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Cuzalapa unió a locales y visitantes en el noveno Festival del Café

La propia vida del festival refleja la riqueza del encuentro, mientras hay un taller en la sala Tlapaltlalli al interior de la Casa del Café, afuera hay una exposición y atrás se escuchan los cantos del temazcal: “como soy me presento ante ti, a entregar mi corazón que es lo único que tengo…” entre el sonido de una ocarina y un tambor.

Cada vez más la comunidad de Cuzalapa se involucra en el Festival del Café. Foto: Susana Rodríguez

Cuautitlán de García Barragán, Jalisco.- Aunque hay muchos días de preparación antes de llegar a ese momento, la madrugada del sábado 9 de marzo pasado, la calle principal en el corazón de la comunidad nahua de Cuzalapa en Cuautitlán de García Barragán latió al ritmo del café orgánico compartido.   

Las mujeres del colectivo Color de la Tierra que han resistido durante 24 años representando a su comunidad convocaron a propios y extraños -que subieron a las entrañas de la sierra- para la 9na. edición del Festival del Café, una pequeña gran ventana que la comunidad indígena abre para mostrar a la población mestiza el valor de conservar y luchar por lo propio.

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Las mujeres de Cuzalapa a través del trabajo organizado en colectivo, con el respaldo de la Universidad de Guadalajara a través también de la Unidad de Apoyo a las Comunidades Indígenas (Uaci), del Centro Universitario de la Costa Sur, la Reserva de la Biósfera de la Sierra de Manantlán, el gobierno municipal de Cuautitlán; otros colectivos independientes y organizaciones abren este espacio de intercambio donde la comunidad muestra y comercializa sus productos.

Además de ser una oportunidad para compartir y mostrar las fortalezas que prevalecen en esta comunidad y en su forma de vida que reflejan la fuerza de las raíces y la historia que la sostienen.

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El primer festival de Don Esquivel

A los costados de una calle empedrada con huellas de concreto que va hacia arriba y no se alcanza a distinguir donde termina, está la Casa del Café, enfrente se encuentra un terreno propiedad de don Esquivel Rodríguez que es un gran espacio vivo que año con año usan como una extensión para las actividades del festival. En esta ocasión fue por primera vez cocina.

Desde el primer festival, este terreno lo han usado como lugar de exposiciones, varias actividades académicas, culturales y en este noveno festival por la noche resguardó el sueño de algunas de las personas asistentes y de las mujeres del colectivo.

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Cuipala

Para don Esquivel este fue su primer festival porque los años anteriores él no estaba en la comunidad para estas fechas. Al igual que muchas de las personas de la comunidad disfrutó de la comida, de la música, intercambió conversación tanto con sus conocidos de Cuzalapa como con los invitados, incluso abrió las puertas de su casa a los visitantes.

Un abrazo a don Abel Vargas

Un momento emotivo del festival fue el homenaje póstumo al cronista Abel Vargas. Foto: Susana Rodríguez

Posterior al acto inaugural del festival al que acudieron diversas autoridades, se abrió un espacio por demás emotivo para hacer un homenaje póstumo al cronista Abel Vargas Ávalos, quien se vinculó de manera cercana con el municipio de Cuautitlán y muy en particular con la comunidad de Cuzalapa y el colectivo Color de la Tierra.

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Hasta antes de que acabara el año 2023, estaba previsto que el cronista Abel presentara dentro del festival su libro recién editado “Cuzalapa: herencia cultural”, sin embargo la vida tenía preparados otros planes para él.

En su ausencia física estuvieron presentes su hermano y presidente de la Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Jalisco, Pedro Vargas Ávalos; el vicepresidente de esta misma agrupación, Carlos Martín Boyzo Nolasco; el cronista de Autlán de Navarro y colaborador de Letra Fría, Guillermo Tovar Vázquez y una de las hijas del maestro Abel, Perla.

Tanto para la familia como para las mujeres del colectivo, el maestro Abel estuvo presente en este momento -aunque no físicamente- pero sí con toda la riqueza y amor que dejó plasmado en la tierra de esta comunidad. Rosa Elena Ramírez Pizano, una de las integrantes del Color de la Tierra, así lo vivió.

Evocar sus andanzas y su amor por Cuzalapa lo hizo presente en este festival donde ya estaba contemplado que interviniera.

