Huertos orgánicos contra la depresión de Maricela

Maricela con uno de sus manzanos. Foto: Mayra Vargas.

Por: Mayra Vargas | #NoSomosVíctimas

San Gabriel, Jalisco.- Durante 34 años, Maricela vivió el intenso ritmo de habitar y trabajar en una ciudad tan acelerada como Guadalajara. El estrés y la presión hicieron que renunciara a su trabajo en el que llevaba 15 años, pues quería también dedicarle tiempo de calidad a sus hijos. 

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La suma de tantas cosas que vivía en ese momento la llevaron a una profunda depresión, de la que salió gracias a un curso de huertos orgánicos que tomó en esa ciudad. Esto le regresó las ganas de aprender, crear vida y salud a través de la producción de alimentos sanos.

Hoy, Maricela Rosales Velazco originaria de Copala, municipio de Tolimán y conocida desde hace 20 años como Maricela del Edén, a sus 56 años de edad divide sus días entre su huerto familiar, bosque comestible Mardi y su casa. Ella junto con su esposo, no conciben su vida sin este espacio, que ocupa un rincón en el Rancho Los García, en San Gabriel, al Sur de Jalisco.

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En este huerto familiar de al menos una hectárea, producen principalmente manzana y durazno, también ciruela española, granadas, entre otras frutas y verduras. Todos son alimentos libres de químicos, que la familia de Maricela prioriza para el autoconsumo, mientras que el resto lo venden. 

El mote de “Maricela del Edén”, la acompaña porque desde hace 18 años también trabaja en el Edén Orgánico, un grupo de mujeres que se consolidó a partir de aquel curso en agricultura orgánica urbana que tomó en el 2005 en Guadalajara:

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“Éramos como 84 mujeres y de las 84 las que quisieron el invernadero fuimos como 30 y de las 30 quedamos 5 y somos familia, somos hermanas. Yo me vine, pero quedaron 4 allá y ellas siguen capacitando como Edén y cuando a mi me invitan yo voy como Edén”, comparte.

Desde aquella capacitación de huertos orgánicos que derivó en el grupo de mujeres Edén Orgánico, la vida cambió para Maricela. “Yo decía, cultivar en la ciudad ¿cómo? ni escalera tenía para subir a la azotea, entonces lo hacía en una barda de la cochera, ahí tenía como cien plantas de lechuga. De un paquetito que me dieron lo sembré todo en botellas de refresco y bajaba cada 8 días para echarles composta. Las lechugas se las tenía que repartir a todos los vecinos porque eran demasiadas”, recuerda.

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Esa experiencia motivó a Maricela, a que sí se podía cultivar en una ciudad, en un pequeño espacio. Después compraron una escalera y lo hicieron en la azotea y ahí lograron producir jitomates, cebollas… “teníamos todo lo de la ensalada. Mis hijos llegaban con sus amigos: mamá vamos a hacer ensalada, entonces iban y cosechaban, no cultivaban, pero les encantaba cosechar”.

Con ese antecedente como experiencia y la vena campesina de su papá que acompaña a Maricela desde los seis años de edad, es lo que ha hecho que ahora su proyecto familiar en San Gabriel se mantenga de forma cotidiana desde hace al menos tres años.

Maricela también cultiva fresas orgánicas. Foto: Mayra Vargas.

Manzana, el fruto que dio vida al huerto

El huerto, antes de convertirse en bosque comestible Mardi, era un terreno del suegro de Maricela. Ese espacio lo heredó un hermano de su esposo y posteriormente lo compraron. “Queríamos un espacio. No teníamos tiempo pero teníamos ya el terreno. Estaba la idea de querer trabajarlo hasta que pudimos y aquí está”.

Al principio, el plan era producir durazno, pero al final apostaron por las manzanas. Lamentablemente las vacas entraban al terreno y la producción no se daba, por lo que Maricela y su esposo se desanimaron. “No nos paramos como en tres años hasta que nos hablaron unas personas y nos dijeron que teníamos manzanas. Subimos, llegamos al terreno y estaban llenos los árboles y eso ya fue una motivación de empezar a meter más fruta”. 

