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Agroecología: Desobediencia y huertocracia desde las familias rurales

Rodolfo González Figueroa, nos comparte que los huertos familiares son una de tantas esperanzas y multicaminos que nos conducen a materializar un buen vivir y mejorar las condiciones del mundo. "Con alegría, muchas familias regeneran ámbitos de comunidad y crean entornos reverdecidos y diversificados".

Foto: Cortesía Rodolfo González.

La agroecología no solo es la fuerza de reacción comunitaria frente al capital, sino, como bien menciona Omar Felipe Giraldo, un movimiento social con una propuesta concreta en cuyo contenido prefigura un modelo civilizatorio diferente, disruptor, creativo y antagónico al imperante.

Su ánimo transformador, rechaza a este modelo suicida, monocultural y enfermizo, lo hace mediante impulsos transformadores inspirados en los multi saberes locales, surgidos en lo sencillo, en lo común y colectivo.

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Millones de personas en el mundo evitan la resignación de sucumbir ante el océano de muerte engendrado por el actual régimen alimentario ecocida y con pequeñas y simple acciones reconfiguran modelos ultralocales de alimentarse, de sembrar y reconstruir sus dinámicas familiares y comunitarias, así como la relación persona-naturaleza”.

Con alegría, muchas familias regeneran ámbitos de comunidad y crean entornos reverdecidos y diversificados. Levantan lozas de cemento, quitan piedras y siembran un huerto.

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Foto: Cortesía Rodolfo González.

«Nos gusta mucho la agroecología»

Mujeres con sus hijos se apropian de un lote baldío, de un espacio yermo, de alguna área gris en su pueblo o comunidad y la embellecen con semillas que hacen germinar a la imaginación que, al mismo tiempo, despierta la certeza en el pensamiento de que se pueden crear otras formas de estar y convivir en el mundo.

Nos gusta mucho la agroecología porque, comparto con Giraldo, nos permite soñar. “Por su capacidad de desplegar la imaginación de una vida más deseable y aplicable en términos más o menos precisos”. “Por ser capaz de liberar la ensoñación de la prisión de las certezas capitalistas y suscitar mundos distintos, lógicas inversas, acciones disruptivas, cohesión social”.

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Su virtud reside en que no infunde sueños ilusorios que se disipan en el horizonte, sino utopías que se traen al presente con acciones específicas, con rebeldías y “desobediencias territorializadas” por los pueblos en sus espacios de existencia.

Gracias a la agroecología multitudes, en distintos rincones del planeta, están fugándose de los grilletes de la realidad existente, creando con sus esfuerzos colectivos otras imágenes de posibilidad, evocando otras alternativas de habitar, de un modo más convivencial, más acorde con los ciclos de la tierra”, asevera Giraldo.

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Foto: Cortesía Rodolfo González.

La importancia de la desobediencia en la agroecología

Desobediencias territorializadas, una potente y agrietadora frase y es que sí, justo eso; clavar el pico entre piedras compactadas y hacer que la tierra respire para depositar algunas semillas en ella es ser desobediente ante el paradigma civilizatorio imperante que ordena “engrisar” los paisajes verdes.

Entre más desobediencia más diversificación. –“Mi esposo quería echar cemento en el patio para que este parejo, pero yo no quise”, comparte Celestina.

Ella desobedeció y ahora, el resultado de desobedecer es que tiene dos espacios de huerto donde crecen apio, pepino, rábano, calabacita, plantas medicinales y un par de pequeños riegan los huertos. Interesante, además, sembró un huerto y ahora las vecinas vienen mas seguido a visitarla, también cosechó comunidad. Por desobediente.

Luisa vende comida tradicional en su comunidad, su esposo le planto dos árboles llamados localmente como “arcoíris”. Ella quería frutales, para cosechar comida, pero el viejo trajo y plantó esos. Ahora, aprovechando que el suelo quedó flojo y antes que su esposo le echara cemento con ladrillo a los cajetes, ella pensó que sería mejor echarles mucha composta y sembrar plantas medicinales y hortaliza. Y así fue.

