Por: Enya Roseli | Hablemos de Naturaleza
El Grullo, Jalisco.- Desde El Grullo, Jalisco, México, emerge la historia de Francia, una mujer cuya vida ha sido dedicada a descifrar los secretos de los ríos y sus habitantes más diminutos, pero indicativos: los macroinvertebrados, insectos acuáticos.
Francia, con 9 años de experiencia en el campo, ostenta el título de Doctora en Ciencias en Biosistemática, Ecología y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas. Su especialidad, no solo la ha llevado a monitorear los ecosistemas acuáticos con una lente única, sino también a compartir este conocimiento esencial con la comunidad, capacitándolos para ser guardianes de sus propios ríos.
El respeto, un valor que Francia lleva consigo en cada aspecto de su vida, se refleja en su trabajo y en la manera en que aborda el mundo natural. Este valor se convierte en el cimiento sobre el cual construye puentes entre la ciencia y la sociedad, fomentando una relación más armónica y consciente con nuestro entorno.

La naturaleza, el lugar común
Entre los retos diarios, Francia se encuentra con el dilema de la organización del tiempo y la priorización de proyectos. El mundo está lleno de ríos por explorar y conocimientos por compartir, y cada día es una oportunidad para marcar la diferencia. Sin embargo, su capacidad para navegar estos desafíos demuestra su dedicación y pasión por su trabajo.
Afortunadamente, ser mujer no ha representado un obstáculo en su camino profesional. Francia mantiene una postura firme ante cualquier adversidad potencial: hacerlo público y luchar por un cambio. Esta actitud no solo es valiente sino también un ejemplo de cómo enfrentar los desafíos, no solo para las mujeres en la ciencia, sino para cualquier persona en cualquier campo.
El mensaje que Francia desea transmitir trasciende género y edad: todos formamos parte de la naturaleza. Nos recuerda que dependemos de ella para todo: nuestro alimento, nuestro aliento, nuestro hogar.
Por tanto, es imperativo que cada uno de nosotros contribuya a su conservación. Este llamado a la acción no es solo un recordatorio de nuestra responsabilidad con el planeta, sino también una invitación a cuidar de nuestra casa común con el mismo amor y dedicación que ofrecemos a nuestros hogares y seres queridos.
La historia de Francia es un faro de inspiración, nos enseña que cuidar de los ríos y de la tierra es cuidar de nosotros mismos y un legado que todos deberíamos aspirar a dejar.