Sarahy Contreras, la ornitóloga que estudia colibríes para resolver problemas de conservación

La ornitóloga mexicana Sarahy Contreras Martínez, se especializa en el estudio de los colibríes. Por sus aportes, es una de las científicas más reconocidas en México sobre este tema y desarrolla investigaciones para resolver problemas de conservación de los ecosistemas en Norteamérica.

(Foto: Cortesía)

Por: Carmen Aggi Cabrera

Autlán de Navarro, Jalisco. (Letra Fría).- Sarahy Contreras Martínez es una científica mexicana, orgullosa de su cultura y sus raíces. Ha dedicado más de tres décadas su vida profesional a estudiar las aves, especializándose en los colibríes, animales con un poderoso significado espiritual para la cultura maya. Por sus aportes a la ciencia, es una de las ornitólogas más valiosas de México y más destacadas de Norteamérica.

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Su trayectoria es impecable. Es Doctora en Ciencias en Biosistemática, Ecología y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas por el Centro Universitario dela Costa Sur (CUCSUR), de la Benemérita Universidad de Guadalajara (2015).

Ha recibido 19 reconocimientos nacionales e internacionales en los últimos trece años; tres de los más recientes han sido el Reconocimiento Nacional MUNIC (Muestra Nacional de Imágenes Científicas) obtenido en 2017 por el video científico titulado “Grandes Guerreros: Colibríes y Fuego”; el Premio Internacional Wings Across the Americas otorgado a la Red de Conservación de los Colibríes en el oeste de América del Norte, por el US Forest Service, en 2018; y en 2020, recibió el Galardón PIF (Partners In Fligth) en la categoría Investigación Individual por su dedicación a la Ornitología del Continente Americano.

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Además forma parte de la Red Mexicana de Ecología de Largo Plazo (Red MexLTER), es miembro directivo de CIPAMEX-aves en México y también miembro directivo de Partners In Flight. En Western Hummingbird Partnership REDMORA Cuencas Hidrológicas de México-CONACyT es miembro fundador.

Contreras Martínez es un orgullo para la Benemérita Universidad de Guadalajara, institución en la que se formó profesionalmente y en la que es catedrática e investigadora. Es miembro nivel 1 (2022-2024) en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

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Esta extraordinaria científica es, además, mujer, madre, esposa, hija y amiga. Cada rol lo vive con una pasión única. Es de las personas que se entregan completamente. Sarahy es, sobre todo, una persona auténtica. Ella siempre tiene una sonrisa para compartir. Le gusta el baile, tanto, como la biología.

Esta es su historia.

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Sangre oaxaqueña y jalisciense corren por sus venas

"Sobre todo soy una mujer alegre, sensible y algo que siento, que he descubierto y lo reafirmo cada vez, es que me gusta mucho ser positiva. Me sale. Creo que está en mis genes.  Me puedo tropezar al rato y no sé cómo, mi organismo responde positivamente. Me encanta ayudar a los demás, y desde muy chica tenía este sentido de defender a los seres indefensos... Hay una paz interna en general que me hace salir y avanzar. Así soy. 

Sarahy Contreras es Licenciada en Biología por la Universidad de Guadalajara, México (1992). Su especialización es en Ecología y Conservación de la Avifauna y los Hábitats de Montaña. También es Maestra en Ciencias en Conservación Biológica y Desarrollo Sustentable por el
Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de Wisconsin-Madison (1999). En 2015 obtuvo el grado de Doctora en Ciencias en Biosistemática, Ecología y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas por el Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSUR), Universidad de Guadalajara. (Foto: Cortesía)

Sarahy porta con mucho orgullo sus raíces mexicanas. Por sus venas corre sangre oaxaqueña y jalisciense. Cuando habla de sus padres se emociona. La emoción y el orgullo se pueden ver en sus ojos y en su rostro: «soy hija de una mujer oaxaqueña con una genética extraordinaria. Mi papá de Jalisco, con un temperamento fuerte. Es compositor», dice a la reportera.

