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La Generación de Cri(y)stal: juventudes en éxtasis

Perimetral_Foto: Víctor Ibarra_Protesta

Por: Brenda Vázquez Velázquez.

Foto: Víctor Ibarra. Fecha: 13/02/2023

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Las transformaciones de la vida moderna trastocan a todas las personas, reconfigurando la subjetividad y formas de habitar el mundo, sin embargo, como lo señala Alonso-Fernández desde 1980 “Tenemos que pensar que algo muy nuevo debe estar ocurriendo en las últimas generaciones, que no afecta de igual modo y medida a los mayores” .

Considerando la velocidad con la que se transforman las cosas en el mundo digital, donde eso nuevo que ocurría en esa década, no representa lo que enfrentan los jóvenes en la actualidad.

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Personas que habitan y se desarrollan en la cultura del vértigo, el tiempo vivencial interiorizado, producto de realidades sociales en cambio permanente y de modo acelerado; vértigo en el que aprenden a vivir, sin alcanzar a entender -a pesar del exceso de información-, cómo o por qué.

Los jóvenes, las adolescentes, las niñas y “Los niños se sienten perdidos en un mundo en el que nadie responde sus gritos” dice Jappe, están abandonados en todos los sentidos.

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En la actualidad muchas de las grandes estructuras sociales han perdido autoridad, sobre todo, sentido y capacidad de contención, como la iglesia, el Estado y la familia.

Hopenhayn dice que «muy tempranamente los jóvenes cuestionan la legitimidad de la autoridad parental o de otras figuras normativas y esperan ordenar sus vidas conforme a sus propias decisiones”.

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Esto, es un reflejo de la autonomía subjetiva o moral que se adquiere en edades más tempranas, donde el hijo (a) desvalida el poder de sus figuras de autoridad.

Además, este desplazamiento se refuerza con la incapacidad de las figuras de autoridad para entender el mundo que sus hijas(os) habitan.

Eterna juventud

No se trata de culpabilizar a las madres y padres modernos, catalogándoles como incapaces, desobligadas o ausentes, porque si bien, la responsabilidad de tener los medios para proveer y satisfacer las necesidades corresponde a las figuras de crianza, también los adultos son sometidos, con miedos que le desbordan, incapaces de contenerse a sí mismos y a alguien más.

El desdibujamiento de la figura del “adulto(a)”, la ausencia no solo de los padres en la crianza, sino también en la ausencia de cualquier figura que sirva como contención o modelo a seguir para respetar; en general ausencia de la adultez como una etapa deseable.

Estamos viviendo una “adolescentización” de la sociedad: los adultos quieren parecer jóvenes y vivir como tales

Reboledo

La eterna juventud se presenta como supuesto refugio ante los conflictos del mundo adulto, pero sobre todo, es una cárcel que limita la capacidad del joven de alcanzar la autonomía individual.

Además, uno de los mecanismos de la industria cultural es cooptar las manifestaciones de contestación o la vanguardia, en la cultura de la juventud, lo juvenil se integra con el sistema industrial y consumista y se priva de cualquier potencialidad contestataria o revolucionaria.

En lo que respecta al consumo de sustancias en los jóvenes, entre otras cosas, se ha descrito como un mecanismo de oposición ante la autoridad y los valores sociales, pero también como una dinámica de sociabilización, pertenencia y reconocimiento social.

Escape y competencia

Se da principalmente en los entornos de ocio y fiesta. En la fiesta se adoptan valores y significaciones que se reflejan en la identidad, gustos musicales, formas de actuar; también en la sustancia de preferencia a nivel colectivo.

Es posible observar que muchos jóvenes fragmentan el tiempo de vida, entre el tiempo productivo y el tiempo de ocio.

Donde el fin de semana se vuelve una especie de recompensa o “esperanza” para sobrellevar el resto de la semana.

Las fiestas dejaron de ser por un fin específico a celebrar o por una ocasión especial, ahora es un mercado que genera grandes ganancias; para los sujetos un espacio y tiempo en el que intentan escapar del estrés, presión y terror cotidianos.

