Han pasado horas desde que concluyó el sexenio encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y aún están muy frescas las vivencias para saber con exactitud qué lugar ocupará en la historia nacional.
No estará del todo claro cuántas páginas con su vida y obra ocuparán en los libros que estudien los niños en la primaria, ni si se dirá de él que fue un reformador como Juárez o un traidor como el general Santa Anna.
Pero sí tengo varias certezas sobre el asunto. Primero, que su nombre no será como muchos que, en ese cargo, se desvanecieron en la narrativa patria. Si no me cree, googleé los nombres de Manuel de la Peña y Peña o de José Joaquín de Herrera; verá que fueron presidentes de México y nadie los recuerda. Andrés Manuel no será así.
La otra certeza que tengo es que, en el corto plazo, seguirá la polarización. Habrá quien tenga presentes los estrepitosos fracasos en salud y seguridad, y dirá que el tabasqueño pasará a la historia como uno de los peores, que nos hundió en la miseria.
Pero también habrá quien saque a relucir las políticas implementadas en los derechos laborales y en los programas sociales, que sí modificaron el día a día de millones de personas, para en su conjunto tener algunas de las mejores estadísticas mundiales de combate a la pobreza.
No crean que no tenemos antecedentes, mi ejemplo favorito es Miguel Hidalgo. El cura de Dolores fue un tipo apreciado en algunos círculos y despreciado en otros. Intelectual que bebió de las aguas de la Ilustración y políglota, entre otras gracias, pero murió excomulgado, lo que en su momento significaba reducir su condición humana; murió como traidor y delincuente, y años después la narrativa lo reivindicó. La ciencia histórica no es exacta.
Para aficionados y profesionales de la política, tener algunas referencias teóricas es indispensable, y Maquiavelo es un clásico que nunca dijo las frases gloriosas que le atribuyen los memes, pero otras ideas sí están ahí, en su Príncipe. Como aquella que afirma que el gobernante pasa a la historia por sus obras y no por su voluntad.
Hay varios proyectos cuyos resultados aún estamos lejos de conocer si rendirán los frutos de las buenas intenciones: el aeropuerto Felipe Ángeles, cuando se concluya su infraestructura; la red de trenes; la refinería de Dos Bocas y la Nueva Escuela Mexicana que con numerosas fallas en la instrumentación y con la irrevocable autonomía que tenemos los profesores de implementarla y hacerla funcionar, o en la adaptación a nuestra realidad, podremos demostrar que se necesitaban otras políticas.
Poner atención en la comunidad más que en el individuo, legitimar la diversidad de saberes, darles peso a conceptos como humanismo y pensamiento crítico… aún estamos lejos de saber los resultados.
Andrés tiene la voluntad de pasar a la historia. Me parece que lo que falta por definir es el rol que jugará en el relato.