Este miércoles, Lourdes Cano proclama la consigna de las marchas feministas y comparte su experiencia y su sentir en torno a necesidad de insistir en la lucha por la justicia de género.
Por: Lourdes Cano Vázquez
Autlán de Navarro, Jalisco. 11 de marzo de 2020. (Letra Fría) La caminata fue larga. Tensa en algunos momentos; eufórica, imponente en otros. Era una consigna, un puño en el aire, un grito de aliento, a veces el silencio, una ola de manos arriba. Si los medios dicen que había 35 mil, nos escuchábamos y veíamos como 100 mil. Un día y un momento para vivir de cerca, no para atestiguar a la distancia.
El lema era que marchábamos aunque no nos faltara nada, porque a algunas les falta todo. Somos privilegiadas las que pudimos ser libres de marchar el 8 y parar el 9, y lo hacemos porque sabemos que no todas pueden hacerlo; así que por ellas fuimos todas.
Mis pasos fueron por agradecimiento, porque a mí me gusta la política, me gusta la escuela y sé que gracias al feminismo pude estudiar lo que yo elegí, puedo votar, me puedo manifestar y puedo tener la oportunidad de un espacio como éste; mi caminar fue para mujeres como mi madre, que a pesar de haber crecido en un ambiente dominado por conductas machistas, logró romper ese patrón conmigo. Gracias a eso, hoy tengo independencia económica, estudios y bases para salir adelante por mí misma.
Soy una privilegiada porque tengo un jefe que sabe que no tenía que pedirle permiso o su apoyo para parar el 9; pero también sé que no a todas les pasa igual. Sé que hay muchas que a pesar de su deseo, no pudieron marchar, no pudieron gritar y hay todavía muchas que siguen callando abusos, violencia, misoginia, discriminación y no pueden salir de ahí.
La marcha significa continuar los pasos de las feministas del pasado a las que debo mis derechos y oportunidades, pero sobre todo, marchar por el feminismo del presente, porque a pesar del progreso, caminamos con miedo en la calle, las instituciones nos victimizan, ganamos menos dinero que los hombres, nos imponen conductas derivadas de estereotipos, nos usan como moneda de cambio, nos secuestran para prostituirnos, nos golpea la pareja, nos violan y nos matan.
Y cuando nos matan, no lo hacen de la misma forma que matan a los hombres, a nosotras nos matan porque nos ven como un objeto, porque casi siempre en el feminicidio hay una violación o abuso de por medio, porque la saña es tal que el odio a la mujer es evidente.
El mundo no cambiará un día después; el camino es largo y viene de muy atrás. El mensaje del 8M y del 9M es para el Estado, para que por medio de un grito, una pancarta, una pared o monumento intervenido, haya un mensaje de fortaleza que haga retroceder al que abusa, haga recapacitar al que se burla y logré la empatía del más indiferente. Queda mucho más por recorrer, pero somos muchas y estamos unidas para caminar.
LL/LL
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