Por: Vianney Martínez Pérez.
Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de marzo de 2022.- (Letra Fría). En la homilía del cuarto domingo de Cuaresma en la Catedral de la Santísima Trinidad, el obispo de la Diócesis de Autlán, Rafael Sandoval, reflexionó entorno al Evangelio de Lucas en el que se describía cómo Jesús contó la parábola del «Hijo Pródigo».
Para analizar en la misa dominical, el obispo cuestionó abiertamente a los asistentes: «¿Qué personaje de esta historia eres? Porque los niños, los santos y los pecadores comprendemos su significado. Y yo no soy niño ni santo, pero sí pecador».
La parábola del «Hijo Pródigo» es la ilustración de una relación entre un padre y sus hijos, el mayor que es obediente, y el menor, que deja su hogar. La historia tiene como fin enmarcar a quienes se han alejado de Dios y como él desea el regreso de éstos.
En el análisis brindado por el prelado, el mismo explicaba cómo el amor de los fieles hacia Dios, así como a quienes les rodean, debe ser desinteresado; en el ejemplo, expone que ambos hijos del hombre de la historia de la parábola no muestran cariño alguno hacia él, sino por su dinero, lo que no genera cambios ni crecimiento en sus vidas.
En el contexto de la explicación del amor, Sandoval se remontó a un recuento de hechos históricos que desencadenaron actos violentos, recalcando que, para transformar esa violencia, es necesario brindar amor al prójimo.
“La única manera en la que la sociedad puede cambiar es cuando se siente amada, porque las guerras brotan de un corazón que ha colapsado al recibir tantas ofensas”, dijo el obispo.
«La violencia se erradica con el amor»
De acuerdo con el obispo, estos grandes actos violentos históricos también tuvieron otro lado de la moneda, esa en la que activistas, políticos y grupos sociales decidieron tornar esa furia en amor.
Sandoval refirió a sus fieles que «la violencia se erradica con el amor», puntualizando cómo el perdón y la empatía hacia los prójimos encamina un cambio pacífico en la sociedad, por eso «Dios quiere cambiar el corazón del que ha sido agredido y del agresor».
Finalmente, el sacerdote reitero las herramientas del amor, que lleva consigo la empatía y el perdón, siendo así no solo un regreso a la paz, sino que también a la fe:
“La violencia suscita más violencia, brota de un corazón violento y la única forma de curarnos es darnos cuenta que Dios no es así”, remató.
A continuación, el evangelio comentado por el obispo, Rafael Sandoval:
Evangelio según Lucas (Lc 15, 1-3. 11-32)
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.
Edición: Gladiola Madera
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