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El Archivo de Autlán; una historia de sangre y polvo | Investigación Especial

Desde 1886, la historia de Autlán se acumula en cientos de cajas polvorientas, víctimas del tiempo. Tras 133 años, el cronista municipal, Guillermo Tovar, rememora los días en que los documentos del archivo municipal se repartieron en las carnicerías de la ciudad como papel de envoltura, una situación, dice, es irrepetible.

En el Archivo Municipal de Autlán se conservan documentos de hasta 133 años de antiguedad (Foto: Archivo LF)

Por: Esther Armenta León

Autlán de Navarro, Jalisco; 08 de octubre de 2019. (Letra Fría) Como en otros tiempos, la historia de Autlán estuvo manchada de sangre. A diferencia de aquellos días, estos, entre los años treinta y cuarenta, tuvieron por muertos a animales de granja, y por historia, a la ya escrita en el archivo municipal . En aquellas décadas los trozos de animales exhibidos en el mercado Juárez fueron envueltos en actas del ayuntamiento y así eran llevados de la tienda a las casas de los autlenses.

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El cronista municipal De Autlán, Guillermo Tovar Vázquez, tiene la mirada profunda y los brazos cruzados sobre su escritorio. Habla con gravedad del vacío histórico sucedido luego de que los papeles no cupieran más y entonces, alguien dentro del ayuntamiento municipal, ordenó deshacerse de ellos. “En cada papel utilizado para envolver un bistec se perdieron datos”. Lo contado por el cronista honorario de Autlán de Navarro se confirma con las palabras del Dr. Rubén Villaseñor, al decir en su libro Autlán, que “hace algunos años lo que alguien juzgó sin interés se vendió como papel de envoltura”.

Se lee en los mismos párrafos de Autlán en la página 12, que otro funcionario municipal envió a recoger los documentos del archivo y cómo estos no fueron devueltos en su totalidad: “no todo volvió al cuarto del edificio municipal donde aún yace cubierto de polvo, sirviendo de lecho y alimento a los roedores y la polilla”, escribió. Cuando entras a la oficina de Archivo Histórico, las palabras de Villaseñor tienen vigencia. Dentro, “algunos paquetes tienen marcado en un marbete de tabla o cartón el año correspondiente”, tal como lo dijo en 1988.

La historia ya no cabe en el edificio

Las cajas con documentos se acumulan en los estantes del archivo (Foto: Archivo LF)

Las paredes pierden su figura de ladrillo, son sustituidas por cajas de cartón que guardan la memoria de la puerta de la costa a la Costa Sur de Jalisco, los muros de concreto se achican y se vuelven víctimas de la sobrepoblación causada por las 1,766 cajas catalogadas y las otras tantas que se mantienen en el anonimato.

Expuesto al ambiente, el papel se desintegra en un año. Pero este sitio, clavado en la  Casa de la Cultura “Don Efraín González Luna” sobre la Avenida Hidalgo 247, es testigo de la agonía provocada por el polvo y la polilla que recubre de lesiones la superficie de algunos escritos, imposibles de salvar porque el paso del tiempo y la humedad  de treinta años no perdonan su existencia. Los trabajadores del archivo son cómplices de su resguardo; cada seis meses sacan del cartón los manuscritos (que fueron organizados por primera vez en 1886 cuando a las cajas Ernesto Lima les llamó Archivo Municipal) para limpiarlos.

Cada seis meses se da mantenimiento a los documentos (Foto: Esther Armenta)

Los documentos de Archivo Histórico tienen dos vidas: la física y la administrativa. La primera determina el tiempo de su existencia material, pero puede inmortalizarse si se cumple el articulo 11 de la Ley General de Archivo, que dicta en su fracción XI que se deben “aplicar métodos y medidas para la organización, protección y conservación de los documentos de archivo, considerando el estado que guardan y el espacio para su almacenamiento; así como procurar el resguardo digital”. La segunda vida, la administrativa, dura de cinco a treinta años. Después de ese tiempo deberán seleccionarse los papeles considerados históricos, el resto debe unirse a la depuración establecida por la ley, como la hecha hace tantos años en Autlán que nadie recuerda su día ni su año.

Al respirar sus paredes, el cosquilleo en la nariz desciende paulatinamente a causa del polvo, el mismo que al tocar los estantes en que están los archivos, se adhiere a las yemas de los dedos. En los anaqueles hay 133 años de historia, aunque hace siete que el archivo municipal no recibe nuevos cajones de papel por falta de piso para colocarlos. Los que no alcanzan en este espacio, dicen, se han mudado a una sala en Palacio Municipal.

