Rieleras y juanes enero es un mes que se antoja para cambios y comienzos. Sin embargo, para ser revolucionarios con sentido primero debemos tener certeza de la razón de las modificaciones que queremos implementar. Preguntar es bueno.
No nos gusta la pobreza que viven la mitad de los mexicanos; no estamos de acuerdo con nuestro gobierno ni con las medidas que a veces implementa en pos del bien común; la violencia nos choca y la impunidad nos ofende; la burocracia cae mal y los potentados comerciales nos causan repulsión.
Recuerdan ustedes cuándo empezaron a preguntarse por las razones de lo que vivimos. ¿Alguna vez se lo han cuestionado? Estoy segura que al menos cuando se han visto en alguna situación de desesperación lo han hecho.
Los investigadores profesionales a través de la aplicación del método científico y cada uno de nosotros con practicidad cotidiana hemos aprendido que para resolver un problema antes es necesario saber su origen.
Analicemos
A los que tenemos 50 años y más –y hay quienes también un poco más jóvenes- nos criaron con un sino de obediencia irrestricta. Nos acostumbraron a hacer las cosas sin chistar y a apagar la chispa de ingenio que de niños tenemos y que por curiosidad nos llevaba a preguntar el porqué de las cosas.
Son evidentes las razones de cooperar en la casa, de ser prudente en una situación delicada y hasta la de callar ante las palabras necias. Lo que no es sano es obedecer sin pensar.
Por eso las palabras del filósofo venezolano Simón Rodríguez, “Enseñemos a los niños a ser preguntones para que pidiendo el porqué de lo que se les mande hacer se acostumbren a obedecer la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos”.
Cuestionemos
¿A cuántos gobernantes no les gustaría tener un pueblo que se reprime ante su mandato? ¿A cuántos apoltronados en la cima del costumbrismo se escudan en la frase “así se hacen aquí las cosas”?
No seamos limitados ni tontos en nuestra acción y por favor, no queramos que los niños y niñas, así como los más jóvenes obedezcan sin preguntar. Esta Adelita metida a maestra prefiere a los estudiantes preguntones que a los que se quedan callados: dan ganas de sacudirlos para que ellos sean los protagonistas de los cambios que urgen en nuestro país.
Por cierto, Simón Rodríguez fue el maestro de Simón Bolívar, el Libertador de América. Ésa es una suerte para todos los que ahora gozamos de una vida libre e independiente. Que las ideas de libertad de pensamiento y de acción responsable hagan eco desde el pasado remoto y se enriquezcan con la experiencia y sabiduría de los pueblos.