Donde la orden patriarcal ordenaba monocultivo y cemento, la desobediencia indujo a composta, medicinales y hortalizas. Cajetes diversos creciendo bajo la imposición ornato machista. Luisa a la vanguardia social con agroecología.

Foto: Cortesía Rodolfo González.

Agroecología y los procesos

Margarita tiene un lote, donde hace mucho el DIF bajo un proyecto de huevos y gallinas, le apoyó con un gallinero y unas cuantas gallinas. Su esposo decía: -¿para qué quieres eso? Tendrás más chamba.

Años después Margarita sigue produciendo su propio huevo orgánico, aprovecha los residuos de cocina para que coman las gallinas, de vez en cuándo se cocina un caldo de pollo y la gallinaza la va guardando para ponérsela a sus plantas de ornato y medicinales, así como a los frutales que, por indicación de ella su esposo plantó en el contorno de la parcela de caña. 

Fernando, es su esposo, dueño de 6 hectáreas cultivadas convencionalmente con caña que vende al Ingenio. El no estaba de acuerdo en que Margarita tuviera un huerto. Pero ella quería aprovechar un espacio no cultivado a un lado del gallinero así que, con algo de temor evidente, ella aceptó que fuésemos a construir su huerto y, junto con la ayuda de cuatro estudiantes del ITESO que nos apoyan en el proceso agroecológico en El Limón, Jalisco, construimos tres camas preparadas con un super sustrato (composta, fibra de maguey, ceniza, leonardita, carbón, silicio, mierda de gallina y cascarón de huevo triturado) y perimetradas con ladrillos.

A Margarita le encantó el diseño. Le compartí unas pocas plántulas de pepino, cebolla y brócoli que aún tenia de las que germiné en mis charolas. Las cuales no trasplantó en ese momento debido a su apuro por ir a recolectar tamarindos antes de que la noche cayera.

La acompañamos para ayudar y constatamos que sí, entorno a la parcela crecen dos variedades de tamarindo, dos de mango, níspero, ciruelos, palmas de coco, aguacates criollos, nances, cítricos y pitayos.

Árboles que ella plantó hace 8 años, pues su esposo había eliminado todos los árboles nativos porque “estorbaban”. -“¿Cómo no le estorba ahora comerse los mangos, pitayas, aguacates… que nos dan los árboles? Pregunta, irónicamente, doña Margarita.

Foto: Cortesía Rodolfo González.

¿Y el agua?

¡Casi no hay agua!, ¡Hay muy poca agua!, ¡Nos tienen limitada el agua! Son frases comunes en estos días en la comunidad. Esta semana yo proyecté tener 4 huertos nuevos y solo fueron dos. Debido a que las jefas de familia argumentan que si, efectivamente, hay poca agua en la red pública, la están “echando” cada tres días.

Y los encargados están vigilando que se uso exclusivamente para el uso doméstico y no se “desprecie” regando plantas. Por ejemplo, con Mayra, mamá de dos niñas de la primaria, no fue posible hacer el huerto, debido a que prefiere esperarse a que llueva, no me vayan a multar, menciona.

Y eso que ella ya tiene semillas, composta, el espacio limpio y ganas. No hay agua para huertos familiares. Pero, a 3 kilómetros una empresa china siembra 60 hectáreas de vegetales orientales y no parece que les falte agua. Es extraño

Otra desobediente es doña Ibeth, que quiere enverdecer su patio. Ella desde cuanto dice que se anotó en las listas para el huerto. Pero la verdad yo no la tenía registrada. Previa reunión con la compañera Liz para organizar su intervención y nuestra colaboración en la construcción de más huertos familiares, fuimos a visitarla. Tiene un patio amplio y pelón. Le urge un huerto para que sus hijos lo atiendan y también para obtener algo alimento sano para la familia.

Cultivos

Le compartimos composta y acordamos que ella junto con sus hijos estarán aflojando el suelo para que nosotros volvamos esta semana para entre todos construir su huerto. Ibeth, reutiliza el agua de su lavadora para regar algunas pocas plantas y humedecer su patio pelón, de tal forma que no se levante polvo. También le interesa comenzar un huerto colgante-vertical. Para estas horas del día, la compañera Liz debe estar con Ibeth, haciendo el huerto con la composta que le dejamos la semana pasada.

