Por: Carlos Efrén Rangel
Autlán de Navarro, Jalisco. 01 de noviembre de 2022. (Letra Fría) Las tradiciones del Día de Muertos son de las que más disfruto vivir en la escuela, pero también es la que me genera más dolores de cabeza. Les prometo que no es falta de voluntad, ni entusiasmo, pero sobre las espaldas docentes cae una avalancha de actividades extras: adornos de salones, organización de verbenas para recaudar recursos, mil labores didácticas para que la tradición se viva como un elemento de la identidad nacional materializado en concursos de catrinas, construcción de altares, redacción de calaveritas literarias y participación en las actividades que los gobiernos municipales nos convocan. Pero es un sudor que vale la pena.
Hace un par de semanas compartí en este mismo espacio, algunas reflexiones sobre la manera en la que Halloween puede aportar enseñanzas valiosas. Saludo con aprecio a las reacciones inconformes, pues precisamente materializan la necesidad de aprender a convivir con expresiones ajenas a nuestra postura, sin abandonar la propia.
La difusión del Día de Muertos en las escuelas es algo relativamente reciente, aunque esta mezcla del catolicismo y prácticas indígenas, tenga siglos de existir. Y es valiosa en un mundo globalizado y multicultural, porque la mejor forma de relacionarnos pacíficamente con el mundo: es manteniendo una raíz muy sana. Todas las raíces necesitan abonarse y echarles agüita, es lo que hacemos en las escuelas.
Así que hoy, como la fecha lo amerita, más que una columna en prosa quiero compartir con mis tres lectores, estas calaveritas literarias, reflexiones en rima, con un poco de carrilla que espero que les gusten.
Ya llegaron los docentes
al panteón a reclamar
con sus gritos inclementes
les paguen por enseñar.
La SEJ los hizo esqueletos
que lloran por los panteones,
coleccionan cursos y amuletos
para ganar promociones.
«No sirve su computadora»
USICAMM en sus narices
«con la muerte malhechora
váyanse a engordar lombrices».
Lazan reclamos, maldiciones
en las que acusan maltrato
les recetan elecciones
pa´ cambiar al sindicato.
Los sepultan en el atrio
sin glorias y sin clamores
que den clases en el patio
mientras pasan los temblores.
“Ya mandamos documentos”
– afirmó la autoridad
“cállense y estén contentos,
de aquí hasta la eternidad”.
Entre tanta oscuridad
les comparten bellos fines
darán la oportunidad
que adornemos sus jardines.
Aunque en el intento mueras
sácalos de las cantinas
enséñenles a escribir calaveras
y concursen como catrinas.
Muy perdido anda el racero
nuestra identidad desdibuja
con un ritual extranjero
que trae una sexi bruja.
Los alumnos son suertudos
con tareas y otros asuntos
con ellas mandan saludos
a calacas y difuntos.
Gozan de grandes afectos
y piden mucha piedad
no les dejen más proyectos
que les genera ansiedad.
Ya los profes se murieron
los llevaron a enterrar
su espíritu destruyeron
por no poder reprobar.
Yace aquí la educación
al fondo de la tumba fría
comparten su ubicación
lectores de Letra Fría.
El profe Carlos Efrén
de las calacas amante
murió por mucho beber
lágrimas de estudiante.