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De algunas formas de morir en Autlán

Guillermo Tovar Vázquez nos comparte algunas causas de muerte y lugares de sepultura en el Autlán de siglos pasados. ¿Lo sabías?

Imagen: Cortesía

A casi 200 años de la apertura del Panteón de los Dolores, que comenzó a funcionar en el año 1831, relativamente pocos autlenses saben que antes de ese año nuestros antepasados eran sepultados en el cementerio de la parroquia del Divino Salvador, ubicado en lo que ahora es la calle de Margarito González Rubio y la manzana frontera a la parroquia, donde funcionan las oficinas del SAT.

También se sepultaba, aunque en menor cantidad, en la capilla de Las Montañas.

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Pero si se sabe poco de esos antiguos cementerios, menos se sabe de las causas y circunstancias de la muerte de los que ahora habitan el subsuelo del centro de Autlán.

En este texto, que se publica en la víspera del Día de Muertos, vamos a transcribir y comentar algunos ejemplos de registros de fallecimientos que se encuentran en los libros del archivo de la parroquia del Divino Salvador, para conocer algunos detalles de cómo los autlenses lidiaban con la muerte en siglos pasados.

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Las muertes

Por lo general, en un registro de este tipo se asentaban el nombre del muerto, el de su cónyuge, su edad y, dependiendo de la época, su calidad étnica. También se anotaba el tipo de entierro que se le daba, que correspondía a su capacidad de pago.

Es notoria la diferencia en el detalle de esta información entre un muerto de una buena familia y uno de clase baja, también lo es la vaguedad de las causas de muerte, que podía ser simplemente un dolor.

A inicios del año 1738 fallecieron, con pocos días de diferencia, el español Juan Antonio de Miranda y su hijo, el niño Francisco de Miranda. En sus registros de inhumación, que quedaron juntos en el libro correspondiente del archivo de la parroquia, no se asentó la causa de la muerte, pero sí la de la esposa y madre de ellos, doña Josefa González de la Madrid.

Vecinos todos de Autlán, su calidad étnica era española, pero su situación económica no era muy próspera, puesto que el padre no tuvo, al momento de su muerte, bienes susceptibles de aparecer en su testamento. Sus registros dicen lo siguiente, con la ortografía actual:

“En treinta de enero de (mil)setecientos treinta y ocho años murió Juan Antonio de Miranda, español casado con Josefa González de la Madrid. Recibió los santos sacramentos, no tuvo qué testar y se enterró en la parroquial de este dicho pueblo, de donde era vecino, y para que conste lo firmé”. Fray Nicolás Antonio Vázquez.

“En ocho de febrero de mil setecientos treinta y ocho años murió en este dicho pueblo de Autlán Francisco de Miranda, niño, hijo de Josefa González de la Madrid, viuda, y se enterró en esta iglesia parroquial y para que conste lo firmé”. Fray Nicolás Antonio Vázquez.

Los padecimientos

Algunos padecimientos que hoy son fáciles de tratar podían ser, hasta hace menos de un siglo, una sentencia de muerte para quien los sufriera. Entre estos podían estar una apendicitis, una herida o una complicación obstétrica, como le ocurrió a la española María Josefa Gutiérrez, quien vivió en Autlán a principios del siglo XIX.

Ella alcanzó a recibir los auxilios espirituales antes de la muerte, por lo que podemos inferir que no fue una muerte repentina, y aunque tampoco tuvo de qué hacer testamento, su marido pudo pagar tres pesos y dos reales para su entierro:

“En la iglesia parroquial del pueblo de Autlán a 5 de agosto de 1811, yo el bachiller don José María Cabezud, teniente de cura de esta iglesia, di sepultura eclesiástica con entierro humilde en tierra de veinte reales al cadáver de María Josefa Gutiérrez, española adulta de este pueblo, casada que fue con José Antonio Ocampo, a quien dejó libre de matrimonio. No testó por insolvente. Recibió los santos sacramentos de penitencia y extremaunción, murió de parto. Pertenecen a la fábrica tres pesos dos reales y para que conste lo firmé con el señor cura párroco”. Firmas de Dionisio Arteaga y José María Cabezud.