Nació en la Ciudad de México. Es la mayor de una familia de tres, dos hombres y ella.

Algo mágico emana de Sarahy cuando recuerda su infancia, los juegos con sus hermanos y sus primos, y las aventuras con sus papás:

“Crecí en un seno familiar muy unido. Mi mamá tiene hermanos y hermanas, entre todos ellos son doce, entonces cada fin de semana era una fiesta en nuestra casa y eso también incluía muchas visitas en la naturaleza. Íbamos al Desierto de Los Leones (uno de los más grandes e importantes parques nacionales con los que cuenta la Ciudad de México) de manera frecuente; íbamos al parque; y luego mi padre trabajaba en Xochimilco. Él es cantante y cantaba en las trajineras, y me fascinaba ver el agua, el bosque que había”, compartió.

Su madre tiene una fuerte conexión con la naturaleza y ha transmitido sus saberes a sus hijos. Les enseñó a admirar a la Madre Tierra, a cuidarla y a protegerla: “Era muy bonito porque mi mamá nos decía, ‘a ver, limpien los pulmones’ y percibíamos los olores de los pinos, de los robles, de las flores, el canto de los pájaros…”. 

Sarahy está segura que su familia fue determinante en su gusto por la naturaleza y en la forma apasionada de vivir la vida.

“Yo creo que tiene mucho qué ver con lo que conviví con mi familia… Iba a Teposcolula (en Oaxaca) a cuidar gallos de pelea de mi abuelo, y les daba de comer, los teníamos que entrenar para las peleas y, como en ese tiempo no entendía muy bien las peleas de gallos, eso me hacía sentir triste… Nos llevaba a los cerros a revolcarnos. Hay partes en donde nos hacían subirnos y resbalarnos, no había nada de vegetación, era tierra. Los adultos nos decían que eran resbaladillas de cerros y eso lo viví con mis primos, mis hermanos. Fue algo muy padre vivir con primos hermanos, primas hermanas, y convivir con la naturaleza de esa manera. Cuando me vengo fue un golpe muy fuerte para mi”, expresó.

Por cuestiones de salud de su padre, cuando ella tenía nueve años, dejaron la Ciudad de México y tomaron a Guadalajara como su hogar.

La chispa que le despertó el interés por la ciencia

La científica obtuvo en 1992 el reconocimiento internacional como anilladora de colibríes y paseriformes, por el Consejo de Anillamiento de América del Norte, U. S. Department of Interior-Bird Banding Laboratory. (Foto: Cortesía)

Henry Adams decía que «el maestro deja una huella para la eternidad; nunca puedes saber cuándo se detiene su influencia». Esa maestra que dejó una huella imborrable en la vida de Sarahy y que sembró la semilla de la curiosidad por la ciencia fue Maricela, la profesora de Ciencias Naturales.

“Yo entré a un sistema de la SEP (Secretaría de Educación Pública), con una movilidad diferente, en una escuela pública, en donde, nos dicen que para hacer la transición a la secundaria, en quinto y sexto vamos a tener maestras por materia, una de Ciencias Naturales, una de Ciencias Sociales y así; entonces yo tuve cinco o seis maestras… Y la de Ciencias Naturales ¡wow! Era pasión. La maestra Maricela. (sonríe emocionada) Porque ella hacía experimentos, ir al bosque, donde hubiera plantas, recolectábamos insectos, cultivábamos, yo estaba fascinada así como me la enseñó ella en quinto y en sexto. Entro a la secundaria y mi mejor maestra era la de biología. Me dio los tres años, dos años de biología y el tercer año, química. Entonces yo decía, quiero ser esto, nos sabía que era pero yo quería eso, le cuenta a la reportera.

“Llegó un momento de mi vida en el que no sabía si ser bailarina o ser bióloga»

Sarahy cursó el bachillerato unitario. Tuvo un profesor durante toda la preparatoria. Como parte de la orientación vocacional, ella hizo pruebas para tomar una decisión sobre su futuro profesional.

