Por: Oswaldo Ramos
San Gabriel, Jalisco. 02 de junio de 2020. (Letra Fría) Ha transcurrido ya un año y San Gabriel apenas levanta el vuelo para ser lo que éramos. La tranquilidad se nos fue de las manos de un día a otro y aún estamos en espera de recuperarla. La voracidad de unos cuantos ocasionó el peor desastre en nuestra historia, el río Salsipuedes se desbordó llevándose la vida de personas y el patrimonio de decenas de familias.
La palizada y el alud de lodo prácticamente taparon las principales calles del pueblo, lo más sorprendente; ni una sola gota de agua había caído. El pasado dos de junio vino a desmenuzar la fragilidad institucional de nuestros gobiernos, ya que la corrupción y la complicidad fue lo que ocasionó el desastre. Meses antes de la tragedia, los incendios en la media luna, en la sierra de Apango, advertían que algo malo estaba sucediendo, sin embargo, nada se hizo en cuanto a la causa que originó estos incendios.
Lo ocurrido ha significado que las y los gabrielenses hayamos demostrado lo mejor: La solidaridad se hizo presente, decenas de personas inmediatamente se organizaron para buscar a las personas que la corriente del río se había llevado, para limpiar las calles, para brindar hogar a los que lo habían perdido, fue de esta forma como comenzó inmediatamente el camino a lo que éramos: un pueblo en paz, acogedor y solidario.
Escribo con la ilusión de que nunca más haya un dos de junio para San Gabriel, y mucho menos para otro poblado. La lección debe ser para los gobernantes de todos los niveles, porque no bastan las buenas intenciones, pues no es suficiente el derroche de recursos económicos si éstos no atienden a las causas que originan los problemas. Nuestros bosques no pueden seguir siendo objeto de rapiña, la destrucción de estos ecosistemas trae grandes consecuencias, que por desgracia hace un año pudimos atestiguar.
La complicidad institucional que existe ante el extractivismo debe desaparecer, el equilibrio ambiental es urgente y la lección que debemos aprender es clara: Nunca más el interés económico debe anteponerse al de las personas.
Escribo esta columna con respeto y en honor de las víctimas, también por las familias que perdieron todo, por las y los jóvenes que se organizaron en brigadas para contribuir en las labores de rescate y a los municipios vecinos que dieron lo mejor para que nada nos faltara.
¡Muchas gracias!
MA/MA
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