Por: Aimee Gabay | Mongabay Latam
Guatemala.- Todos los viernes a las 7:30 de la mañana, María Isabel Aguilar vende sus productos orgánicos en un mercado artesanal de Totonicapán, ciudad situada en el altiplano occidental de Guatemala. Presentados sobre una manta multicolor tejida a mano, sus brócolis, coles, papas y frutas están cuidadosamente organizadas en cestas hechas a mano.
Aguilar forma parte de una cohorte de campesinos que participaron en escuelas de agroecología dirigidas por agricultores en su comunidad. Como una manera de salir del ciclo de hambre y de pobreza, aprendió principios ecológicos de siembra, conservación del suelo, almacenamiento de semillas, propagación y otras prácticas agroecológicas que le han proporcionado mayor autonomía, autosuficiencia y mejora de la salud.
“Aprendimos a elaborar insecticidas para ahuyentar las plagas”, dice. El proceso, explicó, implica un cóctel puramente orgánico de ajo, chile, cola de caballo y otras hierbas y hojas, dependiendo del tipo de insecticida que se necesite. “Hay que poner todo esto junto y dejarlo reposar varios días antes de aplicarlo, y así las plagas no vendrán… También aprendimos a preparar fertilizantes que ayudan a mejorar la salud de nuestras plantas. Usamos las hojas de árboles o plantas medicinales que tenemos en nuestros jardines y los aplicamos a nuestros cultivos y árboles para que nos den buenos frutos”.
La expansión de la agricultura a gran escala ha transformado las tierras ancestrales de Guatemala en plantaciones intensivas de monocultivos, lo que ha provocado la destrucción de bosques y prácticas tradicionales. El uso de fertilizantes químicos nocivos, incluido el glifosato, prohibido en muchos países, ha destruido algunos medios de vida y causado graves daños a la salud y al medioambiente.
Para combatir estas tendencias, organizaciones de todo el país han puesto en marcha una práctica denominada campesino a campesino. Con ella buscan revivir las antiguas tradiciones de las familias campesinas de Guatemala. Con la implementación de escuelas de agroecología, han ayudado a las comunidades indígenas y locales a abordar los problemas actuales del desarrollo rural a través del intercambio de sabiduría, experiencias y recursos con otros agricultores que participan en el programa.
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