Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 18 de abril 2018. (Letra Fría).- Durante las campañas electorales presentes, ya se ha notado que el PRI vuelve a recurrir al miedo como su recurso principal, ya que se han reconocido incapaces de generar esperanza.
Lo anterior es visible especialmente en las campañas de los candidatos a presidente de la República, y los misiles de miedo infundado son dirigidos a los mexicanos con el objetivo de que le huyamos al cambio.
Sin embargo, infundir miedo es una táctica también visible en lo estatal, en las campañas a gobernador de Jalisco, donde ya es extravagante hacer llamados a la continuidad, lo que en todo caso significaría continuar en los errores, en lo fallido, en lo indiferente ante el sufrimiento social e individual.
A quienes utilizan tal engaño e intentan manipular emocionalmente a los votantes, se les debe recordar que el hartazgo es mucho mayor al miedo en una situación como la que vivimos con dolor en Jalisco.
En los votantes suele manifestarse una gran inteligencia, el pueblo es sabio, y ya se sabe que los valores sociales e individuales emergen cuando se tiene algo que perder. Ya perdimos la seguridad pública, ya perdimos la solvencia económica, ya perdimos la confianza en los gobernantes de siempre. Pero aún no hemos perdido la dignidad.
Quien haya tenido la valiosísima oportunidad de dialogar con personas sencillas, gente del pueblo, trabajadora, comprometida, habrá hallado que los jaliscienses somos dignos, y que sabemos que merecemos respeto.
Y en el llamado al respeto está la mejor respuesta a los manipuladores del miedo. Los ciudadanos deben observarse a sí mismos, mirar en su interior el sentido de dignidad, la manera como se respetan en la vida diaria.
Nadie es perfecto, pero si aún hay Estado de Derecho es gracias al respeto que nos prodigamos unos a otros en la vida cotidiana, en el esfuerzo por hacerle honor al nombre de ciudadano, de vecino, de profesor, etcétera. Somos los ciudadanos quienes sostenemos a este país y a Jalisco como aún vivibles.
Tal respeto debe ampliarse y alzarse hasta alcanzar a la historia, a las instituciones, a las leyes… volver a hablar con respeto de la Patria, de la Constitución, de la comunidad, del Estado, de la solidaridad, de la justicia, en fin, de todo lo que nos convierte en individuos reconocidos y en sociedad.
Para recuperar ése respeto, es necesario el cambio, el movimiento, la ciudadanización de la política y de la gobernación.
Hay que movernos, cambiar de situación, permanecer bajo el gobierno de los mismos de siempre es un peligro.