Los trabajadores del Archivo Municipal hacen esfuerzos para conservar cada papel lleno de historia. (Foto: Archivo LF)

Pero allá nadie sabe en dónde están. En sus instalaciones, personal de una oficina lleva a la ventanilla de otra para preguntar en dónde se han puesto los archivos que ya no reciben en Casa de la Cultura. Una llamada a tesorería municipal determinará que los documentos son guardados bajo llave porque pertenecen a tesorería y sindicatura, pero nadie explica en dónde se ubica su resguardo. El resto de documentación, de otras áreas, permanece en las oficinas correspondientes a su creación, “cada quién tiene su montón de papeles, aquí acomodados porque ya no reciben”, dice una mujer detrás del marco de la ventanilla de su oficina.

De vuelta al archivo municipal, la forma original de lo que ahora parece laberinto de papel es rectangular; en el espacio, seis empleados organizan y cuidan de la historia escrita de Autlán. En uno de los pasillos creados por las cajas está Guillermo Alejandro Iñiguez Díaz, Jefe de Archivo Histórico. A su espalda y frente a él, cartones enumerados color beige lo acompañan. Alejandro es Licenciado en Administración, llegó al archivo en octubre del 2018, durante el cambio de gobierno. Desde entonces ha detectado como necesidad la redistribución de los documentos.

—¿Qué cambiaría del espacio? —se le pregunta a Iñiguez Díaz.

—La distribución del lugar. Acomodar para tener espacio y recibir más documentación, nada más… no sé. Raquel, ¿usted qué cambiaría?

Alejandro se dirige a Raquel, su compañera de trabajo, que ha estado de pie desde el inicio de la entrevista, a un costado del escritorio del jefe de archivo. A la espera de su turno para intervenir, Raquel inclina ligeramente su cabeza hasta rozar su cabellera corta y blanca con su hombro desnudo, luego deja salir un:

—El área de trabajo…

Hace una pausa con los labios todavía abiertos, pero no dice nada. Cuando parece que ha terminado continúa:

—Que fuera especialmente para los que laboramos, porque estamos donde está la contaminación y eso es malo para la salud. Esto es archivo, no tenemos por qué estar donde están este montón de documentos.  

Raquel trabaja en el primer piso de los dos que conforman la construcción. Para explicar el área laboral deseada, señala la segunda planta con su índice y dice que ese sería el espacio ideal para guardar la documentación y separarse de ella. Actualmente la segunda planta alberga otras dependencias municipales.

Además de su salud, le preocupan los documentos, porque al igual que ella tampoco tienen el espacio adecuado.

—Debería tener la temperatura ideal para la conservación de los papeles, por la humedad, no como esta temperatura que estamos ahorita. Aquella sala tiene ventiladores pero debe haber aire acondicionado para regular la temperatura que ahorita no tenemos.

Terminada la frase, Alejandro toma un documento al que señala como portador de humedad, su movimiento produce el sonido de papel acartonado.

Afuera, las manos de los transeúntes hacen parada obligatoria sobre sus rostros para cubrirse del sol. Afuera la temperatura es de 27° a 30° Centígrados, siete grados por encima del clima ideal para la conservación de documentos.

—Un aire acondicionado no es viable —dice Alejandro en respuesta a la petición de Raquel—. Necesitamos un espacio cerrado y vamos a lo mismo porque la estructura del edificio no es la idónea para hacer los cambios, se trata de tener lo más acondicionado con los recursos que se tienen.

Muchos documentos se han deteriorado a causa de la humedad y el paso del tiempo. (Foto: Archivo LF)

El aire no es posible. Tampoco la digitalización de documentos. Lo dice el encargado del archivo con el mismo tono nervioso que tenía al inicio de la conversación.

—La cifra que nos dan se va en salarios. Una máquina especial para escanear los documentos cuesta entre 40 mil y 50 mil pesos. Se están viendo las características del equipo especial, porque si se hace en un escáner normal se daña la documentación.

Faltan 79 mil  727 pesos para que coincida lo que dice Guillermo. La suma del salario de los seis trabajadores en un año es de 757 mil 314 pesos, el presupuesto anual asignado por la administración 2018-2021 al archivo municipal es de 677 mil 587 pesos. La cantidad destinada no es suficiente ni para cubrir siquiera el salario del primer año de los empleados.

A falta de dinero para cubrir las necesidades de la evidencia histórica de Autlán, el Archivo Municipal podría recurrir a la Ley General de Archivo en la que se otorga el derecho a “la creación y administración de un Fondo de Apoyo Económico para los archivos locales, cuya finalidad será promover la capacitación, equipamiento y sistematización de los archivos”.

