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Ira | Simpatía por el débil

Por: José D. Medina García

Ira: Lo que causa dolor o aflige, problema, irritación, pesar.

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Indicadores físicos según Darwin: aumento de la frecuencia cardiaca, sonrojo, contracción de las pupilas, abrir mucho los ojos, brillo de los ojos, respiración agitada, dilatar los orificios de la nariz, hinchar el pecho, poner los brazos en jarras, hacer aspavientos, hablar con agitación o rápidamente, echar espuma por la boca, apretar los labios; a veces, mostrar los colmillos de uno de los lados de la boca.

Para la investigadora Carol Travis la ira, tiene causas y efectos físicos y mentales, lo cual, se deduce del hecho de que quizás tenga su origen en los segmentos límbico o neocortical del cerebro, en el primero se alojan las emociones y los impulsos racionales; en el segundo el intelecto racional. 

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Para algunos pensadores la ira degrada al ser humano en el sentido de que rebaja a quien la experimenta al nivel de la bestialidad, esto es, que supone una pérdida de dominio sobre uno mismo.

Cuando estamos en grupo la ira se puede manifestar en una revuelta colectiva, en el seno de la multitud el ciudadano se siente protegido, es posible que nunca llegue a saberse quien tiró el primer ladrillo, pero en cuanto varios ladrillos empiezan a volar resulta imposible distinguir a los que los arrojan de los que solo gritan insultos o bravatas.

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El personaje

Esta vez el personaje será mi amigo Roberto, resulta que hace años cuando aún existía el equipo de futbol Gallos de Jalisco, y que anteriormente había tenido sus viejas glorias bajo el nombre de Oro, jugaba de local en el entrañable Estadio de Jalisco, al cual identifico como un padre amoroso que me recibe cada que voy, y aunque tarde mucho tiempo en ir, siempre me espera con sus butacas abiertas. Pero el asunto es que se jugaban las semifinales de la segunda división, contra el Unión de Curtidores, estábamos en la porra de los Gallos ya que nuestro amigo Juan Cedillo era fanático de los mentados Gallos, que para variar iban perdiendo y como siempre, pues había que mentarle la madre al árbitro porque no había marcado un penal a favor de los plumiferos, ya con el vuelo de más de 9, 10 cervezas nos sentíamos muy bravos, pero Roberto estaba furioso.

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Les empezó a gritar insultos a los policías que estaban en la cancha, hasta mentadas de madre y cosas como: ¿y tú que me ves baboso? L os policías ni se inmutaban, pero no nos dejaban de ver. Yo también grité una que otra malandrinada.

Terminó el juego, perdieron los Gallos, íbamos saliendo por el túnel cuando unos 8 policías corriendo en sentido contrario al flujo de la gente, nos apañaron, nos separaron del grupo y nos llevaron a espaldas del estadio, donde estaba más oscuro y casi no había gente. Ahora eran ellos los que tenían la respiración agitada, hablaban con rapidez. 

A mi no me fue tan mal, pero a ambos nos gritaban: «no que muy cabroncitos… a ver, ahora sí miéntame la madre». A Roberto se le acercó un policía sudoroso y quitándose el casco y todos los cachivaches que traen colgando, le gritó: «tú que eras el más caliente, te vas a aventar un tiro conmigo»… otro policía dizque fúrico me dijo «y usted pinche güerito escoja: o un tiro conmigo o cien lagartijas»… no pus cien lagartijas, jefe…. (pues sí…¿no?) y me dice con unos gritotes: ¡Sí cabroncito! Pero encuerado… Voltee a ver a Roberto el cual ya había cambiado de emoción. Tenía miedo, yo tambor. El policía boxeador hacía lo que en el ambiente boxístico le llaman “sombra”, son como movimientos que simulan tirar golpes al aire, moverse. 

Yo ya me estaba quitando los pantalones y Roberto se ponía dizque en guardia, cuando el que parecía su jefe nos dijo: vengan para acá par de cabrones, ¿Creen que es muy fácil estar allá abajo en la cancha oyendo sus pendejadas? Pues no. Para la próxima que insulten a alguien desde la cobardía del anonimato, piénsenlo dos veces. ¡Órale cabrones… a chingar a su madre!

El más iracundo le dijo al jefe: «¿A poco se van a ir así nomás… de perdida 80 lagartijas cada uno y en calzones?». El jefe se dio la vuelta como diciendo ahí hagan lo que quieran… y bueno lo que querían era vernos temblando de frío, hasta la borrachera se nos había bajado, ya como en la lagartija número 20 Roberto empezó vomitar, y yo exhausto le dije al azul: ¿Qué? Pus ya estuvo, ¿no? 

Se escuchó un silbato, les hablaban para abordar sus camiones e irse a la… estación.

Se podría decir que en unos minutos pasamos de una emoción a otra, también ellos. Ja ja.

Ahora me da risa y hasta me regodeo en el recuerdo, pero la verdad se nos dio una buena lección que yo la traspolaría al periodismo o a las opiniones difamantes, arteras: Lo que escribas o lo que digas negativamente de una persona, por más iracundo que estés, tendrás que ser capaz de hacerte responsable de tus palabras y pensar si se lo dirías de frente, en su cara.

El poema

Planeta infectado

Esa pequeña

esfera azul que ves ahí

rodando, girando y llorando

está

infectada 

de dolor,

predomina la ira

la injusticia 

el COVID y la guerra.

MA/MA

Historiador y escritor. Ha publicado en diversas revistas, medios y modalidades. Es profesor investigador titular de la Universidad de Guadalajara.

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