Marche Garciroja || Tierra color grana
Prefacio
Obras portentosas se encumbran alrededor del caos que pulula en la memoria colectiva, esa que recompone mágicamente el pasado, y cuyos recuerdos se remiten a la experiencia de una comunidad representada en parte por los monumentos que decide erigir. La bruma desciende por las colinas y la sombra del valle se delinea ante los primeros rayos del sol, un sol opaco, sofocado y resignado: “todo cambia, nada permanece”.
Del difuso tiempo recuperamos la palabra de mujeres escritoras que en sus textos manifiestan huellas, sentimientos, búsquedas, pesquisas y luchas. Mujeres valientes cuya obra en muchas ocasiones es ignorada. Rescatar sus voces es un acto de justicia y reconocimiento.
En consecuencia a este subversivo acto de visibilizar a las mujeres en la literatura la Biblioteca Nacional de España celebra el Día de la Escritoras, una iniciativa organizada en colaboración con la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE) y con la Asociación Clásicas y Modernas, con el objetivo de reivindicar la labor y el legado de las escritoras a lo largo de la historia.
Como en ediciones anteriores, la fecha elegida es el lunes más cercano a la festividad de Teresa de Jesús (1515-1582), que se conmemora el 15 de octubre. Santa Teresa de Jesús fue una monja, mística y escritora española proclamada como patrona de los escritores españoles por San Pablo VI. Dicha proclamación fue realizada a través de la carta apostólica Lumen Hispaniae, del 18 de septiembre de 1965:
“Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta:
solo Dios basta”.
Todo proceso creativo que aspira a ser parte de la tradición literaria quiere decir la verdad que este texto refleja ante el resplandor de lo posible. Las primeras poéticas analizan el carácter fundamental del arte y la compostura del “artista” como la personalidad creadora, el artista literario, mujeres y hombres, es el genio de obras sin más finalidad que la belleza pura. Elena Ferrante hace mención que la literatura hecha por mujeres durante mucho tiempo le pareció una escritura débil, sin brillo. Una escritura indulgente que hay que amaestrar para que fortuitamente sea una literatura impetuosa, tan fugaz como un rayo; la escritura apasionada como un residuo luminoso de la escritura condescendiente.
La memoria
La vida es una guerra; una lucha; la vida en sí es una gran batalla. Esta habitación sigue siendo tan grande como el destierro, tan cálida como los recuerdos, el muro de los retratos invoca la nostalgia, la memoria sincrónica subordina las necesidades de cambio, sin embargo, la voluntad diacrónica enaltece la propia capacidad de olvido. Obedece lo que a la sinrazón se hace la plena muestra de la pérdida de aquella hermosura; pero bien, qué es lo palpablemente lozano, lo inherente al placer y el placer por el sentir, sin más ni menos la grandeza del que añora lo que lo muerto y áspero no puede otorgar.
Una vez más busca en el susurro del viento, en la calma del agua inmóvil y en lo turbio de la maleza. Buscar con la intención de encontrarse en ese pequeño espacio entre dos cuerpos. En ese tambalear de los pies sobre la hierba, en esa jaculatoria que pronuncia por el bien y el mal. En el devenir de los días también busca. Ha puesto miguitas de pan en el camino, como en su camino han puesto las miguitas de ternura. Lo encontró, qué difícil fue perderse, hace tanto y tan poco que no se tienen que les parece ayer y una eternidad. Impresionante es no esperarlo y ellos siempre se esperaron. —En mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud —.
Ella está en el precipicio del cambio. Las cosas que nos preocupan, tan absurdas. A veces olvidamos que lo único que importa son las personas. Puede ser que nos alejemos dejándolas mejor o peor por habernos conocido. La guerra es grotesca, sin sentido, aterradora. Pero hay ciertas cosas que valen una guerra.
Mi ociosa existencia… Florilegio y almanaque de una vívida espectadora
Lectura complementaria|| En los márgenes
Elena Ferrante
