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Crónica | Los gabrielenses viven días de temor

Por: José de Jesús Guzmán Mora, cronista de San Gabriel, Jalisco.

San Gabriel, Jalisco; 10 de junio de 2019. (Letra Fría)  Todo comenzó el domingo 2 de junio de 2019. El reloj de la torre parroquial marcaba las cinco de la tarde, o quizá un poco antes. La tragedia dio inicio con la suspensión del servicio eléctrico, enseguida se oyó un gran estruendo; parecía que del límpido cielo brotara ese ruido ensordecedor, mismo que hizo preguntarse a la población ¿Qué es ese ruido? ¿Qué se oye? ¿De dónde viene? ¿Qué está pasando?

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La respuesta fue inmediata: el río ha crecido.

Fue cuando el preocupado joven Noé Meza Galindo, montado en su pequeña bicicleta, empezó a recorrer las calles paralelas y perpendiculares al Río Salsipuedes –por la margen norte- alertando a la despreocupada población, de la que buen número se encontraba en la Unidad Deportiva presenciando un partido de fútbol entre la San Gabriel y la selección de Jilotlán de los Dolores.

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  • ¡Sálganse, háganme caso ahí viene el río! ¡Sálganse!

Y así fue.

Cinco minutos después las calles Basílica, Herrera y Cairo, Javier Mina, Mercado, Av. 5 de Junio, Gral. Jacinto Cortina, Concordia, Independencia, Miguel Montenegro y sus perpendiculares junto con la Plaza Juan Rulfo sufrieron el embate y furia de sus aguas frías y negruzcas; lodo, ceniza, árboles sacados de un solo golpe, animales muertos, vehículos flotando; muchísimas personas se vieron envueltos en una vorágine que no tenía fin. El caudal del río invadió otras calles como las de Evaristo F. Guzmán, Prisciliano Sánchez, José Mojica, Alarcón, Bucareli, López Cotilla, Quintana Roo, Torres Quintero y otras más.

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Las escenas superaron la ficción; en un instante los habitantes se vieron inmersos en una gran pesadilla. Las calles se fueron llenando de acontecimientos increíbles.

Los daños materiales son cuantiosos, casas inundadas, derribadas, imposible de habitarlas más; vehículos destrozados, devastados por la fuerte corriente. Fuerte olor a lodo, humo y ceniza. Algunas personas fueron rescatadas de entre el fango y la palizada.

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Y  lo insólito: ¡En San Gabriel no cayó una sola gota de lluvia!

Todo vino procedente de la Sierra de Apango, esa misma que vimos envuelta en llamas hace apenas dos semanas, lo que trajo el agua fue un gran cúmulo de árboles cortados por las manos del hombre, un lodo negruzco y cenizas producto de los incendios de las últimas semanas, rocas arrastradas por la fuerza enorme del agua buscando sus cauces naturales.

El saldo: la pérdida de cinco seres humanos, de ellos, dos no identificados y una señora desaparecida; hay una gran pérdida de bienes materiales, puentes destruidos o dañados, mucha tristeza, gran dolor, consternación y angustia y una gran impotencia al ver como el río dejó más de setenta vehículos destrozados, seiscientas casas parcialmente destruidas, sin un solo mueble o utensilio de cocina; hubo desorden y caos. Sufrieron daños parciales varios puentes peatonales así como El Puente Liso, El Puente Montenegro, que es el principal, y resultó muy dañado El Puente Nuevo, que será demolido.

Pese a todo lo vivido, el pueblo es muy solidario, hubo más de ochocientas cincuenta personas ayudando por todos lados; el gobierno estatal y municipal hace presencia y gira instrucciones para iniciar con lo primero: rescatar a los difuntos, buscar a los desparecidos, limpiar la zona, restablecer el servicio de energía eléctrica y agua potable, señalar albergues, proveer de lo más necesario, evaluar los daños.

El gobernador de Jalisco, ha expresado que se asignará un presupuesto considerable para resarcir los daños, su presencia resultaba indispensable para coordinar los trabajos.

Serán semanas y meses para revertir los daños, aliviar el dolor y salir adelante.

Antecedentes históricos. No es la primera vez que el río abandona su cauce natural; ya lo hizo aquél fatídico 5 de Junio de 1885; las zonas dañadas por el desbordamiento del río fueron la calle que hoy lleva el nombre de Av. 5 de Junio, (en memoria de aquella fatal fecha), la calle Miguel Montenegro hasta encontrar el arroyo de San Diego detrás del templo del Santuario y la antigua  Plaza del Comercio (hoy Plaza Juan Rulfo), que quedó llena de lodo, animales muertos y troncos de árboles. El puente principal resultó severamente dañado.