El restaurante “Nápoles” guarda fragmentos de la historia de Autlán

El restaurante “Nápoles” guarda fragmentos de la historia de Autlán (Foto: Esther Armenta)

Las mesas siguen casi vacías a las 11 de la mañana del viernes. La excepción es hecha por dos mesas ocupadas. El pop del 2000, mezclado con los sonidos que se filtran por las ventanas del restaurant con vista al jardín Constitución, acompañan los murmullos de los comensales.

El viaje en el tiempo comienza en la barra. El aparador lleva en su cristal la fecha de 1903, año en que perteneció a una farmacia local antes de llegar al piso del restaurante Nápoles, en la segunda planta del Portal Morelos #14. El Prado, primer nombre del restaurante, abrió el 19 de julio de 1959, lo dice la portada de La Voz de Autlán, un periódico de bordes carcomidos, manchados de café, que se consume debajo del cristal del mostrador. El dueño del Nápoles dice que las fotografías viejas colgadas en los pilares del lugar son poco de la historia de Autlán, casi nada, luego señala los rostros de los músicos que posan en blanco y negro; nombra a Elisa, José Santana y otros. 

Más tarde el recuento de los años de Autlán traerá los nombres de Felipe Uribe y Gabriel Lima, ambos historiadores, para decir que ellos fueron los grandes registradores de la vida del municipio. 

(Foto: Esther Armenta)

El lugar de las sillas rosas, las comidas en familia; el Nápoles ha sido testigo de la  transición de Autlán, su inmueble es una forma de reconstruir lo vivido.

Guillermo Tovar, contador por la Universidad de Guadalajara y cronista por pasión, seguirá con las manos en su escritorio cuando diga que el Archivo Municipal no es el único con pruebas del pasado. No se refiere al Nápoles pero dice que hay cada vez menos evidencia física, como casas con arquitectura típica de la región, además de los registros de la Parroquia Divino Salvador de 400 años de antigüedad y archivos privados de personas que resguardan documentación.

De las paredes del restaurante cuelga el recuerdo de los músicos autlenses (Foto: Esther Armenta)

Cronista municipal urge a las autoridades a proteger y preservar el Archivo Histórico

Como cronista, Guillermo Tovar entiende la importancia de preservar la historia de la ciudad (Foto: Esther Armenta)

En esos espacios ya ha buscado Guillermo. Entre los anaqueles y las cajas de cartón ha encontrado documentos referentes a Orfeón Proa, un grupo coral autlense, durante su gira por Ciudad de México en 1952.  De la misma época data el reporte enviado por el presidente municipal de Autlán al gobernador del estado, Jesús González Gallo, en el que informa el mitin realizado por el Lic. Efraín González Luna, candidato a presidente del PAN en ese año. Guillermo admite que realizar una búsqueda en el archivo municipal es sencillo, basta con elegir el año para comenzar a rastrear los acontecimientos.

—Lo que puedes buscar son documentos de esa época, con suerte te encontrarás algo muy específico que te dé algún dato, es ir encontrando documentos relacionados y sobre eso formar tu propia historia.

Buscar es sencillo, pero no suficiente para que los documentos sobrevivan al deterioro causado por las condiciones en que se encuentran. Guillermo reflexiona cuando se le pregunta cómo es el espacio físico en el que se encuentran los documentos que ha consultado.

—El grado de seguridad no es el ideal, los archivos no cuentan con las condiciones ideales, la temperatura, para preservación de archivos antiguos.

La función del Archivo Municipal es guardar documentos que se van generando por la actividad del municipio; actas de ayuntamiento, permisos, comprobantes de pagos. En cada uno de los 125 municipios de Jalisco existe un archivo municipal.

Para Guillermo Tovar se trata de “una fuente importantísima para la historia” que de perderse repercutiría a nivel regional.

Tovar invita a las autoridades a tomar las medidas de preservación necesarias. A ocho cuadras de su oficina, Raquel dirá que la población también debe interesarse en el cuidado de su historia, valorar la documentación y el trabajo que se realiza.

Envolver carne con la historia de Autlán es irrepetible. La probabilidad de perder documentación, dudosa. “Ojalá que no se destruya información que se crea inútil, aunque hay una ley de archivos mucho más estricta en que debe de guardarse el archivo por determinado tiempo”, dice Guillermo Tovar, detrás de su escritorio de contador, mientras afuera el tiempo no se detiene y se convierte en historia.

MA/LL

*Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente. Se prohíbe su reproducción si es con fines comerciales.

Periodista egresada de la Licenciatura en Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Afinidad por el periodismo de investigación, narrativo y derechos humanos. Fue co conductora de Matutino LF. Reportera en Letra Fría desde de mayo de 2019 hasta febrero de 2022.

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