Sí, Liz me acaba de informar que ya sembraron tanto en las primeras líneas de huerto vertical tanto como en una pequeña cama de cultivo en el suelo. El patio ya no estará pelón, se nota un brillo diferente en la mirada de Ibeth, sus niños han sembrando y dejaron el celular en la sala, la dinámica familiar de ahora en adelante será otra.

Previo a visitar a Ibeth, llegamos a la casa la esposa de Juan (olvidé su nombre, ayuda Liz). Aquí hay un asunto especial; yo me puse de acuerdo con Juan para la construcción de su huerto familiar. El me dijo que le avisaría a su esposa y le diría en que espacio de su casa se podría construir.

Foto: Cortesía Rodolfo González.

Crear un huerto

Pues bien, llegamos a la casa de Juan en horas que él está fuera trabajando y pues la sorpresa fue que su esposa no sabía nada. Juan no le avisó ni le comentó nada. Por lo que dijo la esposa que ella no sabía y tampoco podía decidir donde hacer el huerto. Así que, habrá que esperar a que se ponga de acuerdo o le brote la desobediencia porque ella mencionó que, desde hace tiempo, tiene ganas de sembrar hortalizas en su casa.

Ah, pero antes todavía de eso, llegamos con Mayra. Bueno ella no estaba, sólo su mamá que no sabia que onda. Y bueno, Mayra quedó de levantar, acomodar y limpiar el cochinero que tenía en el área donde se construirá su huerto y pues no lo realizó.

Y nosotros tampoco nos íbamos a poner a barrerle y limpiar el desmadre ¿verdad? Le dijimos a la mamá de Mayra que por favor le diga que limpie el espacio por favor, y enseguida iremos a construir juntos el huerto. Sí, la esquina de ese patio usualmente utilizada para acumular residuos, pronto será un huerto.

Otra desobediente, doña Vanesa, en la tarde de la misa del buen temporal ella se anotó en la lista de familias que quieren tener huerto familiar. Le interesa tener un huerto, pero vertical, pegado a la pared. Liz agendó el día y la hora con ella y asistimos a construirlo juntos.

Crear

Liz se encargó del diseño, construcción y amarre de botellas, yo traje composta, hice el sustrato y fui a recolectar semillas que junto con la ayuda de la hija de Liz, limpiamos y clasificamos. Estas semillas fueron rábano, dos tipos de lechuga, girasol, brócoli y cilantro. Se lo colocaron 3 líneas verticales en una pared que poco a poco se va llenar de huerto colgante.

La señora sembró las semillas que le proporcionamos y quedo de poco a poco ir juntando más envases para irlos partiendo y crecer su huerto colgante. Ella además en su patio tiene diversidad de cítricos, mango, nance, aguacate y algo más que ya no me acuerdo. Las botellas que antes se llevaba el camión recolector de residuos para tirar en el basurero, ahora están colgadas en la pared con tierra fértil y semillas a punto de germinar.

Y más desobediente, Elvira de Jesús, vive en una especie de pequeña vecindad, vecina de Emiliana la delegada. Ella renta cuartos donde viven, prácticamente hacinadas, varias familias jornaleras migrantes. Es la casa que he visitado que con menos espacio cuenta.

Foto: Cortesía Rodolfo González.

Las semillas

Sin embargo, esto no es impedimento cuando el deseo y la imaginación no son limitados y la rebeldía personal se extiende hasta la rebeldía ecológica; muchas de sus plantas desafían los preceptos técnico-agronómicos y crecen desafiándoles no sólo a esos preceptos ortodoxos de laxa agronomía alienígena, sino que también hasta la propia ley de gravedad.

Plantas colgadas, entreveradas, unas enraizadas en el cemento y otras entretejidas con ellas mismas. Conviven plantas medicinales, hortalizas de las semillas que le compartí y plantas de ornato. Además, Elvira esta germinando cebolla, zanahoria y apio en una pequeña caja. Ya no le caben mas plantas, parece, pero ella me pidió conseguirle más semillas.

