Este martes, Oswaldo Ramos aborda el debate de los servicios de salud en Jalisco y el reciente programa del gobierno federal (INSABI).
Por: Oswaldo Ramos López
Autlán de Navarro, Jalisco. 4 de febrero de 2020. (Letra Fría) Las acciones que tome un gobierno siempre tendrán beneficios o consecuencias para la población, según el enfoque y la visión que se dé a las agendas y a la toma de decisiones.
Partiendo de lo anterior, es necesario precisar que cada orden de gobierno y las instancias que de cada uno emanen, deben tener siempre en consideración de qué manera impactarán a la población con las políticas y acciones que emprendan, analizando si lo que se está privilegiando es la política en bloque o el beneficio social, a partir del sentido común y la empatía. Entendiendo entonces que de ello depende la posibilidad de que las personas reciban atención médica, educación de calidad o que los programas sociales sean progresivos e incentiven la autogestión y el desarrollo de capacidades.
En su actuar, y en el caso de los servicios del sector salud, el gobierno de Jalisco sigue sin entrar en una arena donde definitivamente se abra al diálogo y a la búsqueda de alternativas. El tema sigue siendo la no adherencia al Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y el argumento se desarrolla bajo la tónica del «Ya basta de cabezas agachadas« y «La rectoría de la salud no se puede delegar a la federación«; criterios que resultan difíciles de justificar, más aún porque no obedecen a un enfoque social bien estructurado, es decir, no se señala de manera congruente el porqué Jalisco no debe incorporarse al INSABI, lo que de entrada implica el riesgo de dejar desprotegidas a las familias jaliscienses que requieran de los servicios de salud a cargo del Estado.
Parte de la negativa también se encuentra en planteamientos como el de la distribución y aplicación de recursos y evitar la centralización en la operación y provisión de los servicios de salud en la entidad, aspectos que resultan entendibles, pero la vía correcta para aclarar estos temas es la del diálogo, que no se encuentra a la vista.
Hay que reconocer que nuestro estado tiene un esquema de salud diferente a otras entidades, es decir, más robusto. Sin embargo, insisto, esto no significa un argumento del todo válido. Lo señalé en mi columna pasada, «La voluntad política siempre será definitoria», y aquí hay pocas claridades en la capacidad de dialogar y de negociar opciones viables, lo que nos lleva a encontramos con un escenario más de hostilidad. Sin duda, nuestro estado ha sido también el centro de atención sobre cómo las personas más cercanas al presidente de la república han sido señaladas por actos de corrupción en el sector salud; esto llena de sesgos el debate, pero mientras se soluciona un tema de voluntad política, miles de habilitantes padecen de la atención médica. Claramente las prioridades están mal definidas.
No debe olvidarse que el bien que se persigue es mayor que cualquier debate que pase por diferencias políticas, ese bien mayor que se busca es tener un Sistema de Salud Universal en nuestro país, y ante las dudas que ha arrojado el pasado, lo que en este caso debería buscarse es la generación de acuerdos y la suma de voluntades que lo hagan posible.
Uno de los primeros pasos en la apuesta por el INSABI es el de su implementación efectiva para dar un segundo paso que apunte hacia la gratuidad en institutos y hospitales de alta especialidad, apuesta que desde luego es grande y que por lo mismo no debe verse afectada por diferencias que pasen por lo político. Además, las dudas que genera la no adherencia de Jalisco al INSABI coincide con posturas de una oposición que al momento no ha sabido hacer frente al gobierno federal y que ha batallado por dotar de legitimidad a su discurso.
Más allá de quién tenga la razón debe existir un debate sumamente amplio y con visión social, que no permita que la discusión política y la denostación pública terminen por afectar y truncar acciones que tengan como objetivo el bienestar social.
LL/LL
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