Por: Carlos Efrén Rangel
Autlán de Navarro, Jalisco. 05 de abril de 2022. (Letra Fría) El estruendo de la cachetada nos sacó a todos de la modorra; a media ceremonia de honores, con toda la escuela en silencio y posición de firmes, mi alumno Will se encaminó hacia su compañero Cristian, quien en el micrófono dirigía el juramento a la bandera y en cuanto lo tuvo en posición le soltó un derechazo que casi le disloca la quijada: “¡No vuelvas a hablar de mi novia!” y retomó su lugar en la fila, como si nada hubiera pasado.
Debo decir que los profesores nos tardamos en reaccionar, porque además Cristian terminó su discurso a pesar del cachete y el ojo enrojecido. Hasta el final de la ceremonia llevamos a Will a la dirección para hablar con él, estaba tranquilo, sonriendo incluso: “ustedes me van a castigar, pero toda la escuela aplaudirá que defendí a mi chica”, quizá tenía razón en que recibiría el apoyo mayoritario, es un morro bien parecido, bueno para jugar futbol y toca la guitarra, es el estudiante más popular de la escuela.
Pasados unos minutos nos compartió que la razón de su agresión, fue que Cristian utilizó las redes sociales para burlarse de su novia y que ella estaba muy triste: “le quiero demostrar que yo la voy a proteger”. Encontramos la publicación y efectivamente, un meme se burlaba del pelo de la niña, sentenciando el final de la amistad entre dos antiguos compadres.
Así que el reglamento se aplicó: a los papás de Will se les pidió optar entre un cambio de turno o un traslado de escuela, eligieron la segunda alternativa. El expediente argumentó que la sanción fue por agredir físicamente a un compañero en un acto público, con algunos reportes previos por burlarse del pelo de otros estudiantes, curiosamente. A Cristian, por sus chistes a costa de la novia de Will, se le recetó una suspensión de una semana.
Los primeros días ocurrió lo que Will anticipó, numerosos estudiantes confrontaron a los profes: “el castigo fue injusto, él solo defendió a los suyos” y otras decían: “un príncipe que me rescate, como Will defendió a su novia”. Afortunadamente la euforia se desvaneció cuando supimos que en un torneo de futbol entre escuelas nos enfrentaremos a un equipo que siempre nos ha goleado, pero confiamos en esta vez, sí salir victoriosos.
Estimado lector: los primeros cinco párrafos de esta columna son un ejercicio que tuve qué hacer para entender el escandaloso hecho que protagonizó el actor Will Smith en la entrega de los premios Óscar. Lo hice, por la gran atención que mereció entre mis estudiantes, y como la enseñanza situada, es decir articulada al contexto, es una condición indispensable para que la formación ocurra, debí construir primero una postura y a partir de ahí, hacer del hecho una experiencia de aprendizaje.
Así que imaginé una situación parecida, y en mi mente apareció lo que amablemente usted leyó al principio de la columna. Al actor lo justificamos por su fama, su retórica evocadora de heroísmo, pero el mismo acto, en otros espacios, no es más que la vulgar bravuconada de un violento agresor, actitudes que nos laceran socialmente y que hacemos todo por desterrar.
Hay un aprendizaje esperado de la asignatura Formación Cívica y Ética que es congruente con el hecho: “Promueve la postura no violenta ante los conflictos como un estilo de vida en las relaciones interpersonales y en la lucha social y política” (SEP, 2017), y ese fue el norte que adopté: propuse experiencias para reflexionar alternativas a la cachetada, practicando el diálogo, reforzando competencias que permitan usar el lenguaje para dirimir diferencias, pues si todos seguimos repartiendo derechazos, si todas premian a un violento agresor con aplausos y admiración, la cultura de la violencia, seguirá marcando el rumbo de nuestra vida y de nuestras muertes.
MA/MA
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