Por: Lourdes Cano Vázquez.
La carta de renuncia de Carlos Urzúa es demoledora; no es sólo porque a 8 meses de un gobierno de 6 años se va la persona encargada del dinero del país, es principalmente por la forma en que se va.
«Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento…» dice el ahora ex secretario en un texto corto pero intenso, alarmante se podría decir, en muchos sentidos.
Se interpreta frustración por parte de Carlos Urzúa, discrepancias y muchas, hablan de varias ocasiones en que no fue escuchado, que su conocimiento no fue aplicado, que su palabra no valió nada; muchas veces en las que probablemente lo habló en lo privado con el presidente, y quizás en todas esas ocasiones ofuscado aún, pensó que no todo estaba perdido, hasta hoy.
Desafortunadamente, la carta es reveladora en muchos sentidos, porque a tan pocos meses de haber iniciado la gestión gubernamental, los motivos del exsecretario son poderosos; cierra de esta forma: «Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés…»
Las palabras conflicto de interés deben cimbrar fuerte en los oídos de un presidente, cuya consigna autoproclamada es la de acabar con la corrupción; qué grave es que dentro de su propio gabinete se esté señalando precisamente la corrupción.
No es el momento para que los opositores salgan a gritar –¡Se los dije!- es absurdo hacer escarnio, cuando en el mismo barco estamos todos; sin embargo, no deja de ser por lo menos perturbadora una renuncia como ésta y por las razones que se dio, esa carta dice mucho más entre líneas, son llamados de atención que ojalá sean escuchados. El primer paso para resolver cualquier problema es la aceptación del mismo.