, en el que entramos pero no podemos salir.
No intento con esto un tono fatalista, se trata simplemente de reflexionar al respecto y generar acciones pequeñas que hagan cambios, ante las circunstancias en las que vivimos no existe la política ni las posturas, somos todos o ninguno y estamos a tiempo.
LL/LL
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