Por: Maricela Páez Gutiérrez
Guadalajara, Jalisco. 22 de febrero de 2018. (Letra Fría). – La caballada está flaca, así lo expresó el ex gobernador del Estado de Guerrero Rubén Figueroa hace varias décadas para señalar los bajos perfiles, méritos y capacidades de quienes buscaban contender en la elección presidencial de 1975. Si viviera Figueroa diría que la caballada de las elecciones del 2018 no sólo está flaca, sino que padece de grave desnutrición.
Las personalidades que poco a poco se van definiendo para la contienda electoral que se avecina no dejan de sorprendernos; en muchos casos no hay experiencia, no hay vocación política, no hay preparación ni recorrido social; en algunos perfiles hay señalamientos por su pésimo desempeño como ex funcionarios públicos, sin embargo, por alguna razón, ocupan un espacio en la oferta política donde la resignación nos lleva a pensar en elegir los “menos malos”, porque gente que inspire para creer en la política simplemente no la tenemos a la vista.
Los casos más sorprendentes son de aquellos que en la confianza de su popularidad por haberse dedicado tiempo atrás a la farándula se postulan (con el pleno derecho que la ley les ampara) a cargos de elección popular; ¿Necesidad? ¿Oportunismo? ¿Interés genuino en la política? La verdad es que no lo sabemos, algunos son ex futbolistas, ex cantantes, ex actores, que buscan representar a la ciudadanía, ¿Desde qué lugar? ¿Qué posicionamiento social tienen? ¿Qué saben de política, de leyes, de administración pública? ¿Qué saben realmente de los problemas que tiene nuestro país? Muchos lo ignoramos, lo que sí sabemos es que su mayor mérito es ser conocidos y eso en las nuevas lógicas electorales se le llama “rentabilidad política”, es decir, no saben nada de la política, pero pueden ganar y los partidos quieren ganar, con quien sea, pero ganar y no necesariamente postular a los mejores hombres y mujeres de sus propios partidos.
La caballada está flaca y el desencanto crece y crece porque a todas luces se observa que para muchos ya inscritos, la política no es compromiso social, ni servicio; es la oportunidad de emplearse por determinado tiempo con privilegios inmerecidos, y entonces la política se desvirtúa, se abarata, no hay nivel, no se tiene exigencia, y, es que, si bien hay que reconocer que cualquiera tiene el derecho, también, sin duda debemos reconocer que en política no cualquiera vale, no cualquiera puede, no cualquiera merece representar a un país, porque acaban siendo un fiasco, un fracaso, que nos toca a todos los mexicanos pagar.
¿Cuántas “Carmelitas Salinas” más llegarán sin méritos, sin formación y sin vocación? Serán muchas y muchos, cuestión de tener paciencia, cuestión de esperar.