Maricela ve una oportunidad de mercado con la producción agroecológica de fruta, pues comenta que en la mayoría de los espacios ecológicos lo que más venden es verdura. “Las frutas son muy contadas, entonces nuestro propósito, si aquí se da muy bien la fruta, ¿por qué no hacer eso? Aquí la fruta se da sin que le metas nada, ahora, si le metemos lixiviado de lombriz, y composta se da más”, explica. 

El excedente se lo dan a una mujer que vive en Ciudad Guzmán, municipio ubicado a 40 minutos de San Gabriel. Esta joven va los domingos a la Feria de Productores en Guadalajara, por lo que se lleva cajas de manzanas que se venden como “pan caliente”, además de ciruelas, limones, guayabas y duraznos que le entrega Maricela. Todo se vende.

Las tareas del bosque comestible Mardi se las reparten entre Maricela y su esposo. Sus hijos viven en Guadalajara y Ciudad Guzmán y principalmente en vacaciones van a visitarlos para integrarse en las actividades del huerto familiar. “Todos cuando pueden me apoyan”.

Para ella, este espacio se ha convertido en su vida. Cada mañana despierta pensando en qué actividades realizará en el huerto, pues es su prioridad. Su motivación es que exista fruta libre de químicos para más gente, “yo sé que es mucho trabajo y que voy a tener una remuneración económica, pero lo que más quiero es que la gente tenga fruta limpia en sus mesas, eso es lo que me motiva”, expresa. 

Aunque todos los días está motivada y con entusiasmo trabaja el huerto, es consciente del uso desmedido de agroquímicos en la región. “Eso es un crimen. Entiendo que hay mucha gente y que llegan plagas, y que tienes qué… pero a pequeña escala también se puede producir”, señala. 

Ella asegura que hay alternativas que se pueden usar, como la composta que es un buen aliado, pero también los bioles (abonos de tipo foliar orgánico, resultado de un proceso de digestión anaeróbica de restos orgánicos de animales y vegetales), que suelen estar listos en diez días y son considerados fertilizantes eficaces.

Para Maricela es importante producir alimentos sanos para reducir la cantidad de enfermedades y de personas que están afectando su vida por lo que comen. “Yo veo a mi alrededor y la gente se está muriendo y ¿por qué se está muriendo?, pues por lo que come”.

La agroindustria quiere ganancia económica, mientras que en su caso los objetivos de bosque comestible Mardi son cultivar alimentos, no ganancia. “Una vez escuché que decían que los campesinos de ahorita no cultivan alimentos, cultivan dinero”, dice. 

Foto: Mayra Vargas.

Enfrentarse a la falta de agua y la apatía

Maricela también ha tenido que enfrentarse a un problema que afecta a las distintas regiones de Jalisco: la falta de agua. 

Cuando tienen agua y llueve en diciembre, captan esa lluvia y les alcanza para regar hasta febrero. Pero si no llueve en diciembre, como ocurrió en 2022, entonces tienen que racionar el riego, por ejemplo, en enero regaron una vez, en febrero 2 veces, en marzo tres veces, pero en mayo se les acabó el agua.

“En junio ya esperábamos las lluvias y se nos fue todo junio. La falta de agua aquí es un tema. Nosotros cosechamos agua de donde podemos. Cada año con lo que juntamos de manzana, compramos contenedores, uno que otro tinaco, para tener un poco más de agua para el siguiente año, pero este año lo que captamos no nos alcanzó”, señala.

Otra situación que suele desconcertar a Maricela es la apatía de la comunidad del Rancho Los García. Dice que ha ido a misa (que es cuando la mayoría de las personas están reunidas) y les ofrece semillas, para que siembren en sus patios, sin embargo, se ha enfrentado al poco interés. Incluso ha recibido críticas. “Una señora me dice que si no tengo qué hacer en mi casa y pues sí hago quehacer en mi casa en mis posibilidades, pero mi prioridad es esto”.

