Las reservas de Natividad, la isla de pescadores que decidieron no pescar durante años

#InvestigacionesEspeciales Esta es la historia de la isla de pescadores que decidieron no pescar durante años, para darle tiempo a las especies de recuperarse.

Foto: Causa Natura Media

Aquí en Isla Natividad, la electricidad se va a las 11 de la noche y regresa a las 6 de la mañana. En el momento en que los pescadores se levantan, las luces de decenas de casas iluminan un costado de la isla. En esta temporada de captura de langosta, las luces se encienden dos horas antes. Son semanas importantes para quienes habitan la Isla..

Llegar a este lugar en el Pacífico norte, cerca de Baja California Sur, requiere de un viaje de 40 minutos en lancha. El único acceso es un embarcadero con el ancho de una calle que va en picada hasta el mar. Las casi 700 personas que la habitan se dedican a la pesca, desde la captura hasta el buceo, la planta de procesamiento y otros oficios. Aquí nadie es desconocido. Todo el mundo es primera, segunda o tercera generación; que durante 80 años han formado la Sociedad Cooperativa de Buzos y Pescadores de Isla Natividad.

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Cuando Ramón Martínez llegó después de graduarse como biólogo ya sabía que así sería su vida. Se había ido a los 9 años porque su padre se retiró y, como ocurre con los pescadores jubilados, tuvo que volver a tierra continental. “Mi papá fue socio, mi abuelo fue socio también, en este caso yo soy tercera generación”, explica.

El hermano de Ramón había vuelto para convertirse en socio de la cooperativa y él, por su parte, se mudó más al norte para acudir a la Universidad Autónoma de Baja California, en Ensenada. A pesar de la distancia, no perdió el contacto con la isla y decidió volver.

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Pero Ramón no regresó para subir a embarcaciones y dedicarse a la captura de langosta, blanco y abulón, que son las especies que sacan de los mares en distintas épocas del año. Su mirada, en cambio, estaba en la ciencia.

Su llegada en 2008 coincidió con un momento de urgencia: los bajos registros de captura del abulón azul y amarillo (Haliotis fulgens y H. corrugata), que arrastraban desde finales de los 90. Ante la preocupación, dos años antes se había realizado una consulta local y la asamblea de la cooperativa de Natividad había suspendido la pesca.

Una decisión voluntaria que tendría repercusiones económicas y comerciales, pero también traería una mirada al mar como no se había tenido anteriormente.

Vista del pueblo de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez
Pescadores mueven combustible. Foto: Patricia Ramírez
Camino en la Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez

Dejar de pescar

En el pueblo de Natividad, predomina la tierra y vegetación desértica, el azul frío del paisaje y las gaviotas. También hay casas, embarcaciones y uno que otro vehículo, principalmente, motos y camionetas de batea; una escuela nivel básico; una tienda de abarrotes; una clínica del seguro social —que de no ser por la pintura y los rótulos, parecería una casa más—; un restaurante y cafeterías improvisadas en las entradas de algunos hogares.

Para vivir en la Isla Natividad hay que administrar todos los recursos. Un ejemplo es la electricidad que se genera a base de combustible y por eso tiene horarios. También pasa con los alimentos. Lo que sería común en las ciudades, como tortillas o huevos, solo se obtiene en un almacén y se entrega por turnos al azar. Las porciones por familia siempre son reducidas: un kilo de jitomate, cinco manzanas, medio kilo de huevos.

Cuando la escasez empieza, surge el intercambio. “No se paga lo que se presta, se hace trueque”, dice Viviana Quezada desde su hogar, cuya entrada fue adaptada para funcionar como cafetería, con dos mesas amplias, manteles y un televisor.

Viviana comparte que existen grupos de WhatsApp donde las mujeres pueden pedir a sus vecinas algunos alimentos, herramientas o cualquier otra necesidad que surja en el día a día. El sentido de lo que llaman “cooperativismo” es fuerte. La comunidad, liderada por la cooperativa de pescadores, es la que establece sus reglas. No hay policía, no hay gobierno, sólo un subdelegado municipal de Baja California Sur que acude a supervisar.