Nos hacen un perfil psicológico y siempre salía que me gustaba el aire libre, que tenía que trabajar con la naturaleza. Y mi papá decía, ‘mira, yo creo que vas para científica’. Lo que le hacía triste es que nadie me iba a financiar”, al contarlo, Sarahy ríe a carcajadas.

A Sarahy también le apasiona el baile. Quienes han tenido la oportunidad de convivir con ella son testigos de su gusto por bailar. Eso también, lo aprendió a disfrutar gracias a su familia.

“Llegó un momento de mi vida en el que no sabía si ser bailarina o ser bióloga porque en mi casa, los danzones fueron de diario. Mi abuelo era, desde que yo era niña, de súbete en mis pies y yo te llevo bailando. Yo, los danzones, los bailaba con mi abuelo agarrado, ese ambiente ha sido un lazo muy fuerte y creo que por eso soy tan positiva. No importa si me va mal, porque yo sé que mis seres queridos me adoran. Me quiere quien yo quiero. Entonces el baile fue siempre, participaba en danza y cuando tengo que elegir qué carrera, entré en conflicto porque quería ser bailarina y ser bióloga”, comentó.

En ese momento de incertidumbre, su padre la persuadió y tal vez el universo y los grandes guerreros, los colibríes, hicieron su parte; lo demás lo hizo Sarahy.

«Hice una audición para entrar al ballet folclórico de la Universidad de Guadalajara y no lo pasé, (ríe a carcajadas) por mi estatura, pedían que fuéramos de 1.60 metros para arriba. Y ahí fue cuando no di el ancho, o el alto, y me voy por biología hasta que llegué aquí».

De los colibríes, «me enamoré en el camino»

Durante doce años (2010-2022) coordinó el proyecto «Ecología y conservación de aves terrestres en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán y su zona de influencia». (Foto: Cortesía)

La Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán es un área natural declarada reserva de la biosfera en 1988 por la UNESCO. Es una se las zonas más ricas en biodiversidad del occidente del país y es como un imán que atrapa a quien la conoce y la camina.

El imponente macizo montañoso de la Sierra de Manantlán conquistó a la estudiante.

“Me encantó esta zona y yo me quise venir a vivir acá. Cuando digo que me vengo acá, estaba el Laboratorio Las Joyas, que estaba en El Grullo, era la dependencia que antecedió al Departamento de Ecología y Recursos Naturales (DERN). Entonces en 1990 hago esta solicitud, nos venimos muchos, me aceptan, hice como dos servicios sociales, 1,800 horas porque a mi me encantaba estar de este lado. Casi los maestros me querían correr en el último semestre porque yo casi no asistía, pero comprendieron la necesidad que tenía de estar aquí. Después solicito que quiero hacer tesis y la solicito con el doctor Eduardo Santana, me acepta y ahí empiezan a desatarse una serie de relaciones con otros colegas del doctor Eduardo, con otras personalidades, que fue la mejor oportunidad que tuve para decir, sí, sí quiero hacer esto», cuenta a la reportera.

La científica muestra respeto por el doctor Eduardo Santana y gratitud por las comunidades que le han abierto las puertas para que ella haga ciencia.

«El doctor Eduardo Santana me dice “esto se hereda, tómalo porque tienes que seguir el camino”. Lo tomo, una herencia de conocimientos. Se me complicaba porque había que luchar por llevar esta herencia y que no cayera y eso hizo mantenerme aquí y luchar por eso y por mi misma. Por llevar ese conocimiento, aplicarlo, porque si ya se habían generado los primeros inventarios, necesitábamos ver qué función tenía esa biodiversidad, sobre todo en aves  y después de eso resolver un problema de conservación que había en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán y ahí, Ahuacapán me abrió sus puertas», recuerda.

Sarahy compara esta experiencia con una luz, en donde ella tiene la responsabilidad de expandirla.

