Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 20 de marzo de 2019. (Letra Fría) Estos días, los primeros 100 días de los gobiernos federal y estatal, han sido días de revisión, opinión y valoraciones interesadas. Lo cierto es que éstas no han sido integrales, dada la enorme complejidad de información que se requiere para visualizar todos los aspectos que es debido observar, y dada la visión inevitablemente parcial de quienes las realizan.
Lo primero por analizar es la pertinencia de calificar a un gobierno por los resultados obtenidos durante 100 días. Esto de los primeros 100 días fue un recurso publicitario de años recientes, acaso con visión empresarial. Valorar a un gobierno por sus resultados en lapso tan breve, es de lo más falto de objetividad e integralidad, además son días no sólo iniciales, sino posteriores.
Por lo anterior. El supuesto análisis de los primeros 100 días derivó en época de memes, de opiniones, noticias breves y monólogos gubernamentales. Detrás de esto hay dos incapacidades, y ambas son de comunicación; incapacidad de transparentar y rendir cuentas e incapacidad del sistema de comunicación de aprehender, procesar y difundir toda la información.
Sin embargo, el asunto es importante en la época, pues se trata de gobiernos en una transición. Algo parecido pero menor ocurrió cuando los primeros triunfos panistas, sobre todo el del foxismo, pero Fox no pudo o no quiso transitar verdaderamente a la novedad.
Los neopanistas y los neopriistas, así autodenominados, desde Fox hasta Peña Nieto, sólo representaban transiciones partidistas; en cambio, AMLO, en lo federal, y Alfaro, en lo estatal, arribaron al poder elegidos para transitar a nuevos modelos políticos y económicos, frente a los partidos “de siempre”, en un caso, y “tradicionales”, en el otro. Uno propuso la Cuarta Transformación y el otro la Refundación de la Vida Pública de Jalisco; si éstas propuestas son más que eslóganes de campaña, significan procesos complejos, lentos y difíciles.
Ha habido por estos 100 días un encontronazo ideológico que también contamina de subjetividad. Por un lado el democratismo que puso todas sus esperanzas en la alternancia, al estilo PAN, y por otro, el populismo vuelto a ver. La experiencia histórica mexicana revela que el populismo no es el demonio que nos pintan, y que el democratismo no es tan angelical como la teoría señala.
También hay una sensación de impunidad, pues en ambos casos el discurso recurre a un presunto combate a la corrupción; pero a nadie se ve sancionado. De ahí que aquí se diga que los 100 primeros días son también los posteriores. Aún hoy, el enemigo común está representado por los anteriores gobiernos y sus redes de interés, que dejaron a México y a Jalisco en condiciones tan degradadas, social, política y culturalmente hablando, que se requerirá no de 100 días, sino quizá de 100 años para traer a la realidad el México soñado.
El camino, o los caminos, ya son andados. La costumbre nos recuerda que después de los primeros 100 días, las lunas de miel y los beneficios de la duda se acaban. Adiós campañas, adiós demostraciones de músculo, adiós excusas administrativas. Bienvenida la realidad.