Fue bajo este sentimiento de comunidad que se decidió buscar alternativas para recuperar la pesquería. Antes, pescar abulón era como pescar oro. El auge de esta captura en los años 50 logró que se consolidaran pueblos pesqueros en el Pacífico norte. Isla Natividad fue uno de ellos. Sin embargo, hoy esos años quedaron en el recuerdo de una época dorada. Las explicaciones sobre la disminución del abulón van desde la sobreexplotación hasta la contaminación y la alteración en los periodos cíclicos de aguas por los fenómenos de El Niño y La Niña.

Aunque la principal preocupación era el abulón, en 2006 dos bloques llamados La Plana/Cuevas y Punta Prieta se convirtieron en reservas marinas voluntarias de las que se dejaría de extraer gradualmente. Para el 2010 se dejó de pescar por completo en estas zonas, aún teniendo una cuota de captura.

La decisión no fue precipitada y ha sido esta capacidad de prevención lo que actualmente es aplaudido por el sector pesquero de México y el mundo hacia esta pequeña comunidad del noroeste. “Mucha gente piensa que cuando las reservas se crearon el recurso estaba por los suelos, pero no era así”, “las reservas fueron una herramienta que la cooperativa implementó antes de llegar a la pérdida”, explican algunos pescadores en un recorrido por la isla.

Desde antes de las reservas marinas, buscaron el acompañamiento de organizaciones que trabajan en Baja California Sur, como Comunidad y Biodiversidad A.C. (COBI), donde un grupo de biólogos desde aquel entonces colabora en la realización de estimaciones, monitoreos, capacitaciones y otras herramientas.

“Detener la extracción del abulón azul y amarillo, langosta espinosa, caracol, erizo, pepino de mar y algas rojas en esta área significa una inversión anual potencial de $300,000 dólares para la cooperativa, además de los $100,000 dólares destinados a la vigilancia de todas las áreas dentro de su concesión durante los 365 días del año, las 24 horas del día”, señala la asociación COBI en los primeros reportes.

“Tuvimos que convencernos de que no sólo importaba el bolsillo (dinero) en el presente. Era necesario pensar en el futuro del recurso”, recuerda Roberky Vázquez, actual secretario de administración de la cooperativa pesquera.

Pescadores de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez
Pescador de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez

De acuerdo con un informe publicado por COBI, seis años después de suspender la pesca, se reportó que las reservas marinas de La Plana/Cuevas y Punta Prieta tenían poblaciones más resistentes, tanto de abulón como de langosta.

En el caso de La Plana/Cuevas, la talla promedio del abulón del 2010 al 2016 fue mayor en la reserva marina en comparación con los otros sitios de pesca que rodean la isla. La abundancia que se reportó fue desde los 20 organismos hasta los 126 en una sola agregación. Lo que se consideró también como un indicativo positivo para que la especie se reproduzca.

Durante esos mismos años, la organización capacitó a un grupo de habitantes de Natividad como buzos monitores. A esta iniciativa se uniría más tarde un grupo de mujeres, marcando un hito en los roles dentro de la comunidad. En conjunto han trabajado en sumergirse en las aguas del Pacífico para identificar qué ocurre con las reservas. Por lo que además de revisar las especies de valor como el abulón y la langosta, también han podido documentar el incremento de otro tipo de peces, invertebrados y algas.

A pesar de los avances, existen otros factores más allá de la captura que han hecho que el proceso de mejora no sea lineal. Algunos son los cambios de temperatura en las aguas o fenómenos como la hipoxia que consisten en la disminución de oxígeno disuelto en el agua del mar.

Gaviotas vuelan sobre embarcación durante la captura de langosta. Foto: Patricia Ramírez
Dentro de la embarcación de vigilancia de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez
Costado cercano a las reservas marinas voluntarias de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez

Arrecifes artificiales

A 15 años de su regreso a Isla Natividad, Ramón sostiene en sus manos un par de conchas de abulón amarillo y azul. Están vivos. Los ha sacado momentáneamente de unas láminas ordenadas en grandes contenedores de agua. Es un cultivo de abulón dentro del laboratorio de acuicultura del que ahora es técnico encargado.

Ramón pasea entre los contenedores y muestra las diferentes tallas mientras habla de ovocitos, semillas y fertilización; de las diferencias entre los abulones cultivados y los silvestres que crecen en el mar; de cómo han experimentado soltando algunas larvas y juveniles que han sido capturados años después como especies maduras.

