Por: David Chávez Camacho
Autlán, Jalisco. 08 de abril de 2019. (Letra Fría) Los días recientes han sido intensos en la opinión pública. El movimiento #MeToo, de mujeres que denuncian violencia por redes sociales, se ha hecho oír. Y ha sido manifestado y escuchado porque refiere un problema real. Sería una lástima que terminara como un reality show de los que entretienen hasta la ofensa mutua con “guerras de sexos”. Lo consecuente, dada la gravedad del asunto, es que sea abordado con reflexiones, compromisos personales y colectivos, y con políticas públicas, no con absurdos como el #MeTooHombres.
Intento aquí una reflexión que, por supuesto, no pretende agotar el tema ni concluirlo, sino señalar algunos aspectos que me parecen importantes. No soslayo el hecho de que soy varón, lo que me impone parcialidad y condicionamientos. El primer aspecto de este asunto, en el que se debe coincidir, es que sí hay violencias que afectan a las mujeres.
Habrá quien diga que eso es obvio, pero reconocerlo es básico. Sí hay violencias y no se puede ya estar como si nada ocurriera. Observo aquí algo muy importante, normalizar las violencias las convierte en normas. Lo normalizado se convierte en costumbre y ésta, la costumbre, es considerada “fuente del Derecho”. Entonces, hay que agradecer a #MeToo la develación del problema, hacernos ver, otra vez, que la violencia que se sufre no debe ser considerada como normal.
La prueba de que la costumbre es “Fuente de Derecho”, está en el Poder Judicial y en todos los ámbitos de gobierno, en los que la misoginia pareciera reglamento. Por estos días escuché una entrevista al director general de Reinserción Social del estado de Jalisco, José Antonio Pérez Juárez, quien denunció una práctica recurrente, las penas mayores que se aplica a mujeres por parte de jueces, así como el mayor abandono familiar y de pareja que ellas sufren en prisión. Se dice que 60 por ciento, menos o más, de las mujeres en prisión, están ahí tras haber sido involucradas con engaños –y aquí agreguemos al amor como autoengaño- por sus parejas hombres. Los testimonios al respecto suelen ser conmovedores.
Sin embargo, la costumbre es “Fuente de Derecho” en primer lugar para la sociedad civil, los usos y costumbres. Y al llegar esto se revela la incongruencia de quienes justifican los medios por el fin. #MeToo debe, también, respetar lo que llaman debido proceso en los ámbitos judiciales, la presunción de inocencia. Todo mundo debe ser considerado inocente hasta que se compruebe lo contrario. Ésta presunción de inocencia se le exige a los gobiernos para que se respete derechos humanos. No se ve razón alguna que permita a la sociedad civil violentar tales derechos. Además, la ciudadanía lo convierte a uno en parte del Estado.
Pero también debe haber presunción de verdad, es decir, dar crédito a las denuncias. Y entonces, los gobiernos pueden ejercer una función didáctica. El comportamiento en las instituciones es norma para toda la sociedad. En ello tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando afirma que la corrupción comienza en los niveles superiores. Hoy, #MeToo se manifiesta porque las instituciones han hecho caso omiso de las denuncias formales. Muchas mujeres violentadas acudieron a instancias como el DIF y realizaron denuncias judiciales, nadie las escuchó y ahora están heridas, muertas o encarceladas.