Por: Oscar Cárdenas Hernández
Autlán, Jalisco; 16 de julio de 2019. (Letra Fría) .- En una entrega anterior hablamos sobre Internet y las diferentes aplicaciones que corren sobre la misma, una de las más importantes, por supuesto, la World Wide Web, mejor conocida como “la Web”. Sin embargo, existe otra versión de Internet que es un poco diferente a la que utilizamos comúnmente. Esta “otra” Internet está dedicada exclusivamente a cuestiones académicas, tanto de investigación como de educación.
¿Pero por qué tener dos tipos de Internet? La Internet que normalmente utilizamos está desarrollada con fines comerciales. Es decir, además de servir como un medio de comunicación, es también un medio para realizar operaciones financieras y de servicios. Los navegadores que usan esta Internet están sustentados por los anuncios y comerciales que venden a empresas e individuos… Ya saben, casi todas las páginas que visitamos contienen por lo menos algún anuncio de algo.
Esta Internet se ha desarrollado de tal manera que podemos manejar grandes volúmenes de datos e información entre usuarios. Por ejemplo, ya es posible subir o descargar videos con varios megabytes de tamaño en algunas plataformas (por ejemplo, YouTube), o inclusive podemos visualizar nuestro planeta y la superficie de la luna utilizando plataformas especiales (como Google Earth), aunque en todas ellas siempre existe un fin comercial.
La Internet con fines académicos, por otro lado, es un esfuerzo entre instituciones académicas, empresas y organismos gubernamentales, que busca el desarrollo de aplicaciones y tecnología de redes avanzadas, con la finalidad de lograr la transmisión de grandes volúmenes de datos e información, a gran velocidad.
Y es que las aplicaciones académicas requieren de un gran ancho de banda, es decir, de un “canal de transmisión” que permita el tráfico de grandes volúmenes de datos, muchas veces en tiempo real. Tomemos dos casos como ejemplo.
Cuando los astrónomos escudriñan el universo y realizan sus investigaciones sobre el movimiento de las estrellas y los planetas, el tipo y cantidad de radiación que emiten las galaxias y otras formaciones, o realizan observaciones con telescopios de muy alta resolución, generan grandes volúmenes de datos que deben ser analizados en equipos de cómputo especiales. Estos datos, lógicamente, deben ser transportados de los sitios de origen hasta el o los lugares donde pueden ser procesados. Y aquí es donde entra la “otra” Internet, proveyendo de esos canales para el transporte de los datos.
Otro ejemplo lo podemos ver en el área de la medicina. Supongamos que un paciente que se encuentra en una región del país (por ejemplo Yucatán) requiere de una consulta con un especialista que está a miles de kilómetros de distancia (por ejemplo en Baja California Norte). Una opción es llevar el paciente al sitio donde se encuentra el médico, o viceversa. La otra opción es realizar la consulta a través de una videoconferencia en alta definición, de tal manera que el médico pueda “revisar” al paciente (auxiliado por asistentes en el lugar en el que se encuentra éste) y detectar la sintomatología que le permita ofrecer un diagnóstico adecuado. Para realizar esto es necesario también que la Internet que se utiliza no solamente permita el tráfico de un gran volumen de datos, sino que este tráfico no se suspenda y que brinde “calidad de servicio”, es decir, que la videoconferencia (que incluye audio y video) fluya sin ninguna interrupción.
Y así existen numerosas aplicaciones con fines netamente académicas que pueden llevarse a cabo a través de Internet académico. Aunque esta red inició en Estados Unidos (Internet2), ahora se ha extendido a todo el mundo. Muchos países cuentan con sus propias redes de “alta velocidad”, e inclusive existen redes a nivel regional, como la Red CLARA (Cooperación Latino Americana de Redes Avanzadas) entre varios países de América Latina, o la red DANTE (Delivery of Advanced Network Technology to Europe) entre varios países europeos y del Medio Oriente.

En México tenemos la Red Nacional para la Educación y la Investigación (RNEI), una red dedicada exclusivamente al desarrollo de aplicaciones en la educación y la investigación científica. Las principales universidades del país están adheridas a esta red, cuyo actor principal es la Corporación Universitaria para el Desarrollo de Internet (CUDI), entidad que gestiona y administra las aplicaciones que por ella transitan, y que van desde temas en Educación, Ingeniería y Salud, hasta temas en Astronomía, Arte y Cultura y Bibliotecas Digitales.

¿Qué tan veloces son estas redes? La velocidad del módem que utilizamos en nuestras casas es de 5 megabytes por segundo, es decir, que podemos subir y/o descargar esa cantidad de datos de la Internet normal. Un video de 20 MB podría descargarse entonces en 4 segundos. La velocidad de las redes dedicadas a la educación e investigación es del orden de los gigabytes. Por ejemplo, la “salida” de la RNEI de México hacia la Red Clara es de 1 gigabyte. Es decir, el enlace es 200 veces más rápido que nuestro módem hogareño… Y en algunos casos la velocidad sube hasta 10 gigabytes…. Apenas lo necesario para “mover” los datos de un lugar a otro, como diría un buen amigo astrónomo…
¡Nos leemos la próxima semana!
MA/AJEM