Por: Oswi Ramos
San Gabriel, Jalisco; 24 de junio de 2019. (Letra Fría) Escribo esta columna a raíz de haber visto una numeralia ofrecida por la Federación de Estudiantes Universitarios, misma que fue obtenida a través de una encuesta realizada en toda la Red Universitaria. Los datos únicamente vienen a confirmar algo que era ampliamente conocido y evidente: los jóvenes se drogan y alcoholizan, sin embargo, el debate no debe girar en torno a esto, sino a las condiciones que propician estas conductas a tan temprana edad.
Aquí cabe hacer una observación sobre el caldo de cultivo que son los planteles de bachillerato para la venta y consumo de alcohol y drogas, más en las regiones, donde la falta de infraestructura que rodea a las escuelas hacen propicio el esparcimiento del narcomenudeo, siendo la marihuana una de las sustancias más demandadas. El aislamiento de las preparatorias hace que al ubicarse en periferias queden a expensas de esperar que la urbanización los alcance, por lo que incluso los mismos servicios de seguridad pública desatienden su obligación de resguardar a los estudiantes.
La numeralia de la FEU hizo visible la marcada disparidad que hay en consumo de drogas entre los Centros Universitarios y las prepas, siendo estas últimas las que se sobreponen entre 3 y 5 puntos a las universidades. Con esto estamos hablando de un problema multifactorial que se desprende del fallo de las estructuras gubernamentales en la procuración de bienestar social, pues la marcada desigualdad en zonas del interior marcan la pauta para que se acentúe el consumo de drogas. A pesar de ser conocida la situación alarmante de drogadicción y alcoholismo en jóvenes de prepa, la universidad se ha visto rebasada al no poder atender desde sus alcances esta problemática, y es que como institución pública podrá tener un elevado presupuesto pero dentro de sus facultades, no les queda mucho por hacer.
Los problemas estructurales claramente terminan desembocando en problemáticas individuales y aquí no marca la excepción, pues un 85 por ciento de la población estudiantil en edad preparatoria ha sentido “que las cosas no van bien”, hablamos de una percepción de un futuro sin futuro que se refuerza con la desigualdad rampante que viven.
La facultad de frenar esta avalancha de problemáticas multifactoriales claramente no está en la Universidad de Guadalajara, sin embargo, la capacidad de presión política que ésta tiene es pieza clave para activar la maquinaria institucional del Estado y exhortar a la creación de políticas públicas que se alejen de las clásicas medidas punitivas y opten por encaminar el potencial de la juventud en actividades que encaucen su potencial hacia la creación de un bienestar colectivo.
MA