La primera Estación Nacional de Monitoreo de largo plazo de colibríes ocurre en 1990. 
“Ese conocimiento que se ha generado ahí ha servido de base para el manejo de bosques en la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán, sobre todo con quemas prescritas. Esta experiencia se llevó a nivel internacional con la Red de Colibríes de América del Norte”. 
Sarahy Contreras es Profesor – Investigador Titular “C”, adscrita al Departamento de Ecología y Recursos Naturales-IMECBIO, Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSUR), Universidad de Guadalajara. (Foto: Cortesía)

En su trayectoria profesional, el apoyo de organizaciones, aliados y países han sido importantes porque le han permitido desarrollar investigaciones a nivel región América del Norte y en América Latina.

«El gobierno de los Estados Unidos me ha apoyado mucho. Me manda con avionetas como National Geographic, para ver en dónde están los colibríes más lejanos hasta Alaska, y entender su biología, su ecología y conectar a más gente. Todo en las rutas migratorias que hacen estas siete especies de colibríes que vienen desde esas tierras y que aquí invernan. Aquí se conjuntan”.  

Uno de sus mayores logros profesionales es el Festival del Colibrí que nació en 2018 en la comunidad Ahuacapán, ubicada en las faldas de la Sierra de Manantlán. Ahí están las 24 especies de colibríes que hay en el Occidente del país.

«El colibrí en nuestra cultura y en muchas culturas latinoamericanas siempre ha sido un símbolo. Han sido deidades, y el descubrir eso, ver que existen, ver que son enigmáticos porque sí los son. Su capacidad de vuelo. Son los únicos que vuelan hacia adelante, hacia atrás, hacia arriba, hacia abajo, que se mantienen, la velocidad con la que late su corazón, su metabolismo, cómo para ahorrar energía entran en sopor o letargo, y bajan sus latidos a 50 por minuto, cuando llega a tener 1 mil 260 latidos por minuto. Esa adaptación me fascina y creo que los humanos tenemos mucho qué aprender», detalló.

La Doctora en Ciencias, Sarahy Contreras Martínez, recibió al equipo de Letra Fría en su cubículo, en el edificio Q del Centro Universitario de la Costa Sur, en Autlán de Navarro, Jalisco. (Foto: Diana Díaz)

A Sarahy no se le pude concebir sin los colibríes. Su oficina es una muestra de la admiración que siente por ellos. Tiene cuadros en sus paredes, libros, carteles y diversos objetos sobre estos guerreros. Esa pasión que le despiertan surgió en su andar como científica, al conocerlos y entenderlos.

“A mi me pasa algo muy curioso. Yo me enamoré en el camino. Y fue gracias a una oportunidad que me da el doctor Eduardo Santana de conocer al doctor William Calder, que era un profesor evolucionista de la Universidad Estatal de Arizona. Él estudiaba los colibríes. Él tenía mucho interés de saber qué hacían acá cuando venían a invernar. Se venía en sus vacaciones. Mis vacaciones de diciembre las pasaba con él, cinco años. Los 25 de diciembre y el 1 de enero los pasaba en la parte alta de la montaña, en El Nevado de Colima, muestreando, y en Los Mazos, en Autlán, por cinco años. Ahí fue cuando yo me enamoro de los colibríes. Después de decir, ¡ay! no voy a estar con mi familia, luego dije, ¡no importa, está divino esto! Ese enamoramiento viene cuando más y más conozco”. 

Los colibríes son los principales polinizadores de las zonas altas y frías ante la ausencia de los insectos y los murciélagos; las aves tienen la capacidad para adaptarse a estas zonas.

A la científica le preocupa el impacto que tienen las actividades humanas en la biodiversidad y trabaja para encontrar cómo aplicar la ciencia en la restauración de los ecosistemas:

“El estudio de las aves y los colibríes es pensando en cómo remediar esas perturbaciones, cómo remediarlas porque estamos viviendo en una época en la que todas las actividades humanas tienen impacto. Me gustaría y creo que es ahí en donde yo entro, que fuéramos más compatibles, nuestras actividades que hacemos y la biodiversidad. Esa es mi preocupación. Yo no estudio a los colibríes porque nada más me gustan o quiero conocer el color, sino que es una situación más de aplicación que de belleza«.

