Por: Néstor Daniel Santos Figueroa
El Grullo, Jalisco. 23 de marzo de 2022. (Letra Fría) Caminar es una de tantas acciones cotidianas que las personas hacen de manera automática, sin detenerse a pensar cómo ni por qué, simplemente lo hacen, caminan para ir de aquí para allá, de la cocina al cuarto, a la tienda de enfrente, al salón de clases, a la taquería de la esquina. Parece demasiado fácil ya que para hacerlo sólo basta con ponerse de pie y echarse a andar; es, de hecho, tan sencillo, que es posible hacerlo desde el primer año de vida.
¿Es realmente así? El proceso es, estilos personales aparte, el siguiente: en primer lugar, hay que mantener la vertical con los pies en el suelo y las piernas sin flexionar, por lo que resulta en extremo indispensable contar con ambos pies y con las piernas de las que son el extremo inferior, así como que ambas tengan el mismo largo y ancho. También es deseable que la planta de los pies cuente con esa curvatura llamado arco para facilitar el proceso. Una vez en posición vertical hay que dar los pasos, para lo cual necesitamos adelantar un pie levantándolo ligeramente del suelo mientras el otro sostiene el peso del cuerpo hasta que el primero se posa nuevamente en el piso, después se debe adelantar el pie rezagado, también con una ligera flexión de la rodilla, esto para que la punta del pie no roce el piso y provoque un tropiezo, por lo que es importante que las rodillas estén en condiciones óptimas.
No es mi deseo extenderme en este ejercicio cortazariano, la idea que rondaba en mi cabeza tenía que ver con el hecho de la necesidad de estar en buena condición física para caminar, ya que cualquier detrimento en este aspecto va directamente al ánimo, al deseo de hacerlo, y vaya que, además, el mundo moderno y la vida en las ciudades nos han enseñado que no es necesario caminar, que basta subir al coche, al transporte público, a la bicicleta, para trasladarnos a los sitios cotidianos. Limitamos nuestras caminatas a distancias mínimas indispensables, cualquier destino que esté más allá del límite nos hace pensar en el esfuerzo, en el cansancio, en la posibilidad de un asalto… factores que pueden pesar más que una rodilla anquilosada, que una artritis o cualquier lesión, temporal o permanente.
Perder el ánimo para caminar cuando se tienen las condiciones para hacerlo puede ser una de las situaciones más tristes que una persona atraviesa en su vida. Nos regocijamos con historias de superación como la de la chica que a pesar de perder una pierna volvió a surfear; nos emocionamos con los triunfos de los atletas paralímpicos mexicanos comparándolos con los atletas “normales” que lo tienen todo y ganan nada; reímos con el video del entrenador de un gimnasio improvisado en un barrio popular que se hizo viral en tik tok animando a sus pupilos con ese “es sin miedo al éxito papá”; e irónicamente hacemos todo esto sentados frente a un dispositivo diseñado para robarnos el ánimo de salir a la calle, al mundo, porque todo lo podemos encontrar ahí.
Se dice que caminando se conoce el mundo, la inmovilidad sólo nos deja con lo que tenemos a la mano, inmediato. Salir a la calle y caminar nos permite alcanzar nuevos lugares, tocar nuevos objetos, conocer nuevas personas. Quien no camina corre el riesgo de no pensar nada nuevo, de no cuestionar su realidad y sus creencias. Caminar es abrirse al descubrir, a lo desconocido, a lo mágico, a lo maravilloso. Nos hace abandonar un mundo que creíamos fijo e inmutable para redescubrirlo como algo inmenso, mostrándonos a la vez que podemos ir más allá de nuestros propios límites.
Sin embargo, el caminar no hace al caminante, si bien es importante para la buena salud, esa caminata para ejercitar al cuerpo exige abstraerse del mundo, concentrarse en los pasos, en la respiración, en el ritmo cardíaco, en la distancia y el circuito del recorrido. El caminante, el buen caminante lo hace en calma, hacia lo desconocido, se deja guiar, pero se permite perderse, se da tiempo para el azar, le da espacio a lo desconocido en su vida cotidiana; se pierde en el camino para tomar atajos por zonas que no conoce, para descubrir nuevos lugares y personas.
Hay una frase que sacaré de contexto, en una escena de la película Perfume de Mujer, el teniente coronel Frank Slade, interpretado por Al Pacino, dice que “no hay nada tan cruel como un espíritu amputado, no hay prótesis para eso”, la dice en un discurso sobre la integridad moral, pero basta y sobra para reflexionar sobre hasta qué punto nos hemos dejado amputar el ánimo de salir a caminar, creyendo que tenemos el mundo en la palma de la mano.
Gracias a Letra Fría por invitarme a seguir caminando en este oficio de la escritura y el periodismo. Gracias por la oportunidad de compartir de nuevo este espacio con sus lectoras y lectores; de contribuir al debate; de aportar un grano de arena en la construcción de una sociedad libre, informada y crítica de la realidad en la que vive.Una sociedad no puede ser libre si no conoce la realidad de lo que sucede, y te invito a ti, lectora, lector, a caminar conmigo en libertad.
MA/MA
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