Encuentros | Y entonces, ¿todo está mal?

Por: Oswi Ramos y Javier Medina

Guadalajara, Jalisco. 30 de junio de 2020. (Letra Fría) Hablar de política e involucrarse activamente en temas de agenda pública, es algo que de manera habitual divide opiniones y por nuestras diversas formas de pensar, de manera natural dificulta la generación de consensos. Eso es sano y natural pues son debates que necesariamente deben darse y que incluso, fortalecen nuestra democracia, pero lo que estamos viviendo en estos días es una polarización que sale desde el gobierno y esto viene a cambiar toda la dinámica.

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Desde que asumieron sus encargos, los enfoques estaban claros, al menos en la teoría.

En Jalisco, se ondeaba la bandera de la Refundación que prometía terminar con las instituciones disfuncionales y corruptas presentes en el estado, en tanto que el gobierno federal, bajo la promesa de la Cuarta Transformación, terminaría con las políticas neoliberales y de cúpulas que predominaban en el país. Lo que tenemos al momento en ambos casos, son promesas diluidas y contextos que invitan a la confrontación cuando se les cuestiona, un “estás conmigo o estás contra mí” y eso, termina por dejar en segundo plano las demandas sociales y las agendas de gobierno enfocadas en la solución de los problemas que nos aquejan todos los días.

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Mientras que el Presidente de la República asegura que “La familia es la institución de seguridad social más importante que existe”, en Jalisco los abusos de poder, la imposición y los gastos excesivos en comunicación son la manera de hacer gobierno.

La fórmula no ha cambiado mucho y a estas alturas, sostener y defender la idea de la Refundación es una idea, cuando menos, ociosa.

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La política representa conflicto, por lo tanto, es fundamental construir espacios de diálogo y lo más importante: encontrar soluciones. En México pareciera que no hay un correcto entendimiento de lo anterior, vemos que la Refundación y la Cuarta Transformación no son lo que prometieron. Los choques mediáticos entre AMLO y Alfaro han abonado para  que en estos momentos haya dos mundos o visiones de gobierno, significando una dispuesta entre buenos y malos. Que haya discrepancia no es malo, lo que no es correcto es que suban a lo mediático y político temas esenciales para que las personas tengamos paz y estado de bienestar. 

El cesarismo pareciera una tendencia a nivel internacional; en muchos países se ha dejado de lado la propuesta programática de las y los candidatos y su equipo de trabajo, dando paso a la idea de un solo hombre, generando un notorio debilitamiento de las instituciones, pero algo más grave: los espacios legislativos se postran sobre la idea de un solo hombre para muestra un botón; en Jalisco de forma unilateral los “representantes” votaron modificaciones a la ley electoral o lo peor; inauguraron la reforma al poder judicial de la peor forma o mejor dicho, a la vieja usanza. 

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Por lo anterior, urge amortiguar las propuestas de la sociedad civil para contraponer la tendencia a centralizar las decisiones públicas en manos de una persona, el cesarismo implica desacato al ideal democrático, y por lo tanto, el debilitamiento de nuestras instituciones. 2021 significa un momento coyuntural, debido a que las y los electores tendremos la oportunidad de avalar o rechazar las formas de gobierno de dos personas que pareciera han hecho lo suficiente para dividir  a Jalisco. Es momento de demostrar que no todo está perdido, además dignifiquemos el trabajo de millones de personas que anhelan un estado democrático auténtico y no simulado. 

Debemos procurar impulsar ideas integrales, que inviten al diálogo, y salgan completamente de la narrativa de una sola personas, Jalisco y México exigen nuevas rutas, en donde la política signifique la posibilidad de diálogo y verdadera transformación. No basta con discursos, lo suficiente es básicamente darle voz a toda la pluralidad. 

Pero entonces, en este contexto. ¿Qué nos queda? Sin duda, el primer paso está en gobiernos que sepan asumir sus funciones con toda la responsabilidad que eso implica. Mantenerse en el poder a través de la denostación y la descalificación, posterga la generación de soluciones. En nuestro estado las realidades y los contextos son amplios y es desde ahí que se deben fijar rumbos de partida. Apostar de manera integral por la reducción de desigualdades, el respaldo al campo, el acceso a la justicia y los servicios de salud, construir entornos seguros y atender las problemáticas ambientales, son algunas de las agendas que como población nos mueven y es justo lo que le corresponde hacer a los gobiernos en su papel de representación.

Es preciso dar un viraje en el que tengamos gobiernos abiertos en esencia y en la práctica, no solo en el discurso. Que se preocupen por el adecuado uso de los recursos públicos, el bienestar de las personas, el mejoramiento de los servicios y el fortalecimiento de las capacidades institucionales. Las personas cada vez están más informadas y desde sus espacios existen propuestas e ideas que necesitan ser escuchadas. La apuesta debe pasar por el diálogo, la transparencia y los consensos. La  imposición y la opacidad no han funcionado, además, no es lo que nos merecemos. Existen alternativas y están al alcance.

MA/MA

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