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La fiesta podría ser un espacio y tiempo destinado a la ruptura de las normas y presiones cotidianas, pero que ha perdido su potencialidad trasgresora y se impone como dinámica capitalista de sociabilidad y ocio que se justifica y potencializa:

La felicidad como deber, la euforia como disciplina, el festivismo como religión

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Evasión

La lógica del trabajo se extiende a toda la vida, incluido el “divertimiento”, regido por el rendimiento y la competencia.

Reflejado en los patrones de consumo y dinámicas de relación donde pareciera que se compite: quién es quién, quién aguanta más, más tiempo, más consumo, más fiesta.

Ya no se trata de convivir, sino de competir y sobre exigirse en todos los aspectos.

En la actualidad, los jóvenes habitan un mundo difícil, guerrero, sangriento, un mundo donde se multiplican las situaciones donde las personas experimenten decepción, pero sin que existan alternativas para remediarlo.

Las personas buscan aquello que les otorgue la posibilidad de evadir y evitar la angustia o el miedo optando por el goce; ante la imposibilidad, la indiferencia y el terror, el consumo de sustancias y la fiesta se vuelve un perfecto evasor, un supuesto mecanismo de trasgresión a las normas sociales.

Si de algo me he de morir que sea de lo que yo quiera…

El aumento de consumo de sustancias entre jóvenes no refleja solo una generación fiestera, sino con tendencia a la evasión, al placer y al exceso.

Un consumo que va más allá de la fiesta y de las sustancias en sí, que se relaciona con el terror e incertidumbre en la que se desarrollan.

Eso por ejemplo, se refleja en las ganancias que generó Amazon durante la pandemia, pero no todas las personas tienen los recursos (o el gusto), para hacer compras compulsivas por internet.

Incertidumbre ¿o certezas?

Tampoco encuentran en el consumo de sustancias un consumo simbólico, químico y accesible para evadir el malestar.

En el mundo actual la violencia no es excepcional o anómala, sino constitutiva de los distintos aspectos de la vida social.

Pareciera que la vida se ensaña en reafirmar a los jóvenes que no hay futuro o que más te vale que no lo tengas, porque el escenario que se dibuja, es ya una realidad distópica causada por una guerra mundial, otra crisis sanitaria, desastres naturales.

Difícilmente tendrán una casa propia, no se diga una pensión, acceso a la salud pública, a recursos básicos como agua o aire limpio.

Morir es la única constante que comparte todo lo vivo, se puede morir sin antes nacer, y en la naturaleza la muerte es parte del mismo ciclo de la vida.

Sin embargo, en este momento donde la muerte ya no se puede sustentar como parte de un ciclo biológico o un plan divino, se limita la capacidad de otorgarle sentido a la muerte, propia y de quienes nos rodean.

Como menciona Monárrez, sobre la pérdida de vidas humanas y su relación con la violencia, donde las muertes artificiales son generadas por la voluntad de un grupo, que refleja el poco valor de la vida y la sobrevaloración de la muerte artificial.

Nos han quitado tanto

La incertidumbre y el terror que puede provocar el futuro y el presente se mezclan con la normalización de la muerte y la exigencia social de seguir funcionado, produciendo y consumiendo.

Para Cioran pensar la muerte (propia) es darse un “baño de veneno”, es conquistar la finitud de la manera más individual y desgarradora.

Esta conciencia de la finitud coloca al sujeto entre la existencia finita y la muerte eterna, claridad que puede llevar al sujeto a lanzarse al abismo de la muerte que existe en cada sujeto.

“La libertad vacía […]de las multitudes del abismo, para que la muerte no signifique nada y la vida menos que nada, gente que no tiene nada que perder, pero tampoco que ganar” dice Semprún.

En la famosa frase, “nos han quitado tanto, que nos quitaron el miedo a morir”, más que la perdida del miedo, lo que no se perdió fue el sentido de la vida, que le otorga un sentido y un valor a la muerte, pero ahora pareciera que no solo quitaron el miedo a morir, sino el sentido de vivir.

