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Don Cliserio; historia de un pipero, emblema de la fiesta del pueblo

Don Clicerio Carrillo suma más de 30 años jalando con su caballo el carretón del pipero; Un elemento importante en la celebración del Carnaval de Autlán que acompañado de la chirimía y las bandas anuncia la llegada de esta tradicional fiesta.

Por: Darinka Rodríguez

Autlán de Navarro, Jalisco. 01 de marzo de 2022.- (Letra Fría) Es lunes por la mañana, comienza una nueva semana en Autlán; el sol de las once impacta sobre el valle. En el centro de la ciudad prevalece la tranquilidad, existe el silencio suficiente para alcanzar a percibir el sonido del aleteo de las palomas que sobrevuelan el Jardín Constitución, para finalmente aterrizar sobre las tejas del kiosco o sobre el viejo edificio del «Jalisco Grill». Parece un día como cualquier otro, hasta que de pronto el sonido de la chirimía rompe el silencio e inunda las calles de Autlán, porque no es un lunes al azar, es 21 de febrero, lunes de carnaval.

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Se trata del tradicional convite de las agencias y delegaciones que desfila por la calle Álvaro Obregón rumbo a la plaza de toros Alberto Balderas. Al frente del desfile va la tradicional chirimía; cual encantador de serpientes, el chirimillero va hechizando con su música de viento a los transeúntes y consigue que la gente asome la cabeza por la ventana, salga de sus casas a contemplar el convite. Los espectadores sonríen, algunos se asombran y la mayoría sacan sus celulares para tomar fotografías y videos.

Foto: Darinka Rodríguez

Cuando la chirimía finaliza su interpretación, la banda sin perder un segundo comienza a tocar para no dejar que el júbilo muera; van en medio del desfile con sus platillos, trompetas y tuba resplandeciendo bajo el sol.

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Pero lo que más destaca dentro del desfile, es la presencia del carretón del pipero; está adornado con coloridas flores de papel, serpentinas y carrizo, resguardando lo que parece un tinaco sobre el que hay escritas unas letras blancas que dicen «Carnaval Autlán 2022». A este gran contenedor negro va conectada una manguera de plástico, a la que de tanto en tanto se acercan unos muchachos para llenar unas jarras de un líquido color rosa.

Los muchachos que cargan las jarras ofrecen la bebida a las personas que van desfilando y bailando al compás de la banda, pero también a toda persona con la que se cruzan; a los que graban con sus celulares, a los que observan desde la puerta de sus casas y a quienes atienden dentro de sus negocios. Todo el pueblo puede disfrutar de la vibrante bebida rosa.

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«¿Tiene alcohol?» pregunta una señora mientras uno de los muchachos le ofrece un vaso de bebida, «Nomás poquito» le contesta sonriente el joven. Al final la señora le devuelve la sonrisa y acepta el vaso con resignación. Bebe un sorbo del líquido rosa y hace una mueca como si acabara de chupar un limón agrio, pero al segundo trago parece agarrarle el gusto y se va muy contenta caminando con su bebida.

De la carreta del pipón tira un caballo que es conducido por un hombre mayor, que de tanto en tanto es abordado por un gran número de personas durante el desfile, lo saludan con calidez y le hacen plática. Ese hombre es el pipero, y algo en su rostro que se oculta bajo la sombra de su tejana me dice que ha vivido un gran número de carnavales, al menos los suficientes para convertirse en una leyenda.

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«Yo tengo 53 años trabajando en la plaza de toros. Cuando empecé a trabajar allí, el carnaval era de otro modo y había que arrear el ganado a caballo desde los potreros para llevarlos a la plaza para jugarlos. Ese era mi trabajo junto con otros compañeros. Después empezaron a traer corridas de la costa y me mandaban a traer los toros en un camión, y ya que terminaban de jugarlos aquí me decían «ahora vas a ir a llevarlos a tal parte», y así me traían», cuenta Cliserio Carrillo Díaz, pipero del Carnaval de Autlán.

Cliserio Carrillo Díaz o Don Cliserio, como lo llama la gente en el pueblo, nació en el año de 1942 en el municipio de Sayula pero desde los seis años de edad vive en Autlán de Navarro, Jalisco. Colgados en las paredes de la sala de su casa lucen frenos de caballo, fotografías familiares y algunos reconocimientos por su trabajo. Entre ellos hay uno que le fue entregado por el Gobierno de Autlán y la plaza de toros Alberto Balderas por cumplir 50 años de trabajo en el recinto que año con año vive la fiesta del carnaval.

«Yo había cumplido como 20 años trabajando en la plaza, cuando de repente en un carnaval quisieron que comenzara a hacer lo del pipón. Me dijeron a mí que yo podía hacer el trabajo porque tenía las bestias. Yo les dije que sí, que yo les trabajaba, y es día que ya tengo como 32 o 33 años siendo el pipero», narra Don Cliserio con satisfacción.

