Por: Jesús Medina García | Simpatía por el débil
Autlán de Navarro, Jalisco. 23 de octubre de 2022. (Letra Fría) En días pasados acudimos a Apulco la Maestra Verónica Guerrero y el que esto escribe, con un grupo de estudiantes de turismo del Centro Universitario de la Costa Sur; los objetivos eran continuar con el proyecto de establecer la Ruta Rulfiana Alterna que considera la identificación de atractivos culturales partiendo de Autlán, El Grullo, El Limón, Tonaya, San Juan de Amula y Apulco, teniendo como eje aglutinador los imaginarios y contenidos en la obra de Juan Rulfo.
El segundo objetivo era que los estudiantes caracterizaran el patrimonio para su gestión y aprovechamiento. Entusiastas, con la energía que los caracteriza, llegaron puntuales al sitio de partida y emprendimos el viaje al silencio. En el Grullo recogimos a otros dos estudiantes. Todos habían leído por lo menos un cuento de Rulfo.
De acuerdo al itinerario nos recibieron en la exhacienda de Apulco ahora Monasterio de la Paz, como siempre, la generosidad y amabilidad del Hermano Bruno y los demás hermanos monjes, ya nos tenían preparado un delicioso desayuno que incluía tamales, pan, café… todo elaborado por ellos.
Y ya bien contentos transitamos con nuestras sombras por las pocas, silenciosas, solitarias y calladas calles de la localidad rumbo al cerro que alberga la Cruz del Calvario, donde se realizan los viacrucis, ahí se encuentran las cenizas de un joven que a pesar de tener un padecimiento mental representó a Cristo durante varios años hasta su deceso.
En esas estábamos cuando apareció un pequeño reptil que después supimos era un camaleón de montaña, animalito milenario que a manera de defensa arroja sangre por los ojos. ¡sí… eso hace el canijo!
Cabe hacer mención que cuando estábamos en la confusión observando al reptil le llamé al maestro y buen amigo Luis Eugenio Rivera para que nos orientara -con base en su experiencia como investigador y protector de la naturaleza- de la fauna, y gracias a la “tecnología aplicada” nos dio a distancia una breve cátedra sobre el pequeño dragón.
Rulfito
Para observarlo mejor con “delicadeza y ternura” trasladé a Rulfito, (así le puse de nombre al camaleón de montaña) a un mejor lugar, ahí lo dejamos en su mundo antiguo.
Al bajar hacia el panteón, en una esquina afuera de una pequeña tienda nos encontramos a un señor que les hizo la plática a los alumnos y de pronto les dijo:
– ¿Quieren que les cante una canción? –, preguntó.
-Sí-, le respondieron.
No cantaba ni bien ni mal, eso sí: entonado y con mucho sentimiento.
Proseguimos con el recorrido que incluyó una llegadita a las carnitas, una visita a la mezcalera Arias, una visita guiada al monasterio y la comida preparada por los monjes.
Antes de despedirnos, los alumnos quisieron buscar al señor cantante para darle unos panecillos que habían comprado, volvieron al lugar donde horas antes lo habían visto y escuchado, pero no vieron a nadie, entonces le preguntaron a la señora de la tienda que donde lo localizaban, pero la señora les dijo que no había visto ni conocía a ningún señor que cantara, Vera; una de las alumnas le dijo a la señora:
-Sí, mire; le tomé una foto es él-, le dijo.
Sacó su celular buscando la foto, pero no encontró a nadie… no había ninguna foto.
Una corriente de aire cortado cruzó en esos momentos el espacio y el silencio en el Llano se hizo más intenso, las calles más solas y las llamas internas más increíbles.