La prueba evidente de aquel histórico día lo tenemos en el testimonio del joven Paulino de la Cruz, de dieciocho años de edad, quien el día siete de junio de dicho año, manifiesta en el Registro Civil que sus padres doña Juana Larios, de cuarenta años de edad, murió ahogada por la creciente del cinco de junio y cuyo cadáver fue encontrado en una playa junto al Rancho de la Rosa, y solicita su inhumación; que aún falta que aparezca el cuerpo de su padre don Lorenzo de la Cruz, de cincuenta años de edad, que pereció en el mismo percance. Ambos fallecidos eran originarios del pueblo de Atoyac, Jalisco.

Los comisionados por el Alcalde Municipal de San Gabriel para reparar el puente fueron los señores don Mariano Morett Pinzón,  don Primo F. Villa  y  el Dr. Ygnacio V. González  Montes de Oca. También fue necesario levantar un muro de contención, en donde hoy está situada la Cruz de la Playita y su prolongación por la calle Mercado y el consiguiente galápago del lado norte a ambos lados del puente.

Una segunda  embestida la sufrió el Puente Montenegro el 19, 20 y 21 de octubre de 1890, en aquella ocasión las lluvias se prolongaron por más de cuarenta y ocho horas, el río salió de su cauce destruyendo parcialmente el galápago construido desde 1885 y alarmando gravemente al vecindario, se tomaron las debidas precauciones y no hubo daños que lamentar, se informó al Gobierno del Estado el lamentable incidente.

También resultó dañado parcialmente el Puente del Salto de La Guadalupe. En Jiquilpan dañó los cultivos, en rancho El Jardín y en Apulco dañó las huertas y las tabernas; las poblaciones quedaron incomunicadas por el destrozo de los caminos entre los pueblos de San Gabriel, Tonaya y Tuxcacuesco.

Para reconstruir ambos puentes se formaron dos comisiones en el Gobierno Municipal; una, integrada por los señores Primo F. Villa, don Esteban Ávalos, don Apolonio Pinzón  y don Gerardo Zepeda para reparar el puente de la Hacienda de La Guadalupe.

La segunda comisión estaba formada por don Severiano Soto Vázquez, don Crescencio Curiel Vizcaíno, don Ygnacio Sedano Díaz de Santana y don Mariano Morett Vizcaíno, quienes se encargaron de las reparaciones del puente principal en San Gabriel.

Otro de los episodios fue el sucedido el 1° de julio de 1988, debido a las fuertes lluvias en la serranía y el mal diseño y construcción de un vado en la margen del Río Salsipuedes al cruce con la calle José Mojica, el río salió de su cauce provocando destrozos  en varias casas cercanas. El vado fue destruido al siguiente año y se colocó el que actualmente se tiene.

Durante septiembre de 2013, la Tormenta Tropical Manuel, elevó considerablemente los niveles de agua del Río Jiquilpan provocando inundaciones en las propiedades de los habitantes que vivían cerca de sus márgenes, destruyó parcialmente el puente La Rosa que comunica a la comunidad de Los Ranchitos. Fueron días de mucha intranquilidad.

Hoy en día, la vorágine de los últimos acontecimientos ha sembrado temor entre toda la población. Y eso, que aún no lleve en el pueblo que sirvió de inspiración a Juan Rulfo; hay incertidumbre, qué más le espera a sus moradores cuando el temporal de lluvias comience con todas sus manifestaciones.

La gente le llora a sus muertos y a los desaparecidos; pese a todo, hay decenas de historias de solidaridad y valentía.

Los nombres de los héroes con nombres, rostros y brazos, se cuentan por cientos.

Los medios de difusión han expandido por todo el continente la fatal noticia; San Gabriel está en los titulares de los periódicos y es motivo de noticias en muchos canales de televisión. Hay muchos reporteros y periodistas rescatando historias de los afectados, señalando los últimos avances en los temas de limpieza, hay cientos de trabajadores de diversas dependencias federales, estatales y municipales trabajando en favor de la población.

A cinco días de la catástrofe, hay cierta confianza en que la siguiente crecida del río a nadie tomará por sorpresa, todo mundo tiene su mirada en las nubes, en el cauce del río, en las pocas pertenecías que tendrá que llevar consigo en el momento de abandonar sus hogares; se ha hecho recuento de todas las historias vividas. Está pendiente de las últimas noticias y del estado del tiempo.

Se ha roto la tranquilidad de este pueblo profundamente católico que espera que el Señor de la Misericordia de Amula, escuche sus súplicas  y oraciones, que con sus brazos abiertos le siga protegiendo. 

¡Que el gran arquitecto del universo, nos sostenga de su bendita mano!

MA

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