Esta apatía, Maricela cree que se debe a que las personas no se sienten capaces de producir sus propios alimentos o no les interesa y prefieren comprar sus verduras en la tienda, que suele ser lo más fácil.  Sin embargo, no se rinde, piensa ir a la escuela primaria de la comunidad para hablar con los padres y madres de familia y mostrarles que es posible producir alimentos en  cualquier espacio.

En Los García hay mucha gente mayor, de 80 años o más, Maricela dice que al menos en cada casa vive un par de adultos mayores, pero que también hay personas de 50, 40 y 30 años de edad. Incluso hay madres jóvenes a las que quisiera acercarse: “Quiero un grupo más joven, con más ganas, pero las jóvenes están con sus niños chiquitos, van y vienen a la escuela, la primaria, les llevan desayuno… pero aun así yo siento que hay tiempo para un huerto, porque si yo trabajé en Guadalajara, con mi casa, mis hijos, las escuelas, y huertos, ¡y podía! Querer es poder”.

Ella tiene un sueño, quisiera que más mujeres se interesaran en producir. “Que unas mujeres sembraran lechugas, otras acelgas, otras cebollas e irnos a la entrada y ahí poner un mercadito, porque pasa mucha gente por la carretera. Entonces yo le digo a mi marido ese es mi sueño, que las mujeres vayan y ofrezcan. Aparte de que coman sano, que tengan un ingreso”, expresa. 

Dice Maricela que si el campo lo cultivaran las mujeres sería otra cosa, porque ellas además de ser responsables y comprometidas, son más minuciosas. 

Ella desea que las personas se animen a cultivar sus alimentos en el espacio que tengan. Así sea un balcón, una azotea, porque es posible sembrar jitomates, lechugas y cebollas en la pared de una cochera, Maricela es un ejemplo vivo de que eso es posible.

*Esta publicación forma parte del proyecto #NoSomosVíctimas, de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie, financiado por la Embajada Suiza en México.

Créditos de todos los materiales generados para este trabajo:

Investigación y texto: Mayra Vargas.

Edición de texto: Carmen Aggi Cabrera y Mely Arellano.

Fotos: Mayra Vargas, Vianney Martínez y Jhoseline Ramírez.

Intervención gráfica: Jengibre Audiovisual.

StoryMapJS: Mayra Vargas.

Producción de videos: Jasmin Hurtado.

Mayra Vargas Espinoza es una periodista mexicana radicada en Guadalajara, Jalisco. Es coordinadora editorial del Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano (NCC Iberoamérica), miembro del Consejo Editorial de Letra Fría y responsable del área de Investigaciones Especiales. Principalmente cubre temas relacionados con la ciencia, entre ellos medioambiente y salud, además de comunidades indígenas y derechos humanos. Sus trabajos se han publicado en medios locales, estatales, nacionales y de América Latina. Forma parte de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia y de Chicas Poderosas México. En 2015 ganó el premio especial James Rowe al periodismo de investigación, otorgado por el Foro de Periodismo Argentino, mientras que en 2020 ganó el Premio Estatal de Innovación, Ciencia y Tecnología de Jalisco, categoría de divulgación científica, con el proyecto colectivo del NCC Iberoamérica. Cursó el taller internacional de periodismo cultural y técnico científico, organizado por la RAI Italia, junto con el Centro Italiano di Studi Superiori per la Formazione e l'Aggiornamento in Giornalismo Radiotelevisivo de Perugia.

Recibió mención honorífica en el 2do. Hackatón de Periodismo Científico e Innovación, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Guadalajara, Jalisco, también en 2015.

Ha publicado trabajos en diversos medios como Aristegui Noticias, en la revista digital Votán MX y Zona Docs.

Desde 2017 es miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia (Red MPC), con sede en la Ciudad de México y es miembro activo del Capítulo Juvenil Costa Sur de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco (BSGEEJ) desde junio de 2018.

Ganó el Premio Juventud 2019 en Autlán, Jalisco.

Periodista en Letra Fría desde 2013.

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