Texto: Kau Sirenio | Pie de Página
Fotos: Alexis Rojas
CIUDAD DE MÉXICO.- La mirada puesta sobre los militares que desfilan sobre avenida Juárez y Paseo de Reforma se transforma en loas y aplausos. El contingente de Plan DN III son los vitoreados por la población civil que llegó desde temprano a presenciar la fiesta revolucionaria en Ciudad de México.
“Ahí vienen, ahí vienen”, grita un niño cuando se acerca la columna de desfile sobre avenida Juárez.
En las banquetas de las arterias que salen del corazón de México hacia Campo Marte, las familias del Estado de México enfundadas en gruesas chamarras llegan con sus bancos para apartar un espacio donde poder apreciar el desfile. Para calentarse se forman ante un triciclo donde un hombre vende tamales de rajas, atole y café.
–¿De qué sus tamalitos, jefa? Hay de verde, de rojo y de dulce –ofrece el tamalero.
–Verde y un atole de arroz con leche –pide una señora, que masajea sus manos por el frío que azota la ciudad ante el frente frío 15.
El sonido de las herraduras anuncia la caballería militar. En esta parada cívico militar el arma de Caballería del Ejército mexicano encabezó la columna del desfile, acompañados de elementos de la Guardia Nacional y la asociación de charros.
Una bandera monumental encabeza la columna de desfile, primero la caballería, le siguió la barredora de la Secretaría de Obras y Servicios del gobierno de la Ciudad de México para limpiar las calles antes de que pasara el contingente de a pie.
Vestidos a la usanza de la época del siglo XX, los militares, mujeres y hombres escenificaron los distintos hechos que desembocaron en la Revolución Mexicana que dio inicio el 20 de noviembre de 1910. “Viva Zapata, viva Villa, viva Madero, viva la Revolución” coreaban, mientras que el publicó los recibía con aplausos.
Después vino el contingente de los pueblos indígenas: “Mixtecos, Otomíes, Zapotecos, Tlapanecos…” se lee en los identificadores que portan los militares. Le siguen los vehículos de la época porfirista; luego el Grupo de Fuerzas Especiales, Paracaidistas, Guardia Nacional, Escuelas militares, vehículos de Plan DN–III, Plan Marina y Plan Guardia Nacional.
«Ni dictaduras ni oligarquías»
El día estuvo cargado emociones y sentimientos en las calles y el zócalo de la Ciudad, ahí, ante tropas, oficiales, jefes, generales y almirantes, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició su discurso destacando dos lecciones de la Revolución Mexicana que calificó como “mayores”:
“Las dictaduras o las oligarquías no garantizan la paz ni la tranquilidad social. Y la otra es que los gobiernos democráticos sólo pueden tener éxito si atienden las demandas de las mayorías y, en consecuencia, consiguen a cambio, como recompensa, el apoyo del pueblo”.
Andrés Manuel López Obrador.
El presidente lanzó su mensaje días después de repetir en su conferencia matutina que no tiene intención de reelegirse como y destacó como una paradoja que el autoritarismo es subversivo, ya que terminó empujando la Revolución mexicana.
Frente a militares en el zócalo capitalino, lanzó
“Ningún modelo económico funciona si se sostiene con las armas y si la prosperidad de unos pocos se sustenta en la esclavitud y el empobrecimiento de muchos».
Andrés Manuel López Obrador.
López Obrador hizo un repaso de la historia de México, pasó por el porfirismo, pueblos indígenas, origen del Ejército mexicano.
“Las llamadas campañas contra los mayas, mayos y yaquis fueron en realidad una segunda conquista, no menos brutal que la de 1521. Sin considerar la represión de los mayas y de otros pueblos indígenas, el gobierno federal empleó contra los yaquis cuatro mil 800 soldados y tres mil contra los mayos, o sea, la cuarta parte del Ejército. Esta guerra de exterminio, que significó asesinar a 15 mil yaquis, no sólo es la más infame prueba del carácter dictatorial del régimen porfirista, sino uno de los capítulos más vergonzosos de nuestra historia patria”.
Para justificar las condecoraciones y ascenso de los militares, el mandatario federal dijo que el Ejército surgió como una necesidad para restaurar la constitución ante el golpe de Estado de Victoriano Huerta y el embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson.
“Tengo en mi poder el cuestionario que todavía en 1916 debían llenar quienes deseaban ingresar al Ejército. Entre otras cosas, se les preguntaba si habían ocupado, cito textualmente, ‘un cargo en la época del dictador Porfirio Díaz o en la época de la usurpación del asesino y traidor Victoriano Huerta’. A lo largo de su historia, es más lo bueno de esta institución militar que los errores o sus manchas, muchas de ellas no atribuibles a los mandos militares, sino a los gobiernos civiles que en algunas ocasiones las han utilizado indebidamente, han utilizado a las Fuerzas Armadas para reprimir al pueblo”.
El mandatario mexicano exhortó a los militares ser leales al pueblo de México y amar a la patria. Al concluir el discurso presidencial, vino el toque de retiro en la plancha del zócalo para dar inicio al desfile militar.
“Arriba mi cadete” gritaban unos niños cuando venía pasar las cadetes de la Escuela Medico Militar. Ataviadas de uniforme pulcro, con una mirada de águila, las mujeres avanzan a paso de redoblado con el fusil en brazo.
Las cadetes no son las únicas ovacionadas. Los cadetes del Heroico Colegio de Aire también son aclamados por la población civil. Mientras esto ocurre, los militares con banderín en mano direccionan a los contingente para que no pierdan el control en la marcha.
La ceremonia del desfile empezó con honores presidenciales, luego vino la entrega de ascensos a 302 elementos del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana y 87 marinos al grado inmediato. Generales, coroneles y tenientes coroneles. Dos mujeres alcanzaron el grado de generalas de brigadier de servicios, la coronela médico cirujano Martha Santiago Torres, la coronela cirujano dentista María Dolores Domínguez Rocha.
Siete tenientes coronelas de servicio ascendieron a coronelas, las médicas cirujanas Carolina García Castillo, Esmeralda Miguel Quiroz, Patricia Martín Hernández y Guillermina Hernández Vázquez; y las enfermeras Irma Juárez Patiño, Flora Cañedo Laredo y Fátima Ugalde Aguilas.
Después de la entrega de condecoración a militares, la banda monumental de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la banda de guerra interpretó tres dianas en honor a los condecorados y ascendidos a grados inmediato.
Mientras los militares avanzaban hacía Campo Marte, en el monumento a la Revolución mujeres y hombres disfrutan el partido inaugural del mundial de Futbol, Quatar contra Ecuador, ahí, no hay memoria, no hay patriotismo más que la emoción mundialista.
En su turno al micrófono, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González, reiteró su lealtad y aludió a su actuar en seguridad pública y otras tareas, enmarcado en las normativas vigentes.
«Nuestra actuación se ajusta permanentemente al orden jurídico que dicta y emana del Poder Legislativo, órgano constitucional que ostenta la representación del pueblo de México».
Así como recordar el origen y principios del Ejército actual, casi un siglo atrás:
“Estos y otros grandes héroes representan para la construcción de México que hoy vivimos, en este contexto para restablecer el orden constitucional surge el plan de Guadalupe promulgado por Venustiano Carranza en 1913, con el respaldo del Congreso de Coahuila documento en el que se estableció el origen, creación y conformación de una fuerza armada organizada para mantener los derechos individuales, fomentar la paz y el progreso de la sociedad”.
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