Sentados sobre un sillón en su sala, Don Cliserio cuenta que él fue el primer pipero con contrato fijo para participar en los carnavales. Antes el pipón era llevado por una persona distinta cada día del carnaval, elegido con frecuencia de entre las personas del gremio que organizaba y costeaba las actividades.

De acuerdo con el cronista municipal de Autlán, Guillermo Tovar, no existe un documento que indique la fecha exacta de la figura del pipero dentro de la celebración del carnaval, pero hay algunas crónicas en donde se le menciona.

«El pipero es mencionado como la persona encargada de conducir la carreta que lleva el pipón, la cual es tirada por burros, caballos o mulas. Originalmente el pipón estaba hecho de madera, actualmente se usa un tipo tinaco de plástico. El pipón lleva alguna bebida alcohólica preparada; ya sea un ponche o un agua loca (el misterioso liquido rosa) que se va repartiendo gratuitamente a toda la gente durante el «Entierro del mal humor» o en «Las farolas», explica el cronista de Autlán.

En la monografía «El Valle de Autlán», publicada en 1987, el autor Ramón Rubín narra que hasta la primera mitad del siglo XX, los grupos o gremios organizaban, uno cada día, las celebraciones del carnaval. Entre los gremios más entusiastas se menciona al de los triperos (que era como se conocía a los matarifes del rastro municipal), el de los panaderos, el de las torcedoras (mujeres que liaban los cigarrillos en las fábricas), el de comerciantes, el de «los pollos», y el de las señoras y señoritas. Cada uno de estos gremios tenía su «farola», tradición a la que parece estar estrechamente ligado el personaje de «El pipero».

El cronista Guillermo Tovar, respaldado por lo registrado por Ramón Rubín, explica que precediendo a los eventos festivos del carnaval como «el toro de once» y posterior a la corrida formal de la tarde, se realizaba una especie de desfile donde los integrantes del gremio que iba a organizar la celebración al día siguiente anunciaba las actividades que se iban a realizar.

En esa época cada gremio tenía su «farola» o estandarte; un cuadro formado por varillas o madera, forrado de papel o tela blanca, con una luz adentro y que iba montado en lo alto de un palo. En algún momento de esta tradición, se comenzaron a pintar sobre la tela de la farola los anuncios de las actividades del carnaval, caricaturas representativas del gremio e inclusive sátira política.

El las páginas de «El Valle de Autlán», se menciona que acompañando «la farola» se hacía desfilar por las calles una carreta tirada por un buey, la cual era adornada con algo alusivo al respectivo gremio que ese día encabezaba la celebración; «de tripas y vejigas infladas y pintadas si correspondía a «los triperos», de hojas y gigantescos cigarros de tabaco si dependía de «las torcedoras», de flores si lo costeaban las señoras y señoritas, etc. En la carreta iba una pipa o tonel de quinientos litros con ponche de granada o piña con alcohol, el cual se repartía en pocillos de barro a la población. El carretonero que llevaba la pipa con la bebida durante las farolas y desfiles del Carnaval de Autlán fue entonces reconocido como «El pipero»

Don Cliserio recuerda con añoranza los primeros carnavales que vivió como pipero, en los que había farolas todos los días, y cómo poco a poco su trabajo fue perdiendo presencia en el Carnaval de Autlán.

«Yo desde un mes antes del carnaval ya tenía que estar listo, me hablaban para decirme usted se va a presentar tales días a tales horas. Se llegaba el día del Entierro del mal humor y de ahí empezaba a trabajar por 10 días. Porque antes el carnaval comenzaba el domingo, ahora se empieza desde el sábado. Yo me acuerdo que en todos estos años nunca de los nuncas les he fallado de decir que no fui o que llegué tarde. Estos últimos carnavales han sido un despapaye, de que primero me dicen que sí voy a trabajar y luego que no, y así me traen», externa el pipero.

El primer año que Don Cliserio y su caballo aparecieron en el carnaval llevando el pipón cobraron 200 pesos por su trabajo, y así cada día durante el carnaval. Cada carnaval el pipero le aumentaba 100 pesos a su servicio, pero cuenta que no siempre querían pagárselos y que en muchas ocasiones le insistieron más de una vez para que les rebajara el precio.

«En vez de ayudar al jodido, busque y busque que les rebajara cien pesos ¿Usted cree? Yo pongo mi caballo y mi carreta, y todavía se las adorno. Al final acepté, pero le dije a mi esposa, «vieja no les vamos a cobrar lo que es, pero no me vas a adornar el carro», ella me respondió que el carro se veía muy feo sin ningún adorno, que aunque sea la dejara adornarlo el primer día, para el desfile del entierro del mal humor. Al final cedí y la dejé adornarlo el primer día y yo le pagué su trabajo de mi salario. Llegó bien bonita la carreta y quedaron contentos, pero el domingo llegó ya con el puro palo, y pa pronto me preguntaron que qué le había pasado al carro, y yo les dije que con lo que me pagaban no alcanzaba para comprar el papel y adornarlo», comenta Don Cliserio, y añade que después de eso entendieron un poco mejor el valor de su trabajo.

