La última noche de 2019 en el Hospital Regional de Autlán | Crónica

Hospital Regional de Autlán en la víspera de Año Nuevo (Foto: Mayra Vargas).

La mayoría de las familias autlenses recibieron el Año Nuevo en una atmósfera festiva y entre sus seres queridos, pero el personal del Hospital Regional de Autlán sabe que, incluso en la última noche del 2019, los pacientes requieren de atención médica y deben estar ahí para brindarles los cuidados necesarios.

Por: Mayra Vargas

Autlán de Navarro, Jalisco. 1 de enero de 2020. (Letra Fría) 22:25 horas del 31 de diciembre. Faltaban menos de un par de horas para la medianoche y así dejar atrás el último día de 2019 e iniciar de manera oficial el 2020. Esta transición parece cotidiana para el Hospital Regional de Autlán, en cuya sala de urgencias, visible a media luz desde el estacionamiento, el personal de guardia atendía a quienes llegaban durante la última noche del año.

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Mientras otras familias autlenses brindaban y celebraban la llegada de un nuevo año, en el hospital, alrededor de 30 personas del turno nocturno atendieron a diversos pacientes, que como ellos no celebraron en familia el inicio de un nuevo ciclo. En su lugar, pasaron la noche en una sala de espera con rostros de preocupación y  desvelo, esperando noticias de algún familiar ingresado por urgencias o que se encontraba en piso. 

— ¿Siempre sí le van a dar el traslado a su hijo para Guadalajara? —preguntó una mujer a otra en la sala de espera, entre otras más que también esperaban noticias de sus familares.

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—Sí, al parecer sí se lo van a llevar —respondió la otra mujer con tono esperanzador, mientras acomodaba los papeles de su hijo en un sobre de plástico.

Hasta las 23:00 horas había un aproximado de siete personas en camilla de urgencias, dos en hidratación y otras más en medicina interna, terapia intensiva y ginecología.

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(Foto: Mayra Vargas)

El personal del turno nocturno, que ingresó a las 20:00 horas de este 31 de diciembre y salió a las 8:00 de la mañana del 1 de enero, vivió esta primera madrugada en servicio; como una joven enfermera, quien dijo que este día parecía normal, pues hasta las 23:00 horas no se habían presentado incidentes de gravedad a comparación de la víspera de Navidad.

—Estoy un poco triste, porque siempre queda la espinita de que quisieras estar con tu familia, pero así es esto y pues hay que atender —compartió una enfermera que tiene pocos años laborando en el hospital.

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—El deber es estar aquí porque este trabajo así es, no puede uno parar esto, es de 24 horas porque la gente se enferma, tienen accidentes a todas horas del día y pues se tiene que estar aquí  —expresó también un enfermero, mientras aceleraba el paso para entrar nuevamente al hospital, luego de un breve descanso afuera.

“Tragos de amargo licor” sonaba con norteño en vivo en la taquería de enfrente. Al compás, el estruendo de la pirotecnia resonaba junto con sus luces y destellos en las calles aledañas. Una chica se bebía un par de cervezas sentada afuera del hospital, mientras hablaba y lloraba por teléfono. La música fue la culpable de ese sentimiento.

A las 23:20 horas, en la televisión de la sala de espera, transmitían un programa especial por Año Nuevo que replicaba las cumbias de la Sonora Santanera. Ya no solo era el acordeón de la taquería de enfrente; la música también inundó ese espacio del hospital.

Una joven madre intentó dormir a su bebé afuera del hospital, pero entre el escándalo de la taquería, la televisión y el ruido de la pirotecnia, no tuvo éxito. Le dio un biberón y se encerró en el auto, mientras esperaban noticias de un familiar hospitalizado. A los minutos se fueron, quedando menos de diez coches estacionados.

La calle Matamoros que queda justo frente al hospital fungió como zona de arrancones. Dos veces pudo apreciarse a vehículos acelerando, compitiendo entre ellos, y consiguiendo llamar la atención de quienes se encontraban en los alrededores.

—Esta gente que agarra las calles para jugar sus carreritas. —Criticó un hombre que salió de la sala de espera para escuchar la música de la taquería, que ya entonaba “Mil horas”.

Adentro, una mujer pidió permiso al guardia de seguridad para recostarse en el suelo de la sala de espera, pues sintió náuseas de ver a su hermana tan mal en urgencias. El guardia accedió. La mujer se arrinconó y se cubrió con una cobija rosa, dando la cara a la pared y escapando del aire acondicionado.