La rebeldía

Libres, reverdeciendo el gris escenario de hacinamiento, sueltas por todos lados, no como los perros amarrados que tiene, las plantas se desarrollan. Es una experiencia interesante. Y más, porque la planta más frondosa, además del aguilote, nance y mango que tienen a la entrada, es la de mariguana. Casi para ponerle un altar pues es sabido que esa planta sagrada cura muchos males y estimula los sueños tanto como la rebeldía.

A la vuelta de con Elvira, vive doña Martha y su familia. Ella, espera la lluvia para sembrar su huerto en un lote que su familia compró, donde ahora solo tienen un horno que utilizan de vez en cuando para hacer pan. Sin embargo, han aprovechado la fuga de agua que tiene la familia que vive enfrente.

Del techo, gotea recurrentemente agua que se fuga del tinaco. Ella, llenó una carretilla vieja de tierra y la puso justo debajo de donde cae el agua de esta fuga. Allí ahora crecen cilantro, cempasúchil, calabacita, epazote, sábila, pepino, huazontle y pipicha.

Ya no sólo sobre la carretilla también abajo y alrededor de ella. Es un huerto de dos metros cuadrados, que aprovecha el agua y con riego automático. Además, como la agroecología misma y la inherente resistencia y rebeldía de los pueblos indios, las plantas crecen amontonadas, rompiendo los lineamientos técnico-agronómicos y haciendo manifiesto y evidente que otras agriculturas son super posibles.

Foto: Cortesía Rodolfo González.

Los sueños y la agroecología

La agroecología nos emancipa de la desesperanza y nos pone a tono con un futuro anticipado que se trae al aquí y ahora, comparte Giraldo y continúa; la utopía agroecológica es creadora radical de esperanza, de imaginación; es artífice de sentido, lo que resulta esencial para estos tiempos aciagos.

En un mundo que se desbarata día tras día, en el que pareciese que nada puede hacerse, requerimos móviles de esperanza: hálitos esperanzadores que nos permitan juntarnos para imaginar otros devenires y abrir caminos para tejer nuestros sueños posibilistas mientras rechazamos someternos a este orden inicuo.

Los huertos familiares son una de tantas esperanzas y multicaminos que nos conducen a materializar un buen vivir y mejorar las condiciones del mundo. Los huertos de esta comunidad tan diversos y originales como su población, son la metáfora misma de las sociedades.

Huerto como lugar para defender la identidad rural a las que tantas balas dispara la globalización uniformizadora”, comparte el español y Hortelano Gustavo Duch; “El huerto que, a pequeña escala, imita y traslada los paisajes y cultivos para tantas personas a las que el colonialismo y el hurto les impide vivir en sus territorios, convirtiéndose en el mejor asidero para superar el duelo migratorio.

El huerto que, como Carl Honoré, desafía al culto a la velocidad en una loa a la lentitud y al silencio abriendo los cuerpos y la mente, cual semillas germinando, a otras dimensiones. El huerto como un torno de alfarero donde todo depende de la creatividad de tus manos”. Y desde luego, el huerto recolector de alimentos que, situado en la base de la soberanía alimentaria, inspiró aquello de “mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivarán pequeños huertos que alimentarán al mundo”.

Neocampesino de la nueva masculinidad, Ingeniero en Recursos Naturales y Agropecuarios (IRNA, por el Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara. Maestro en Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sostenible por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba (AGRUCO,) en Bolivia. Asesor, acompañante y tejedor de procesos agroecológicos desacademizados con perspectiva de género y descolonización epistémica.
Pedagogo popular, amo de casa con paternidad responsable, jornalero, peón de albañil y asistente técnico bioconstructor. Borracho, poeta y loco. Ocioso por el puro placer, intento de deportista. Estudiante de la especialidad en Soberanías Alimentarias y Gestión de Incidencia Local Estratégica. Fracasador constante exitóso en rebeldía.
Correo: rodorganico@hotmail.com

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