Para este Carnaval 2022, el pipero estableció un acuerdo con el Patronato Organizador para cobrar una suma de mil 500 pesos diarios por su participación en los convites y farolas.

El trabajo de Don Cliserio durante los carnavales ha sido malpagado en más de una ocasión, y relata indignado cómo la administración pasada le quedó debiendo el pago de sus servicios, con el argumento de que no contaban con el recurso suficiente en la plaza de toros.

Una ventana a los carnavales de antaño

Con el paso del tiempo, la mirada amable y la voz pausada pero entusiasta de Don Cliserio se han convertido en la ventana perfecta para asomarse a los carnavales de antaño. Sentada en un sillón, la esposa del pipero asiente o hace algún otro gesto cada vez que él comparte un recuerdo o anécdota y lo remata con una pregunta hacia su pareja, esperando que ella confirme la veracidad de sus palabras.

«Yo desde los 8 años he sido carretonero, desde bien temprano iba al campo a traer la alfalfa, mi papá se dedicaba al cultivo de la alfalfa. A los ocho años en el carnaval también ya me ganaba mi sueldito, porque yo sacaba los toros que mataban los toreros de la plaza de toros. Tenía un macho y los arrimaba a la banqueta, ya de ahí los trabajadores de la plaza me ayudaban a subirlos a mi carreta, y yo los llevaba como a dos cuadras y media, donde es la casa de la cultura ahorita, ahí era el rastro. Hacía varios viajes, seis o siete toros acarreaba en las fiestas, y así bien chico, pero yo ya le pateaba a la vida», recuerda Don Cliserio.

Para el pipero, algo que ha ido desgastando al Carnaval de Autlán ha sido la avaricia, reducir el significado de la celebración a un negocio. Comenta que antes el cobro por los eventos era accesible para todas las personas, pues el objetivo era que el pueblo se divirtiera. Además de que el ambiente era más familiar, ya que la venta de alcohol estaba más limitada.

Don Cliserio trae a su memoria sus primeros toros de once, y platica que llegada la hora la gente se presentaba en la plaza de toros, mientras veían a los jinetes se echaban sus copitas, se tomaban sus cervezas y hasta ahí, porque a la salida no estaba «El Callejón de la alegría». En ese sentido el pipero reconoce que si bien el callejón representa un beneficio económico, también ha traído muchos disturbios y ruido, y que por eso mucha gente también no disfruta de la fiesta.

Las narraciones de Don Cliserio acerca del carnaval siempre giran alrededor de la gente, para él los autleses son los verdaderos protagonistas de esta fiesta. Relata con admiración por ejemplo, que antes cualquier jinete podía participar en el toro de once, cualquier persona del público podía subirse a tratar de aguantar lo más que pudiera arriba del toro de reparo. «Y si no había jinete los compañeros de la plaza de toros y yo nos subíamos, la cosa era sacar el compromiso del toro de once con la gente», me aseguró el pipero.

«Antes para los eventos del carnaval se cobraba poquito, para que la gente se divirtiera. Ahorita no, todo eso se acabó. En la mañana me estaban diciendo los trabajadores de la plaza que los sacan para que no vean el espectáculo ¿Cómo ve? Cuándo nosotros estábamos allí nunca hubo eso. Al contrario si veíamos que alguien quería entrar y no traía centavos, o algún chiquillo, lo ayudábamos. Le decía al puertero «déjalos pasar yo te pago sus entradas de mi bolsa». Por eso a mí la chiquillada me quería mucho, ahora ya están grandes, no los distingo, pero me quieren, cuando me ven se me acercan y me dicen «yo me acuerdo cuando me metías a los toros». Todo eso es una satisfacción para mí, por eso estoy aquí», comparte Don Cliserio, y percibo cómo se conmueve.

La bandera grana, símbolo del pueblo de Autlán, luce en lo alto de la torrecilla de la plaza de toros «Alberto Balderas».

Al hacer este recorrido por el pasado del carnaval y de pronto voltearse de cara al futuro, Don Cliserio confiesa que ante los grandes cambios que ha ido sufriendo el Carnaval de Autlán en los últimos años, es consciente de que en algunos años la figura del pipero ya no sea requerida durante la celebración y ve cada vez más cerca su retiro.

