Rieleras y juanes, hablemos de expresión y de la libertad que todo ser humano sobre la tierra tiene para externar lo que piensa, lo que siente, lo que tiene necesidad de decir. Para vivir y convivir, para construir acuerdos, para hacer sentir la diversidad de maneras de concebir tantas realidades sentidas y construidas como personas existen en el mundo.
La lucha por la libertad de expresión es tan antigua como lo es el pensamiento y el deseo de externarlo, porque tan pronto un ser humano ejerció la comunicación de sus ideas, seguramente existió otro que no estuvo de acuerdo con ellas, pero que no se detuvo en disentir y decirlo, sino que buscó acallar la voz de la diferencia.
Es la naturaleza humana, no es culpa de nadie en particular, así somos y sólo la sociedad y las experiencias a lo largo de los años de debates filosóficos, sociales y políticos, vertidos ellos en una educación y culturización del respeto del otro es lo que nos ha traído hasta ahora a un contexto de cultura de respeto a los derechos de todas las personas que los tienen por el simple hecho de ser parte de la humanidad.
El ejercicio periodístico con cánones éticos no siempre ha sido tal. Los periodistas y los pensadores y analistas de este oficio, cuya profesionalización universitaria no tiene ni siquiera un siglo, justamente han discutido y tomado acuerdos acerca de las condiciones que un profesional de la información debe tener en cuenta antes de expresarse en los diferentes formatos y géneros periodísticos.
El periodista que es profesional y ético se asegura por todos los medios posibles de decir la verdad y si de manera involuntaria falta a ella y se percata, debe hacer pública la errata y proveer el dato correcto.
Este tipo de periodista también debe observar la diferencia entre la línea editorial, esto es, los temas de interés público por los que su medio apuesta en un afán de proveer información útil para la sociedad en su toma de decisiones, y otro tipo de líneas que conllevan intereses ajenos como los políticos o los económicos.
El buen periodista no se beneficia de la información que publica, ni utiliza el medio para el que trabaja como una plataforma mediática para sacar partido a su favor o perjudicar a otros.
Todo esto lo saben los periodistas profesionales, y los éticos además lo ponen en práctica.