Rieleras y juanes, en esta realidad surrealista en que llega a la cumbre del gobierno del país más poderoso del mundo un criminal convicto, los mitos y leyendas nos vienen bien para establecer referentes en el imaginario humano y quizá tener un atisbo de entendimiento… aunque de verdad estas trenzas no encuentran explicación.
Narciso es un conocido personaje de la mitología griega que por su belleza menospreciaba a todas las personas… hasta que, como un castigo divino, al verse reflejado en un río se enamoró de sí mismo y murió al perder noción de la importancia de la vida por centrarse en su imagen.
Los estudiosos de la psicología han denominado narcisismo a las conductas humanas que se caracterizan por sentirse superiores a los demás de manera irrazonable. Seres que necesitan de la admiración de otros y se consideran merecedores de privilegios y tratos especiales, incluso si no han lograda nada.
El discurso de toma de posesión del ahora nuevo presidente de Estados Unidos es congruente con la narrativa e historia que ha labrado: amenazas, imposiciones, exageraciones, falsedades, alteración de cifras, promesas sin sentido.
Como si el escenario político mundial fuera un partido de póquer y él, el rey del blof. Palabra que según el diccionario de americanismos de la Asociación de academias de la lengua española significa apariencia, exageración o alarde de algo que no se tiene; persona o cosa revestida de apariencia que luego se revela falsa; trampa, engaño.
Otro mito que recuerda al personaje es el del rey Midas, cuya codicia y ansia por la riqueza, el poder y el ejercicio de la autoridad llevó a pedirle al dios Dionisio que pudiera convertir en oro todo lo que tocara, sin prever las consecuencias de tal deseo.
Y es que el discurso repetido en diferentes ocasiones y lugares por el mandatario estadounidense, centrado en la importancia de enriquecer a sus connacionales de manera exclusiva, menospreciando los acuerdos internacionales en materia de comercio, cuidado del medio ambiente y trato humanitario, tiene el eco de un Midas que sólo aprecia el valor del dinero, cuando sus amenazas de alzas de impuestos a las importaciones pueden desatar, como lo dijo el viceprimer ministro chino, Ding Xuexiang, una guerra arancelaria en la que no hay ganadores, y entonces el aprecio monetario también perdería perspectiva, como le sucedió a Midas al convertir a su hija en estatua de oro, reluciente, brillante, pero sin vida y sin atisbos de sentimientos y calor humano.