Ser madre y ser científica, ¿Cómo encontraste el equilibrio? 

En la imagen, la ornitóloga acompañada de sus hijos: Axel y Hugo, (a la izquierda) Sarahy (al centro) y Abril y Diego (a la derecha). (Foto: Cortesía)

Sarahy es madre de cuatrillizos. Gracias a un método que aprendió como científica, logró el equilibrio en su vida familiar y profesional. Con paciencia y exactitud, compartió su experiencia a la reportera:

«Tener a los cuatro hijos al mismo tiempo fue algo muy curioso porque cuando yo empiezo a meterme más en esta cuestión del manejo de los recursos naturales yo tenía la formación como bióloga y estudiaba lo que a mi me apasionaba. Nada más. Sin pensar mucho en ese momento, en qué impacto social iba a tener ese conocimiento».

«El aprendizaje que yo tuve cuando yo llegué aquí es que apostamos por tener un mejor desarrollo social, y ese mejor desarrollo social está basado en lo que nosotros llamamos desarrollo sustentable. Cuando a mi me lo explican como diferentes ejes en donde tienes la ecología, la economía, la cultura, la política… hay algo que me hace pensar en mi persona. Cuando piensas en los recursos naturales, en la economía y en la sociedad, y logran embonarse creemos que va a ser más compatible el desarrollo social, porque piensas en esa parte de los ecosistemas».

La ornitóloga compartió el método que ha aplicado a los diferentes ámbitos de su vida, para mantener el equilibrio. (Foto: Diana Díaz)

«Me puse a hacer ese mismo plano: familia, aquí estoy yo en medio, aquí está mi trabajo y aquí yo veía la sociedad. Entonces yo decía, si esto puede ser verdad, entonces tiene que empezar conmigo y así fue como lo planeé. Y lo planeaba por horas al día. 24 horas soy yo, cuántas dedico a mi familia, cuántas dedico a mi trabajo y cuántas le dedico a la sociedad. Entonces, algunas horas se traslapaban, pero lo importante era mantener el ejercicio».

«Yo apliqué el modelo a mi casa y lo empecé con 24 horas al día, después me fui por semana. Mi esposo y yo planificamos por mucho tiempo y todavía, a seis meses. Es nuestro modo de vida. Somos muy organizados, disciplinados. Ahora que nuestros cuatro hijos estudian fuera, nos preguntan, ¿Cómo le hacen? ¿Cómo les alcanza mantener cuatro hijos en la universidad? Yo no tengo ningún aprieto económico, y no debemos nada, a nadie. Ni siquiera a las tarjetas de crédito. Sí se puede vivir así. Somos congruentes», resume la científica.

Sarahy considera a su esposo, Óscar Cárdenas (quien también es científico) como su aliado y ve a su familia como un equipo en donde todos son importantes y valiosos.

«En todo esto no he sido yo nada más, siempre he estado acompañada de mi esposo, de Óscar Cárdenas. Entonces, el que él entendiera y entiende, sin que yo se lo tuviera que decir, la posición de ser mujer, de ser mamá, y él de ser papá, ser hombre, fue automático. No nos teníamos que decir qué tiene que hacer cada quien. Esto, de verdad que se lo agradezco bastante a Óscar, porque hemos avanzado juntos. Lo que he logrado es porque ha sido un acompañamiento de mi esposo, porque no hay una cultura machista en la casa, no la hay. Nos vamos al 50 y 50 y planificamos el mes pero de una manera como de amigos», cuenta.

En la imagen, Sarahy Contreras (derecha) y el Dr. Oscar Gilberto Cárdenas Hernández (izquierda) quien profesor investigador titular del Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad de Guadalajara y realiza sus investigaciones aplicando la percepción remota y los sistemas de información geográfica al manejo de los recursos naturales. (Foto: Cortesía)

La científica está segura que mantener la individualidad, y a su vez, cultivar el amor con su pareja, ayudará a la longevidad de su relación.