Ocho cocinas, una sola intención

Uno de los espacios importantes en el festival son las cocinas. Foto: Susana Rodríguez

El sentido comunitario es algo que se observa desde el momento de llegar a Cuzalapa, se ve en los puestos al lado de la calle principal y en las cocinas de las que salen las personas con sus termos mientras otras están sentadas a la mesa desayunando.

Da la impresión de llegar a la casa de la abuela, esa, en la que toda la familia se siente en confianza y mientras las niñas y niños juegan en el patio, las personas adultas resuelven el mundo sentadas frente a un plato de frijoles o un jarro de café.

Además de las familias integradas en el colectivo el Color de la Tierra, el Festival del Café es una ocasión que convoca a la comunidad en general.

Este año a lo largo de la calle principal se instalaron alrededor de ocho cocinas en los patios y cafetales de las familias, incluso ya estaban esperando con ansia la llegada de esta fiesta.

«A poco no va a haber festival» decían las mujeres

El año pasado (2023) el festival se realizó en febrero, pero en esta ocasión decidieron programarlo a inicios de marzo porque en todos los años, la intención ha sido que no ocurra en las mismas fechas o muy próximas al carnaval de Autlán.

Pero incluso algunas mujeres ya desde principios de febrero empezaron a preguntar por el festival porque pasaban los días y creyeron que no iba a realizarse.

“Ay a poco no va a haber festival este año, ya estamos en febrero y no se ha anunciado nada, es que yo ya me preparé, sembré este año maíz negro, sembré maíz blanco y tengo maíz guino, ese no lo sembré pero lo conseguí especialmente para hacer las tortillas porque la gente me las pide”, compartió en entrevista para Letra Fría, Rosa Elena Ramírez Pizano, una de las integrantes del Color de la Tierra.

De la historia a los hechos

El Festival del Café surgió a raíz de una muchachita -Zuleima Rodríguez- hija de un cafetalero de ahí de Cuzalapa que estudió turismo y les propuso a las mujeres del colectivo hacer “una fiesta” para darlas a conocer y aprovechar la oportunidad para ofrecer y vender los productos de la comunidad. Todas las mujeres estuvieron de acuerdo en que se hiciera algo.

“(En el año 2016) se hizo el primero y ahí la misma gente, como maestros dijeron ah miren yo sé hacer esto, puedo presentar esto, yo tengo conocimiento sobre esto… estos festivales son como un granito de arena entre estudiantes y maestros a quienes no les pagamos ni un peso… les ofrecemos un cafecito o un tamal”, comentó Rosa.

Con el paso de los años el festival se ha fortalecido, es de toda la comunidad y también de la gente que viene de fuera, ahí se comparten tradiciones, creencias, alimentos, formas de ver la vida y conocimientos.

Lo más “tardado” en el proceso de gestación de cada festival es establecer la fecha en que va a realizarse, porque una vez poniendo los días, empiezan a surgir las propuestas para armar el programa, de parte de las y los maestros de la Universidad de Guadalajara, los colectivos y el interés de la propia comunidad que ha ido en aumento.

Este año acudieron personas de Puerto Vallarta, Ciudad Guzmán, Guadalajara, Autlán, El Grullo, varios municipios de alrededor de Cuautitlán y algunos grupos de extranjeros.

Los aprendizajes del festival

Después de nueve años consecutivos de realizar el festival, ya empiezan a notarse algunos de los aprendizajes que ahí se han compartido. Rosa que vive a diario en la comunidad los tiene muy identificados y los compartió con Letra Fría.

Por ejemplo, a través de las actividades encaminadas a conocer las aves; las observaciones, las exposiciones fotográficas, talleres, dinámicas con niñas y niños se logró erradicar una vieja práctica de matarlos con resorteras y esto derivó en que cada vez la comunidad tiene más aves que incluso interactúan en las casas con quienes las habitan.

“Antes todos los niños su hobbie era la resortera… porque era parte de esa costumbre, en esa etapa era parte de la vida traer tu pajarito y asarlo, era parte, pero tanto fue esa práctica que disminuyeron las aves”, comentó Rosa.

En Cuzalapa hay pericos, chachalacas, mirlas, coas, momotus, cocochitas y muchas más que en cada festival tanto la gente de la comunidad como los visitantes tienen la oportunidad de mirarlas en su hábitat a través de recorridos guiados por especialistas.

La participación de maestras, maestros y estudiantes de nutrición, turismo, recursos naturales y otras especialidades aportan conocimientos y formación; y a su vez ellas y ellos también dicen que aprenden siempre mucho de la comunidad.