La pirotecnia siguió consumiéndose de forma intensa. El cielo seguía iluminado y contaminado a la vez. A las 23:46 horas arribó una moto con una pareja; era la hija de uno de los intendentes que llegó de paso a darle el abrazo de Año Nuevo a su papá.

— ¿Dónde encuentro pañales para adulto a estas horas? —Llegó un hombre preguntando al filo de las 23:59 horas. El intendente le indicó la ubicación de una farmacia abierta.

—10, 9, 8, 7… —Se escuchaba la cuenta regresiva en el programa de televisión—. Ya son las doce, ¡feliz Año Nuevo!

En la sala nadie se inmutó. A los minutos salió un médico, quien de manera general dijo a las tres personas de la sala de espera, al guardia y a dos de los enfermeros, —feliz año— y salió sin más.

La pirotecnia incrementó su actividad. No se percibieron balas al aire, pero el sonido de los cohetes estremecía a quienes los escucharan. El ruido era tan fuerte que se colaba a través de las ventanas de la sala de espera, provocando más de un susto a quienes permanecían sentados.

(Foto: Mayra Vargas)

Oficialmente entró el 2020 y con ello mayor actividad para la sala de urgencias. Una mujer llegó en muletas, con los ojos llorosos, y junto con tres amigas, quienes la acompañaron luego de sufrir una caída y lastimarse el pie izquierdo.

Avanzada la medianoche, dos médicos salieron exclusivamente a dar el abrazo de Año Nuevo a las dos enfermeras en recepción, a las cuatro personas en sala de espera y al guardia, incluso a quienes estaba afuera.

Casi a la una de la madrugada, el guardia recibió una llamada. Era su hija, quien le deseó un feliz año:

—Hola hija… sí, te había marcado nada más para desearte feliz año… Sí, mañana los veo para desayunar. —Aceptó el guardia la invitación familiar.

La pirotecnia cobró su primera víctima. Un joven llegó con una gasa en su oreja derecha junto con dos amigos que lo acompañaban. Un cohetito le cortó parte de su oreja.

—¿Qué te pasó? —preguntó la enfermera.

—Pues un amigo aventó un cohetito y como que aventó una chispa y me cortó la oreja, me duele y me punza —explicó el joven inclinando su cabeza hacia la izquierda.

En minutos, el número de personas en la sala de espera incrementó a siete. Después llegaron dos parejas con sus bebés, una con fiebre, otra también visiblemente enferma. Un taxi dejó en la entrada a una señora mayor y a su hija, también para ser atendida por un malestar.

Enfermeros, médicos y personal de turno entienden el ritmo propio de la jornada, por lo que siguieron atendiendo durante la primera madrugada del 2020:

—Deseo que este año haya más superación, espero mejorar mis metas y espero también tener mejores oportunidades y avanzar como persona y trabajador —Auguró un enfermero para este nuevo año que recién inicia.

LL/LL                                                                                                                          

*Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente. Se prohíbe su reproducción si es con fines comerciales.

Mayra Vargas Espinoza es una periodista mexicana radicada en Guadalajara, Jalisco. Es coordinadora editorial del Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano (NCC Iberoamérica), miembro del Consejo Editorial de Letra Fría y responsable del área de Investigaciones Especiales. Principalmente cubre temas relacionados con la ciencia, entre ellos medioambiente y salud, además de comunidades indígenas y derechos humanos. Sus trabajos se han publicado en medios locales, estatales, nacionales y de América Latina. Forma parte de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia y de Chicas Poderosas México. En 2015 ganó el premio especial James Rowe al periodismo de investigación, otorgado por el Foro de Periodismo Argentino, mientras que en 2020 ganó el Premio Estatal de Innovación, Ciencia y Tecnología de Jalisco, categoría de divulgación científica, con el proyecto colectivo del NCC Iberoamérica. Cursó el taller internacional de periodismo cultural y técnico científico, organizado por la RAI Italia, junto con el Centro Italiano di Studi Superiori per la Formazione e l'Aggiornamento in Giornalismo Radiotelevisivo de Perugia.

Recibió mención honorífica en el 2do. Hackatón de Periodismo Científico e Innovación, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Guadalajara, Jalisco, también en 2015.

Ha publicado trabajos en diversos medios como Aristegui Noticias, en la revista digital Votán MX y Zona Docs.

Desde 2017 es miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia (Red MPC), con sede en la Ciudad de México y es miembro activo del Capítulo Juvenil Costa Sur de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco (BSGEEJ) desde junio de 2018.

Ganó el Premio Juventud 2019 en Autlán, Jalisco.

Periodista en Letra Fría desde 2013.

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