Nochebuena; noche de guardia en la estación de bomberos | Crónica

(Foto: Diana Borbón)

Para la Coordinación Municipal de Protección Civil y Bomberos Autlán, la Nochebuena no está exenta de guardia, y en su afán de cumplir su deber se mantienen alertas para proteger a la ciudadanía de cualquier situación de emergencia, incluso si eso significa recibir la Navidad lejos de sus familias.

Por: Diana Borbón

Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de diciembre de 2019. (Letra Fría) Era la noche del 24 de diciembre; mientras las familias autlenses se alistaban para celebrar la Nochebuena, ellos se disponían a cubrir la guardia nocturna con radio en mano para realizar su trabajo: eran los elementos de Protección Civil y Bomberos de Autlán, quienes festejarían aquella noche en las instalaciones de la base municipal.

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Iban a dar las 10 y hacía frío, 19 grados esa noche. En la base un camión y una ambulancia cubrían la entrada principal y para entrar había que escabullirse por un espacio que quedaba entre ellos. Ahí, en el patio, estaban dos mujeres y doce hombres, uniformados con pantalón azul marino y camisa color rojo.

Los equipos de bombero colgados en las paredes, las ambulancias y los camiones provocaban un sentimiento de angustia, una apariencia ruda y fría, pero ese sentimiento se disipó pues a lo lejos había una piñata color rosa metálico que colgaba del techo, además de una mesa con algunos ingredientes para la cena: las risas de fondo provocaron que aquella rudeza se transformara en un ambiente que generaba paz.

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En una esquina se podía observar una parrilla y un olor a carne impregnaba el lugar, anunciando el platillo de la noche. De fondo se escuchaba algo de música electrónica que amenizaba las anécdotas y bromas que compartían entre ellos: “¡pongan unos villancicos navideños!” se escuchó entre risas.

(Foto: Diana Borbón)

En aquella atmósfera era fácil olvidar por completo el estar en una estación, rodeado de paramédicos y bomberos. Las sirenas de las ambulancias se mantenían apagadas, aunque ellos esperaban con ansias un servicio para encenderlas, pues es el simple hecho de pensar en acudir al rescate de alguien los hacia emocionarse. «Qué raro que hoy está tan tranquilo», mencionaban unos, «yo creo que todavía es temprano», justificaban otros.

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Aunque disfrutaban la noche, siempre se mantenían alertas por cualquier cosa que pudiera suceder, siempre estaba presente el compromiso por su trabajo. De pronto, una vocecita se escuchó a lo lejos: “¡Papi, feliz Navidad!”, la hija de uno de los bomberos corría hacia él para abrazarlo. El levantó a la niña y era incapaz de ocultar la felicidad en su rostro. La inocencia de la nena al estar junto a su padre provocó un sentimiento de ternura en todos e hizo el momento aún más especial.

La piñata aún pendía del techo y entonces llegó el momento de quebrarla. Uno por uno pasaron a pegarle mientras los demás esperaban su turno. De pronto la sensación de estar entre aquellos equipos de bombero, aquella ambulancia, y los camiones, había desaparecido.

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Mi segunda familia

Ocho años son los que lleva Gonzalo como voluntario en la base. Esta ocasión tuvo que pasar la noche del 24 en la estación de bomberos, el cuarto año que le tocaba estar ahí. Aunque no se encontraba con su familia, se veía contento de estar cumpliendo con su trabajo, incluso en ese día; “a veces paso más tiempo con ellos, son mi segunda familia”, se le escuchó decir mientras en su rostro se reflejaba un sentimiento de satisfacción y orgullo por cumplir con su deber.

Entre pláticas surgieron más historias, como la de Ramón, quien tuvo que dejar a sus hijos con su abuela, pues tanto él como su esposa, que es enfermera, estaban de guardia. O la de Andrés y Alfredo, dos hermanos (uno con casi diez años sirviendo), quienes también pasaron la noche en la base.

Todos lejos de sus seres queridos, pero contentos de estar ahí pues lo demostraban al convivir con sus compañeros. Entre ellos han formado una familia más, y esa noche la sensación de unión se podía percibir en cada gesto, cada risa, cada momento juntos.

(Foto: Diana Borbón)

Hagamos un brindis

El reloj marcó las 12 de la noche: “¡ya es navidad!, gritó alguien. Díaz, uno de lo elementos, propuso un brindis, razón por la que formaron un círculo.

Con sentimientos encontrados, uno por uno dirigieron unas palabras hacia sus compañeros; “son el mejor turno que me pudo tocar” dijeron. La noche lucía mágica entre aquel montón de frases que dirigían unos a otros, la sensación de llorar se veía próxima al escuchar lo que expresaban.

La última en hablar fue Diana, integrante del equipo que hacia guardia esa noche; “quiero agradecerles por aceptarme en este turno, son como mí segunda familia, los quiero”, mientras lo decía las lágrimas recorrían su rostro. Un abrazo fue la muestra de cariño con la que culminó el brindis.

Al fin el teléfono sonó; “¡ya salió servicio!, voy yo”, dijo alguno de ellos. Pensaron que las sirenas por fin iban a ser encendidas pero no fue así, resultó ser una falsa alarma y aquella esperanza de acudir al rescate de alguien se apagó, pero no la magia que había esa noche de guardia en la estación de bomberos.

LL/LL                                                                                                                         

*Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente. Se prohíbe su reproducción si es con fines comerciales.

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