A través de los ajenos aprendieron a valorar lo propio

Las mujeres de Cuzalapa recuperaron el uso del mojote. Foto: Color de la Tierra

Otro resultado de este proceso de intercambio ha sido valorar más lo propio y lo local, principalmente los alimentos: las tostadas, las mermeladas, el atole, los derivados del mojote que ya se habían dejado de utilizar (pan, atole, galletas).

“Fuimos abandonando un verdadero alimento, fuimos abandonándolo, dejándolo de lado y empezamos a hacer cambio en nuestra alimentación a tal grado que ya habíamos dejado de lado el mojote solo para los animales, pero lo recuperamos y se volvió a investigar y a rescatar el uso y consumo de este valioso alimento”, dijo Rosa.

El pipían es otro alimento que se había perdido porque su elaboración es muy laboriosa, es importante para las ceremonias y fiestas, sin embargo se estaba perdiendo la costumbre de hacerlo y consumirlo y ahora a partir del festival, es uno de los alimentos principales que incluso se ofrece a quienes visitan la comunidad.

“La demanda fue haciendo que necesitáramos las cosas, irlas consumiendo nosotras mismas e irlas ofreciendo”

Para Rosa esto es resultado de los talleres y la intervención de los investigadores en la comunidad, la conciencia a la larga sí funciona.

La noche cae, pero el ánimo nunca

En el foro artístico se presentan jóvenes de la comunidad y artistas foráneos. Foto: Susana Rodríguez

Una parte importante del festival son las actividades artístico-culturales, para las cuales se instala especialmente un foro afuera de la Casa del Café, la tarde del sábado 9 de marzo se presentaron ahí grupos locales y otros venidos de Guadalajara y de otras latitudes.

El agradecimiento es uno de los gestos que más unen a las personas y el festival comienza, termina y se nutre de las gratitud constante a la vida, a la madre tierra, la naturaleza, la fortaleza de las mujeres, la comunidad.

Antes de comenzar las actividades culturales del foro hubo un ritual de agradecimiento a los cuatro puntos cardinales, a la tierra, al cielo y a cada una de las personas que ahí se encontraban por permitirse vivir esa experiencia, después vino la alegría.

Banda, reggae, folklor, cantos tradicionales, cuentos que hablan de los ancestros y mientras el panorama se iba oscureciendo, los rostros de los asistentes se iban iluminando y la calle se iba llenando de personas.

Esa noche concluyó con una cena ofrecida por las manos de las mujeres del colectivo, también como un acto de agradecimiento por el intercambio.

Una fiesta que transforma

El festival ha sido una oportunidad para fortalecer la economía de la comunidad, ha favorecido el proceso de apropiación y reconocimiento de las riquezas locales de Cuzalapa que no solo se comercializan durante los días de la fiesta, sino en todo el año.

En el colectivo Color de la Tierra trabajan 15 mujeres acompañadas de sus familias que durante el festival se convierten en muchas más.

La Casa del Café funciona todo el año, las mujeres se organizan de dos en dos para atenderla y además de los productos que siempre tienen, hay otros que son de temporada como el mamey, guamúchil, tomate, verdolagas, ejote, calabazas y demás.

Esta fiesta se ha convertido en un espacio que permite ver a propios y ajenos, como a través del trabajo organizado de una colectiva de mujeres se está recuperando y conservando la riqueza biocultural de la comunidad indígena de Cuzalapa en el municipio de Cuautitlán de García Barragán.

Incluso la propia vida del festival refleja la riqueza del encuentro, mientras hay un taller en la sala Tlapaltlalli al interior de la Casa del Café, afuera hay una exposición y atrás se escuchan los cantos del temazcal: “como soy me presento ante ti, a entregar mi corazón que es lo único que tengo…” entre el sonido de una ocarina y un tambor.

Al final, antes de que todas las personas vuelvan a su normalidad, la mística de la sierra se hace presente en el ritual de despedida donde las manos de quienes asisten se estrechan igual que las miradas, cada quien decide cómo da las gracias y así, entre cantos y música ancestral, se manifiesta la alegría por esta oportunidad y se vislumbra la siguiente.

Tengo más de veinte años contando historias -o quizá a estas alturas del partido ellas me cuentan a mi-. He trabajado para diferentes medios, casi todos escritos y algunos radiofónicos. Busco que el periodismo mueva algo en mí, en las demás personas, en la sociedad. Creo en el periodismo hiperlocal, este que hacemos aquí, que impacta.

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