“Creemos que podemos volver a aportar para que el abulón sea ese recurso del que se sacaban toneladas y toneladas”, dice Ramón desde el laboratorio que tras las mantas de protección permite ver el océano en el horizonte. Allí también han trabajado con pepino de mar y langosta. Éste es el aporte que desde sus años universitarios tuvo en mente.

La intención no es sólo recuperar la especie que crece en el mar, sino ayudar a cultivar desde el laboratorio. Sólo que a la par de las nuevas metas, permean las necesidades.

“Necesitamos crecer pero es una inversión grandísima y el gobierno no nos apoya para absolutamente nada. De Bahía Tortugas (en Baja California Sur) para acá prácticamente somos la comunidad más olvidada de todo el estado”, expresa Ramón.

A esto agrega que las particularidades de vivir en una isla, como la falta de conexión y las limitaciones con el suministro de electricidad, son características del lugar que se convierten en obstáculos. Si el laboratorio estuviera en otro sitio, es probable que los abulones tuvieran las posibilidades de crecer más allí mismo, pero se necesita de energía para mantenerlos a bajas densidades y lograr el objetivo.

Por lo que el plan es criarlos en el laboratorio y posteriormente llevarlos a arrecifes artificiales con los que ya se cuenta gracias a un convenio con una especialista de Estados Unidos que les donó las estructuras. En México, este tipo de mecanismos se han implementado en lugares como Veracruz ya que permiten que sirvan como hábitat y refugio de las especies. Y esta es la primera vez que llegan a Isla Natividad bajo una iniciativa comunitaria.

“Lo importante era empezar el proyecto porque tampoco íbamos a esperar a que nos construyeran los arrecifes para hacerlo”, afirma Ramón.

Por ahora, describe, los arrecifes son como cúpulas montables que lograron armar bajo el agua. El plan es que para diciembre tendrán 10 de este tipo y se dará un monitoreo constante con el objetivo de que crezca a una talla comercial. En promedio, se pueden poner entre 300 y 400 abulones por estructura.

Ramón saca abulones para muestra en el laboratorio. Foto: Patricia Ramírez
Abulones juveniles del laboratorio de acuicultura de Isla Natividad. Foto: Patricia Ramírez
Abulón silvestre procesado. Foto: Patricia Ramírez

“Si no nos cuida el gobierno…”

Para vivir en la Isla Natividad hay que seguir los acuerdos. El principal es no pescar todo el producto que exista. Cada temporada se estipulan programas de captura internos para establecer las cuotas de lo que se extraerá, de lo contrario, habrá amonestaciones. Lo que menos se tolera es la pesca desmedida.

El objetivo es seguir cuidando e invirtiendo. Se invierte en recuperar especies, pero también en la inspección y vigilancia de toda la isla para evitar que pescadores furtivos acaben con los recursos. En México, que exista supervisión por parte de las autoridades correspondientes ha ido a la baja, cada vez existen menos inspectores, por lo que Isla Natividad ha tenido que destinar una parte de sus gastos a compensarlo.

“Si no nos cuida el gobierno, nos cuidamos nosotros”, dice Roberky Vázquez, secretario de administración de la cooperativa pesquera, desde una habitación con radio, monitores y sensores para detectar embarcaciones. Todos componentes de su sistema de vigilancia. También tienen una embarcación con vigilantes que se turnan para realizar rondines en el mar.

Así como se vigila, se ha decidido invertir en la ciencia y la educación. El regreso de Ramón a la isla fue una pauta en el retorno de jóvenes que querían estudiar en una licenciatura y volver a la isla. Actualmente se tienen 27 estudiantes en la Universidad Autónoma de Baja California a quienes la cooperativa pesquera destina una beca según cumplan con los requisitos como un buen promedio, cuenta Roberky.

A la isla llegan las nuevas generaciones de pescadores, pero también de biólogos, administradores y contadores. Se trabaja para que el abulón se recupere. Y así como cambian los proyectos y los retos, también la mirada al mar de las casi 700 personas que forman la Isla Natividad.

*Este artículo fue publicado originalmente en Causa Natura Media por Patricia Ramírez.

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