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A propósito de la radio

Jorge Martínez Ibarra nos habla de su relación con la radio a lo largo de su vida. "Mi primer recuerdo radiofónico fue en la década de los 70´s cuando aún era un niño y estaba sentado junto con mis hermanos en el piso frente una consola". Con esta pincelada de recuerdos aprovecha para felicitar por sus primeros veintidós años de transmisión a Radio Universidad de Guadalajara en Ciudad Guzmán. 

Por: Jorge Martínez Ibarra | El Caminante

Zapotlán el Grande, Jalisco.- La radio tiene diversas cualidades educativas que son superiores a las de otros medios. Debido a que sus características exclusivamente sonoras permiten al radioescucha un   proceso de comprensión diferente al que desarrolla, por ejemplo el lector de un periódico.

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Dice un dicho que “el oído no puede evitar oír” y por ello la radio es un medio capaz de incidir en la percepción de los radioescuchas al crear emociones, detonar su imaginación, generar recuerdos y nostalgias o acarrear sonrisas.

Muchos de los que tuvimos (y aún tenemos) la suerte de estar vinculados a la radio hemos experimentado todo lo anterior. 

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Mi primer recuerdo radiofónico es en la década de los 70´s cuando aún era un niño y estaba sentado junto con mis hermanos en el piso frente una consola, un hermoso mueble de madera que contaba con un tocadiscos de vinilo en la parte superior y una tapa que lo cubría. Tenía dos bocinas a los lados y un pequeño cristal en la parte inferior que protegía a una línea de plástico que indicaba la frecuencia sintonizada.

Esta cambiaba de posición conforme presionabas unas pequeñas teclas situadas en la base. Un apretón y….zzzzz, un zumbido que indicaba interferencia…había que continuar oprimiendo hasta encontrar la estación deseada.

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Para mis hermanos y para mi lo más interesante no era encontrar una señal radiofónica, sino observar con curiosidad la manera en que las líneas cambiaban de posición…dejó de ser divertido cuando mis padres, preocupados por nuestra insistencia en aplastar botones a diestra y siniestra y poner en riesgo el mecanismo del valioso aparato de sonido, nos advirtieron: “tengan cuidado, no es un juguete”.

Ahí finalizó nuestra entusiasta exploración del funcionamiento de la máquina.

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Conforme fuimos creciendo, nos aficionamos a escuchar los cuentos infantiles los domingos a las seis de la tarde. Las hadas madrinas, brujas, ogros, duendes, caballeros, jinetes y un sinnúmero de personajes hacían que mi imaginación viajara a mil por hora. Truenos, rayos, galopes, gritos, caídas, golpes, aullidos, sollozos, risas y muchos otros sonidos ambientaban de tal forma las historias que era imposible dejar de escucharlas.

A mi corta edad, asumía que cuando las historias terminaban sus personajes regresaban a sus aposentos dentro de la consola, para descansar  un poco y prepararse para la siguiente aventura. 

Más adelante, también jugó un papel importante en mi niñez-adolescencia la radio de mi padre quien era dueño de una sastrería. Frecuentemente por las tardes después de la escuela y los sábados por la mañana estaba yo con él para lo que se requiriera: compra de hilos, cierres, manta, botones, popelina, forros, telas y muchas cosas más.

Nuestro acompañante permanente era un veterano radio de transistores que había sido de mi abuelo.

El viejo aparato acumulaba ya muchos años en su andar y tenía infinidad de historias. Contaba mi padre que antes de que los aparatos de televisión fueran tan comunes, el radio era el aparato electrónico más popular, ya que además de las noticias ahí se escuchaban los encuentros de fútbol o los partidos de béisbol de los cuales era sumamente aficionado.

En ese entonces, lo interesante de los juegos no eran solamente los equipos que se enfrentaban, sino el estilo del narrador que transmitía el evento ya que manera de gritar emocionado las jugadas, de lamentar las fallas o los errores, de reconocer la calidad de los jugadores y de otorgarle un ritmo intenso a la contienda deportiva (aunque a veces de manera real estuviese sucediendo algo diferente) generaba un sinnúmero de apasionados radioescuchas.

Una de mis tías quien era una excelente costurera, acompañaba sus momentos de intenso trabajo escuchando radionovelas. La más memorable era sin duda la de Porfirio Cadena, “el ojo de vidrio” que narraba la «borrascosa vida del criminal Porfirio Cadena…que a pesar de sus errores siempre fue un hombre de cuerpo entero”.

El argumento se basaba en que después del asesinato de sus padres a manos de los hombres ricos de su pueblo y de perder un ojo tratando de defender a sus progenitores en el momento del asesinato, Porfirio inició una legendaria y tormentosa carrera delictiva en busca de venganza.

Aunque mi tía argumentaba que no era apta para menores de edad y por tanto yo no debía escucharla, la escabrosa trama por supuesto que era atractiva, lo que hacía más  frecuentes las visitas a su casa.

Otra radionovela imperdible fue la de Kalimán, el hombre increíble quien era “el séptimo hombre de la dinastía de la diosa Kali y que dedicaba su vida a combatir las fuerzas del mal, siempre acompañado de un niño egipcio llamado Solin, un pequeño discípulo que admiraba su nobleza e inteligencia”.

Si bien la producción radiofónica se creó a inicios de la década de los 60’s, innumerables repeticiones se realizaron, una de las cuáles me permitió escuchar las andanzas de este magnífico guerrero.

Capítulos imperdibles como los profanadores de tumbas, el pulpo de los tentáculos dorados, el valle de los vampiros, los cadáveres vivientes o la Reina de los Gorilas lograron fascinarme y aterrarme al mismo tiempo.

Un recuerdo más es el de las famosas “complacencias”, en donde intentabas con innumerables y muchas veces infructuosas tentativas comunicarte vía telefónica con el conductor de tu programa favorito.

Cuando al fin lograbas que tu llamada fuera contestada, tímidamente decías: “¿me puede complacer con una canción?” para posteriormente decir tu nombre y el de la melodía solicitada.

Una vez que el locutor lo anunciaba al aire, la alegría más plena: te habían mencionado en la radio, seguramente alguno de tus camaradas lo escuchó y entonces lo compartiría con el resto. Ya eras famoso.

A través del tiempo, la radio me sigue acompañando siempre haciendo que perciba la vida de manera diferente…de hecho, una experiencia única fue cuando tuve la oportunidad de …pero bueno, esa es otra historia. 

Felices primeros veintidós años de transmisión a Radio Universidad de Guadalajara-Ciudad Guzmán. 

Hasta la próxima.

MV

Profesor e Investigador del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Productor audiovisual. Apasionado de los viajes, la fotografía, los animales, la buena lectura, el café y las charlas interesantes.
Columnista en Letra Fría.
Correo: jorge.martinez@cusur.udg.mx

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