Lourdes Cano Vázquez reflexiona en torno las divisiones políticas y diversidad de pensamiento tras el Grito de Independencia del presidente de México.
Por: Lourdes Cano Vázquez
Autlán de Navarro, Jalisco. 18 de septiembre de 2019 (Letra Fría) Ojalá hubiera ganado Andrés Manuel en 2006; así, quizá no estaríamos en división, el país ya habría pasado por la cuarta transformación y las promesas ya serían hechos. Quizás otra estrategia contra el crimen organizado hubiera derivado en otras consecuencias, probablemente con otro tipo de alternancia en 2012, en la que no hubiera guardería ABC o los 43 de Ayotzinapa.
Un México sin polarización, sin mártires políticos, sin expresidentes vapuleados, sería probablemente un país más unido, más experimentado en participación política, más adiestrado en la importancia y estrategia en el uso de sus votos, que entiende el valor de los tres poderes de la unión y su conformación para no equivocarse al elegir, para poner frenos y dar contrapesos.
Ojalá Andrés Manuel haya tenido la anhelada victoria a su debido tiempo, gracias a que supo mover sus fichas inteligentemente y no a fuerza de obstinación, a ganar por eliminación porque ya no había nadie más, porque los otros se desgastaron ante la sociedad y se destruyeron entre ellos.
Así, probablemente el país no estaría polarizado, no estaría ciego ante lo que no quiere ver, y sería crítico ante lo verdaderamente importante; a estas alturas ya sabríamos si en verdad era un peligro para México y estaríamos en camino de enmendarlo o nos hubiera transformado para siempre con todas las promesas cumplidas.
El grito de independencia de este pasado 15 de septiembre, digno y representativo, debió ser hace ya varios años; ésta vez tiene un significado distinto, estamos en otro México, uno herido y fracturado. En 2007 hubiera sido esperanzador, hoy no lo es tanto porque en los años recorridos, mucha sangre se ha derramado y muchas cosas se han dicho que, verdades históricas o no, han quedado grabadas en la memoria colectiva.
También está esa otra realidad, en la que con todo y López Obrador, la historia de 2006 a la fecha no sería muy diferente, pero eso jamás lo sabremos. Las variables nunca se repiten en estos casos. Que este 15 de septiembre haya sido como Enrique Krauze dijo; un grito de reconciliación, donde quepa la crítica constructiva y el debate abierto, sin enemigos, solo con diversidad del pensamiento.
LL/LL
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