Este miércoles, Lourdes Cano hace una observación sobre el papel de Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores, en los tiempos de crisis que enfrenta el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador.
Por: Lourdes Cano Vázquez
Autlán de Navarro, Jalisco. 15 de abril de 2020. (Letra Fría) Allá por el 2011, a poco tiempo de la elección de 2012, había dos cosas muy claras: Enrique Peña Nieto era ya un claro y bien posicionado candidato por el PRI, y la otra era que Andrés Manuel volvería a participar pero no quedaba muy claro por qué partido ni al lado de quién.
Marcelo Ebrard era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, venía de un mandato con alta aceptación y también era un claro aspirante de esa masa deforme que es la izquierda en México. Se les ocurrió, entonces, hacer una encuesta entre simpatizantes: AMLO contra Marcelo, quien resultará favorecido sería el candidato en una coalición partidista.
Bien conocida la actitud de Andrés Manuel frente a la derrota, era sabido que fuera cual fuera el resultado, él sería el candidato, ya sea por haberlo ganado o porque de perder contra Marcelo no aceptaría el resultado y la coalición se dividiría sin oportunidad real de ganar. El resultado lo sabemos, ganó Andrés Manuel y fue el candidato perdedor contra Peña.
En ese entonces, Marcelo era el candidato ideal, el que se necesitaba en esos momentos para no regresar al partido hegemónico de nuevo y dar la oportunidad a una propuesta distinta de hacer las cosas. Marcelo hizo en la Ciudad de México una serie de reformas sociales y políticas que llevaron a la ciudad a una modernidad incluyente, de auténtica izquierda, algo que ninguno de sus antecesores (incluido López Obrador) había hecho.
En ese 2011, Marcelo aceptó su derrota, reconoció a Andrés Manuel como candidato y lo apoyó; al principio me sorprendió su pasividad ante el resultado: tolerancia frente la frustración, cualidad fundamental en política.
Al día de hoy, con AMLO como presidente y después de algunos años escabrosos, Marcelo funge como Secretario de Relaciones Exteriores, pero la verdad es que también es Secretario de Gobernación y prácticamente vicepresidente. Dentro de todos los desastres de este sexenio Obradorista, es el canciller quien se ha encargado en varias ocasiones de apagar el fuego que su gabinete ha sido incapaz de lograr y ha demostrado ser el hombre razonable dentro de todo este caos social, de seguridad, económico, migratorio y ahora de salud.
Para muestra, un botón; investiguen quién está detrás del acuerdo con los hospitales privados para la atención de pacientes de COVID-19, un respiro ante el evidente e inminente colapso del sistema de salud pública del país. Por un lado, qué bueno por Marcelo, el tiempo le ha dado otra oportunidad de posicionarse, pero por el otro, su liderazgo en estos momentos quiere decir que hay un vacío de poder que se necesita llenar y que no lo llena el presidente.
LL/LL
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