En la actualidad la violencia y muerte se relacionan con personas cada vez más jóvenes y así como disminuyen las edades de los involucrados, aumentan los tiroteos escolares, los miembros de grupos extremistas o del crimen organizado, las muertes por peleas, conflictos armados o a manos de la policía y el ejército.

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También aumenta la tendencia hacía la propia autodestrucción, como muestra el aumento del suicidio, del consumo de sustancias, trastornos alimenticios, entre otras prácticas de riesgo.

Lo duro es cool

El individuo posmoderno intenta matarse sin querer morir […] ese es el efecto hard, una violencia sin proyecto, sin voluntad afirmada, una subida a los extremos en la instantaneidad

Lipovetsky

Sobre el roce instantáneo entre los extremos de morir y vivir, Deveaux, menciona que la vitalidad y la fragilidad son emociones ligadas a la conciencia de estar vivo.

La exaltación de la sensación de vitalidad sucede cuando se participa de acciones placenteras y de fragilidad, cuando la intensidad del momento no es de placer sino de riesgo.

Considero que esta intención de los jóvenes de matarse, pero sin querer morir, se debe a que, lo que no quieren es vivir, en la realidad en la que viven, que no es lo mismo querer morir, sino a no saber cómo o por qué vivir.

En muchos sentidos el desencantamiento del mundo se ha revelado como un reencantamiento del mundo, por la muerte; un “goce mortífero” que pone en peligro la existencia humana.

Ante la precarización de la vida y la imposición de la muerte, la destrucción protagonizada: “[…] el mundo actual es de quienes disfrutan de él lo más rápido que pueden, sin escrúpulos ni precauciones de ningún tipo”.

El sujeto reafirma su existencia a través del peligro, el exceso y la muerte.

Consumir para destruirse

Con relación al consumo de sustancias es común que se pretenda prevenir describiendo las consecuencias, donde la más grave suele ser la muerte, pero qué sucede cuándo el sujeto es indiferente ante la muerte, o cuando en realidad es lo que busca.

O que, aunque no sea lo que busque, sea lo único que encuentre, cuando busca en las posibilidades del futuro.

En la actualidad, muchos sujetos optan por un consumo mucho más destructivo, ya sea por los patrones de consumo o tipo de sustancia, donde no importa la muerte o el riesgo, sino el placer.

En el caso del crystal, otros beneficios y utilidades que aumentan también la competitividad y el desempeño.

Por lo que visto desde una lógica económica representa un riesgo que “vale la pena” tomar. O desde la indiferencia, como un riesgo que no importa tomar.

No se trata solo de un proceso de muerte y autodestrucción consciente, un consumo en el que ese sea su fin explícito.

Para los jóvenes actuales, la exposición al exceso y a situaciones de riesgo, como el consumo de sustancias, pueden no ser solo parte de una etapa.

Sin reversa

No se trata solo de que los adolescentes y jóvenes experimenten con sustancias o tengan etapas con excesos y riesgos, sino que, a diferencia de otras sustancias, el consumo excesivo de crystal o de otras sustancias adulteradas, el policonsumo o el consumo en exceso, pueden provocar daños irreversibles en las personas.

Generando cada vez más jóvenes sin la posibilidad de dejar su pasado de exceso atrás.

Y esto no solo se da en los jóvenes que consumen sustancias, sino que para las personas jóvenes ir a una fiesta, a un partido de futbol o a la escuela puede implicar una situación mortal.

No solo por el peligro de ser víctimas de la violencia y la impunidad, un desaparecido(a) o una muerta más, también de ser victimarios del otro y de sí mismo.

Toda esa muerte y violencia que los rodea se expresa ya sea hacia el exterior o hacia el interior, y se refleja en una juventud sometida por la decadencia y la muerte, pero en las cuales también se expresa y auto reafirma.

¿Quieres leer la entrega anterior? Aquí.

**Este artículo forma parte de la tesis de Sociología que realizó la autora, para obtener el grado de licenciatura en la Universidad de Guadalajara. Cada lunes, un nueva entrega de Crystal: de medicina a protagonista de la guerra capitalista se estrena en Perimetral, medio aliado de la Red Macollo**

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