“La vida es de subir y bajar, yo encontré a quien le gusta la disciplina, la organización, que tenemos una visión común, que vamos a envejecer juntos y que cada mañana nos abrazamos y damos las gracias porque estamos vivos y en la noche nos damos un besito es bonito y hay que alimentarlo diario”. 

Retos y desafíos 

Dra. Sarahy Contreras Martínez, experta en la conservación de colibríes y paseriformes.(Foto: Diana Díaz)

Los retos que tiene Contreras Martínez son a nivel personal, más que profesional: Quiere deconstruirse y deshacerse de los patrones machistas heredados; también desea envejecer feliz, y enamorada de su esposo.

«Como todos, tenemos traumas y los voy entendiendo, los voy resolviendo conforme voy madurando. Entonces, mi reto mayor ha sido la cultura machista. Definitivamente. He sido una mujer muy luchona porque no me gusta la cultura machista y me sale, no sé cómo. Parece que hago honor a mi apellido Contreras porque voy en contra de una cultura machista y soy muy sensible a esa cultura que siempre visualicé, todo ese perfil, desde siempre, desde niña y que casi nadie lo veía. Hasta ahora que ya es más abierto me siento como ¡Qué maravilla! Yo me sentía que era la única que veía las cosas diferente y ahora lo veo que muchas mujeres que ven las cosas como yo las veía antes. Y antes me sentía muy sola. Ese es un reto», dijo.

«Yo, Sarahy también repito patrones machistas sin darme cuenta y hasta que tengo a mi hija me enseña que las estoy haciendo. Entonces es todo un reto. Por ejemplo, a mi me gusta mucho trabajar con mujeres. Me encanta. Y tengo la oportunidad de trabajar mucho con ellas y sin embargo, cuando hay una toma de decisiones, a veces truena ese punto y no logro que terminemos. Me cuesta trabajo. Es una cuestión de adaptación».

«Mi reto a nivel familiar es mantenerme feliz, con mi esposo, en una situación en la que vamos a envejecer. Eso me gusta. En donde hay que re enamorarnos de personas que ya somos diferentes a hace treinta años. Es todo un reto cómo mantienes esa unión, esa chispa, con alguien a quien yo quiero mucho».

Todos moriremos. La muerte es parte de la vida. Cuando Sarahy Contreras muera así le gustaría ser recordada. 

"Yo quisiera que me recordaran desde mi cultura de ser mexicana, y que nosotras podemos, y que estamos a la altura de cualquier otra cultura. Así. En todos los aspectos. Porque me choca, porque crecí en una situación de desventaja por vivir en un país tercermundista, y ese es otro reto, que siempre quise abrir camino, que no nos vieran como nos dibujaban a los mexicanos. Me chocaba que me dijeran que estaba sentada atrás de un nopal, eso me llegaba y me hervía la sangre. Toda esta lucha, en el fondo también llevo eso, de querer demostrar, no a nuestros mexicanos, sino a otras culturas, que las mujeres mexicanas valemos. ¿Saben? Y eso ha sido muy fuerte conmigo y quiero que así sea recordada", al decirlo, llora de emoción y sonríe.  

Edición: Mayra Vargas.
Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

Carmen Aggi Cabrera es una periodista mexicana radicada en Autlán de Navarro, Jalisco. Cubre principalmente temas de corrupción, política y derechos humanos.

Es cofundadora de Letra Fría en donde se desempeña como CEO (Directora Ejecutiva).

Letra Fría es un medio nativo digital que hace periodismo hiperlocal, tiene sede en Autlán de Navarro, Jalisco. Forma parte de Macollo, la Red de Medios Independientes de Jalisco; y de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie.

Es Licenciada en Derecho por el Centro Universitario de la Costa Sur, de la Benemérita Universidad de Guadalajara. Egresada (no titulada) de la Maestría en Periodismo Digital del Sistema de Universidad Virtual (SUV) de la UDG.

Tiene 17 años de experiencia en medios de comunicación. Ha publicado en medios locales, estatales y nacionales. Es miembro activo de Frontline Freelance México, organización de periodistas independientes de México.

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