En esta ocasión, David Chávez Camacho dedica su columna a su madre, quien perdiera la vida a causa del COVID-19, e invita a la población a cuidarnos y a cuidar a los nuestros por el bien de todos.
Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de julio de 2020. (Letra Fría) Ofrezco una disculpa por tocar un asunto personal y familiar. Lo toco porque tiene varios aspectos que son de trascendencia social y también por supuesto porque así rindo homenaje a mi madre, enfermera autlense. Ella tiene ahora una vida mejor, la plenamente espiritual; lo digo así porque hay que decir la verdad y no usar el eufemismo del verbo fallecer.
Disculpen la infidencia, pero la amamos infinitamente en la familia. Lo ilustraré recordando el pasaje del Génesis, de cuando Dios crea a la mujer de una costilla del varón. Habiendo tenido la madre que aún tengo en el Cielo, mi interpretación respetuosa de tal pasaje, interpretación simbólica que no tiene afanes de polémica teológica, es que el varón no fue primero en importancia, sino que fue una especie de artefacto que Dios santísimo utilizó para la gran finalidad de crear a la mujer. En todo caso, sirvan mis palabras como homenaje a las mujeres y su importancia fundamental en la vida toda.
Altagracia Camacho Rangel, mi madre, fue enfermera de la Secretaría de Salud, en Autlán y la Región Sanitaria VII, durante 47 años. Sus compañeros la han descrito cariñosa y objetivamente como dedicada, disciplinada y responsable en sus funciones. A sus ochenta años aún se había negado a jubilarse. Y ahora sirvan mis palabras como un homenaje al personal de salud, de todas las áreas y de todos los niveles, quienes en verdad realizan una actividad esencial para toda la sociedad y deben ser tratadas y tratados con respeto y reconocimiento. Este homenaje agradecido incluye, por supuesto, al personal médico y de enfermería que le atendió durante su corta pero intolerable enfermedad en el Hospital Regional de Autlán.
Mi madre se convirtió a la vida espiritual después de haber padecido la enfermedad pandémica que ha trastornado la vida humana por todo el mundo, causada por un virus nuevo o apenas conocido, el SARS-COV-2, y que se conoce como COVID-19. No me detendré en el pensamiento que asalta cuando se sufre una pérdida tal en estas circunstancias, el de que no se merecía ser convertida así, porque nadie se lo ha merecido, nadie entre las cientos de miles de personas, madres, padres, hijas, hijos, hermanas y hermanos, esposas o esposos, de México y del mundo.
Pero sí me detendré a reiterar el llamado a reconocer la importancia vital de comprender que las acciones preventivas son necesarias. Por favor, se crea o no en la existencia del virus, se crea o no en que Bill Gates o los reptilianos o quien se quiera inventaron esta pandemia, con ideas psicológicamente revisables de extravagantes conspiraciones; por favor, cuídense, pues el peligro existe. Lo digo con amor, amor a mi comunidad, a mi estado, a mi país, a mi madre, quien también estaría diciéndolo como buena promotora de la salud.
SARS-COV-2 es un virus que no había afectado a los seres humanos, pero ha saltado hacia nosotros con variadas formas de afectar distintos órganos. Es tan nuevo para el conocimiento humano que aún no existen vacuna ni tratamiento curativo. Apenas se explora con tratamientos para disminuir el riesgo de que los enfermos se agraven.
Madre: como han dicho tus compañeras y compañeros, amigas y amigos, y toda tu familia, te extrañaremos y ya nos veremos. Mientras tanto, seguiremos tu ejemplo de amor social.
LL/LL
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