El cronista de Autlán, Guillermo Tovar coincide parcialmente con este pronóstico, pues asevera que en los últimos años ha ido decreciendo mucho el interés por parte de la población en participar en actividades tradicionales como «Las farolas», la cual cree es una actividad que va a desaparecer en los próximos años dentro del carnaval. Sin embargo, la figura del pipero es de gran importancia para el Carnaval de Autlán, especialmente en el ámbito cultural de esta celebración.

«El pipero se ha vuelto tan importante porque su figura representa la celebración libre del pueblo para el pueblo. El carnaval se ha convertido en un negocio, cada vez más actividades tienen precio, hay que pagar para participar en ellas. Pero «Las farolas» y el «Entierro del mal humor» todavía siguen siendo gratuitas y libres, son de los pocos espacios en los que todavía se puede festejar el carnaval como era originalmente. Y la figura de la carreta con el pipón, lleno de bebida gratis para repartir al pueblo, junto quien lo conduce, representa esta libertad en la celebración», expone Guillermo Tovar.

Al final será el rumbo que tomen los próximos carnavales los que determinarán si Don Cliserio se convertirá en el último pipero del Carnaval de Autlán, o si este símbolo de libertad permanecerá por más tiempo como parte de la celebración.

El corazón de un pipero; hogar del pueblo de Autlán

Si mientras camina por las calles de Autlán, detiene a alguna persona para preguntarle «Disculpe ¿Quién es el pipero?», se dará cuenta de cómo los labios de su interlocutor se curvan en una sonrisa. Algunos quizás no puedan decirle su nombre, pero todos le contarán alguna anécdota relacionada con el pipero y la celebración del carnaval.

«A mí siempre me gustó atender con gusto a la gente, porque en carnaval la gente viene a disfrutar. Yo año con año los atendía y ya me conocían, «¡Quiubo Don Cliserio!» me saludaban todos. Como le digo aquí a mi señora y a mis hijos, yo me siento satisfecho de que la gente me aprecie. Tengo treinta y tantos años en esto. Ando que no puedo subirme al carrito pero yo agradezco y me siento feliz de que toda la gente en Autlán me conoce», expresa Don Cliserio con la voz impregnada de alegría.

Sentado en la sala de su casa, el pipero levanta un poco el brazo y señala con su mano manchada por tantos años bajo el sol, un cuadro que está colgado en la pared a sus espaldas. Es un reconocimiento que le fue entregado por un gremio de los ángeles que asiste a carnaval. Don Cliserio relata cómo todos se organizaron para darle el reconocimiento después de verlo año con año participando en la celebración.

Reconocimiento otorgado por «El Club Autlán de la Grana, Jalisco U.S.A a Don Cliserio Carrillo por su larga labor dentro del Carnaval de Autlán como pipero de las farolas. Foto: Darinka Rodríguez

A causa de la pandemia por COVID-19, la Mesa de Salud Jalisco determinó que aquellos municipios que realizaran ferias y carnavales, debían suspender cualquier tipo de desfile. Atendiendo a esa indicación, este año no fue posible realizar el tradicional desfile del «Entierro del mal humor», como parte de las actividades de Carnaval Autlán 2022.

En ese sentido, Don Cliserio comenta que ante la ausencia del desfile, lo primero que preguntó la gente fue: «¿Y el carrito de Don Cliserio?».

«Es por eso que yo sí creo que a la gente les hago falta. Yo sí pienso hacer un escrito o como un reconocimiento para darles las gracias al público. Yo no se leer, ni escribir, pero me formo mis ideas y nomás en días pasados se me ocurrió hacer eso. Les dije a mis hijos, yo si un día no trabajo ahí, si pagaría para que me hicieran algo bien para darle las gracias al pueblo, a la gente que me quiere. Porque los del patronato luego se van y nunca se vuelven a acordar de nadie, pero la gente me aprecia de verdad, y eso yo lo agradezco»

Foto: Darinka Rodríguez

A pesar de sus más de 50 años firmando contratos como trabajador de la plaza de toros, Don Cliserio no figura en una nómina, por lo que no generó antigüedad y nunca ha recibido un beneficio por todos su años de trabajo. El pipero acepta que el único beneficio de haberse pasado la vida trabajando es que todo el pueblo lo conoce, y eso le levanta el ánimo.

Recién cumplidos sus 80 años, Don Cliserio me comenta que cada vez puede realizar menos actividades; tiene problemas del oído y de la vista, además de que los médicos le han prevenido acerca del riesgo de infarto. Sin embargo, él afirma que mientras pueda seguir de pie continuará siendo el pipero del Carnaval de Autlán, y asegurándose de que todo el pueblo goce libremente de tan magnífica celebración.

Edición: Gladiola Madera | Carmen Aggi Cabrera

Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

Egresada de la Licenciatura en Periodismo del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Colaboró como reportera para Radio Universidad de Guadalajara Ciudad Guzmán, y en el periódico mensual El Puente. Apasionada de las letras y la defensa de los Derechos Humanos.

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