Por: Lourdes Cano Vázquez
Guadalajara, Jalisco. 23 de diciembre de 2020. (Letra Fría) Los magnicidios nunca se resuelven, nunca hay respuestas certeras ante la muerte de un personaje de alto perfil, en política, las sospechas siempre quedan a la sombra de una muerte inexplicable, las dudas polarizan y un personaje queda siempre a la deriva entre un legado positivo o negativo.
Aristóteles Sandoval fue el último gran personaje que dejó el PRI en el Estado; con una prolífica carrera política de alrededor de 20 años, entre el Congreso del Estado, el Ayuntamiento de Guadalajara y terminando en Palacio de Gobierno. El único que en más de 20 años de hegemonía panista logró abrirse paso e imponerse en duras competencias electorales, el viernes pasado fue asesinado por la espalda.
Quienes lo conocieron no tienen más que buenas palabras sobre él, hablan de su pasión por la política y de su compromiso con el proyecto que encabezó, dicen que no temía por su vida, por lo que un ataque directo y premeditado suena al modus operandi del crimen organizado que por cierto, ha tenido ya bastantes episodios violentos en la misma zona de Puerto Vallarta.
El magnicidio de Aristóteles dejará siempre la sombra de la duda; si murió en un ajuste de cuentas por haber colaborado con un cartel o por el contrario, no apoyó a alguno en especial, lo que finalmente le costó la vida al ex gobernador.
Hoy el priísmo del estado se ha quedado nuevamente sin un liderazgo que logre sacar a su partido del hoyo en que se encuentra, difícil encontrar en alguien de esta nueva generación de políticos un personaje de sus carácter.
La sospecha siempre quedará, teorías irán y vendrán, desafortunadamente, la incertidumbre siempre será el común denominador del caso.
MA/MA
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