El caso de María Agustina Aguirre

Quienes no tuvieron con qué pagar un entierro fueron los deudos de la mulata María Agustina Aguirre, originaria de Tomatlán pero que murió en Autlán en circunstancias extrañas: el padre José Diego Gómez, quien pasaría a la historia como el fundador del panteón de los Dolores, asentó que la causa de muerte de Agustina fue que se le cerró la garganta con violencia, lo que puede ser interpretado de muchas formas. El registro dice así:

“En el pueblo de Autlán a veinte y dos de diciembre de mil ochocientos diez y nueve se sepultó de limosna a María Agustina Aguirre, mulata adulta de Tomatlán, casada que fue con Luciano Beltrán, no recibió los santos sacramentos porque murió de habérsele cerrado la garganta con violencia, y por que conste lo firmé”. José Diego Gómez.

Lo que también puede interpretarse de muchas formas, aunque no tan oscuras como el cierre violento de la garganta, es el dolor de costado, causa de muerte muy abundante en los registros de la parroquia.

Podría ser un infarto, una apendicitis o hasta una afección crónica, pero en esa época no podía saberse con precisión. De un dolor de costado murió la española Juana María Martínez, quien vivía en las cercanías de donde ahora está la Escuela Preparatoria Regional de Autlán.

Así quedó su registro:

“En treinta días del mes de abril de mil ochocientos catorce años, yo el bachiller don José María Cabezud, teniente de cura de esta feligresía de Autlán, di sepultura eclesiástica con entierro humilde y cruz baja en el cementerio de esta parroquia a el cadáver de Juana María Martínez, española ciudadana, adulta, vecina de los Ranchos de los Colomos, viuda de Rafael Gómez, no testó por insolvente, recibió los santos sacramentos de penitencia y extremaunción, murió de dolor de costado, pertenecen a la fábrica tres pesos dos reales. Y para que conste lo firmé con el señor cura”. Dionisio Arteaga y José María Cabezud.

El caso del zapotlense Dionisio López es interesante no por la causa de su muerte o por lo relevante que pueda ser el personaje, sino por el lugar en que fue sepultado, que es la capilla del barrio de Las Montañas. Él murió en 1821, pocos meses antes de que se consumara la independencia y, dado el sitio que fue su última morada, podemos especular que acaso haya sido atendido en el hospital de ese barrio, que de forma intermitente funcionó desde el siglo XVI. El registro de su inhumación dice así:

“En el pueblo de Autlán, a veinte de enero de mil ochocientos veinte y uno, se sepultó de limosna en la capilla de Nuestra Señora de Las Montañas a Dionisio López vecino de Zapotlán el Grande, recibió los santos sacramentos, murió de fiebre, y lo firmé”. José Diego Gómez.

La sepultura de personas

Pero no solo en Autlán había cementerio, también se tiene documentada la sepultura de personas, con las formalidades eclesiásticas, en la hacienda de Ahuacapán. Allá, como en Autlán, había habitantes mulatos, grupo étnico al que pertenecían las personas cuyas muertes tomaremos como ejemplo enseguida.

Ellos murieron de fiebre o de dolor, sin mayor explicación. Esta aridez en la explicación de la causa de sus muertes se debe, además de a la falta de elementos para una mayor precisión, a la poca relevancia que tenían las personas de su clase en la sociedad virreinal. Veamos sus registros:

“En la capilla de Ahuacapán, a catorce de noviembre de mil ochocientos diez y nueve, se sepultó a José Marcelino Barajas, mulato párvulo, hijo de Domingo Barajas y de María Anguiano, y lo firmé”. José Diego Gómez

“En la capilla de Ahuacapán, a diez y nueve de enero de mil ochocientos veinte, se sepultó a Pedro Vergara, mulato viudo, no recibió los santos sacramentos porque murió repentinamente, y lo firmé”. José Diego Gómez.

De modo que, en el subsuelo del centro de Autlán, del barrio de Las Montañas y de las cercanías del templo de Ahuacapán hay sepultados restos de nuestros antepasados, a quienes también hay que recordar en este Día de Muertos.

Cronista honorario de Autlán por la Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Jalisco desde 2015 y cronista municipal desde 2018. En abril de 2017 ingresó a la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco con el trabajo La construcción de la carretera Autlán-Purificación en 1930.
Correo: culturautlan@gmail.com

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