Estimadas madres, estimados padres de familia:
Escribo esta carta en la víspera del inicio del ciclo escolar 2024-2025. Han pasado largas semanas en las que los muchachos estuvieron en casa. Estoy igual que ustedes, con una mezcla de alegría y esperanza por lo que está por comenzar, a la expectativa de si al encontrarnos nos llevaremos bien, proponiéndome encontrar la mejor manera de que aprendan, pero también con un poco de nostalgia por los días de descanso que se terminaron.
Este no es un mensaje para pedirles un montón de útiles escolares o para exigirles comportamientos exactos que respeten mi persona; confío en que ese respeto sea producto de mi comportamiento.
Esta semana, el Letrero en la Pizarra es una carta, porque algunos libros que los profes tenemos que estudiar nos orientan a un concepto que suena elegante: “Aprendizaje Dialógico”. A mí me gusta y me parece oportuno porque significa que las personas aprenden dialogando.
Así que escribo una carta porque, antes del WhatsApp y las videollamadas, las personas se escribían para platicar a la distancia. Se contaban los acontecimientos más importantes de la vida, se peleaban y enamoraban de esta manera. Les escribo esta carta como una invitación a dialogar sobre la manera en la que vamos a vivir este ciclo.
Cuando uno platica con otras personas, ocurren cosas bien chidas. En primer lugar, uno le da valor a la gente con la que habla, confía en que su palabra es valiosa, y se abre a la posibilidad de que la opinión del otro ofrezca algo interesante y atractivo. Normalmente, en las escuelas escuchamos poco; decimos qué hacer, cómo hacerlo y cuánto vale. Esta carta acepta respuestas, ya sea por este medio que nos ofrece Letra Fría o en mi salón.
Estaré dispuesto a escuchar sobre los temas que les preocupan, los asuntos que les interesan, las expectativas que tienen, y entonces vendrá mi respuesta, y luego una retroalimentación más de ustedes y así de forma cíclica hasta que construyamos una visión compartida de lo que puedo hacer yo y de lo que pueden hacer ustedes para que mis estudiantes aprendan mejor, aprendan lo que en realidad necesitan, y yo aprenda de ellos y con ellos.
El diálogo evitará que yo los vea como un número de la lista, como un cliente, y confío en evitar que usted me vea como un prestador de servicios a quien se le puede exigir y demandar procedimientos y productos a su gusto y conveniencia.
Al practicar el diálogo, que es un acto civilizatorio y humano por excelencia, daremos un ejemplo a sus hijos, de que la cooperación es el camino para enfrentar el mundo, que plantea retos cada vez más vertiginosos y hostiles.
Que lleguemos con bien a julio de 2025, con el corazón lleno de experiencias formativas.
Con aprecio,
Profesor Carlos Efrén.