Cerro Colorado: Historias de pobreza y promesas incumplidas

Autlán de Navarro ocupa el penúltimo lugar en la Región Sierra de Amula en índice de pobreza con el 33.2%, de acuerdo al IILEG. Chiquilistlán encabeza la lista con el 77.9%.

Por: Mayra Vargas

Autlán de Navarro, Jalisco. Agosto de 2017. (Letra Fría) Doña Mary vive en el Cerro Colorado, su casa no tiene drenaje, ni agua potable, ni energía eléctrica, servicios que son básicos. Su condición la obligo, entre enero y febrero de este año, a pagar 800 pesos en la Dirección de Agua Potable del gobierno local para tener el servicio, sin embargo de la llave no ha caído ni una gota. Sigue acarreándola de donde se puede.

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Ella es una de las 19 mil 21 personas que viven en Autlán de Narro y se encuentran en situación de pobreza extrema. El municipio tiene una población de 60mil 572 personas, según datos de la Encuesta Internacional del INEGI, realizada en el 2015; de esta cantidad, el 33.2% es pobre, de acuerdo con datos del Instituto de Información, Estadística y Geográfica, el IIEG.

Cuando eres pobre, los ingresos son insuficientes para adquirir bienes y servicios que requiere para satisfacer tus necesidades.

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Esta condición vulnera la dignidad de las personas, limita sus derechos e impide que tengan una plena integración social.

Las personas en situación de pobreza padecen el rezago educativo, tienen problemas para acceder a los servicios de salud y a la seguridad social; también carecen de una vivienda con servicios básicos, como Doña Mary.

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Hace aproximadamente 15 años dejó su tierra natal en el Estado de Guerrero y llegó a Autlán en busca de una mejor vida. Era soltera, se vino a esta región porque le dijeron que aquí podría encontrar trabajo en el campo y así ocurrió. A su esposo lo conoció en el corte de chile, se juntaron y tuvieron 3 hijas. Aunque su vida a mejorado en este lugar, siguen siendo pobres y lo que ganan no les alcanza; en ocasiones no han tenido para comer. Ella sigue trabajando en el corte, junto con su hija mayor y su esposo; dice que en ocasiones se queda en Autlán a trabajar, a veces «los mueven» para El Limón o Unión de Tula, en la siembra y corte de chile, o en lo que haya.

«Pues si es cansado y todo, pero dígame que voy a hacer, a donde vamos a ir para traer para comer, mi hijas (las menores) van a la escuela, esta ya no me quiso estudiar (la mayor)». Mi otra hija quiere trabajar (la segunda), viendo que esta duro, pues quiere mejor trabajar porque como dice uno, no hay ni para come, tengo que buscarle, endrogarme para que coman, porque el hambre es hambre , pidiendo haber quien me presta dinero y después devolverlo, así me la paso». Dijo Doña Mary entrevistada en su casa junto con sus 3 hijas.

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Dolores, la hija mayor de Doña Mary ha sufrido las consecuencias de la pobreza. No solo se ha enfrentado a la falta de alimento, también dejo de estudiar porque considero que en su casa era mas necesario el dinero para sobrevivir, que ir a la escuela. Ella apenas termino la primaria y cambió el salón de clases por el surco. Dolores forma parte del 19% de las personas que sufren el rezago educativo en Autlán, es una de las 10 mil 908 personas en esta condición , reconocidas por el IIEG.

A pesar de sus situación, su madre quiso evitar que desertara de la escuela, pero fue en vano.

«Yo le dije, del trabajo de diario te vas a cansar y ahora ya esta viendo que si se cansa y pues ni modo, ya no quiso estudiar, chíngale y póngase a trabajar, porque no queda de otra… (no siguió estudiando) porque ella ve que no hay dinero, que piden en la secundaria libros y toda la cosa, se tienen que pagar algunas cosas y es lo que no quiere ella, porque ve que trabajamos y trabajamos y no nos alcanza», lamento doña Mary.

Una vida marcada de esfuerzos

Llegar a Autlán fue como conquistar el sueño americano. Cuando se junto a vivir con su pareja decidieron comprar un terreno para construir su casa. Un señor les ofrecio un terreno en la parte alta del cerro Colorado, en 15 mil pesos. Juntaron el dinero y lo compraron, aunque el vendedor no les dio un documento que amparara la compra, es decir la venta fue «de palabra». Asi adquiriendo deudas con el patrón, poco a poco fueron construyendo su casa:

«Endrogándonos construimos la casita. Nos van descontando y nos viene quedando poco. Fíjese ganamos $180 el día, ¿Con cuanto salimos a la semana? Y con lo que nos descuentan, que nos viene quedando nada. Y pues pidiendo prestado vamos saliendo adelante,» dice.

Su casa fue edificada con ladrillo, el techo es de lamina. La cocina es de madera con techo de cartón. Ellos tienen una vivienda pero sin servicios básicos. Esto a obligado a doña Mary a ir a la presidencia municipal a pedir que les conecten dichos servicios, pero no le han hecho caso, porque le dicen, vive en zona irregular y considerada de riesgo.

«No tengo drenage, nada. El agua de los trastes pues la riego aquí (señala sus plantas) para lo del baño tenemos la poza ahí, ya se llena la tapamos y ponemos otra. Tambien a eso fui a la presidencia y dicen que si van a venir a arreglar y todo eso pero no vienen…

Estuve yendo estos meses pasados vieron a ver y midieron pero no han regresado». Lamentó.

Doña Mary lamenta que las autoridades locales los tengan en el olvido y solo los busquen cuando es tiempo de elecciones, después no regresan.

Tener agua, drenaje y luz en Cerro Colorado, una odisea

En el centro de Autlán se vive una realidad distinta a la periferia: en un día normal, al transitar por el centro histórico y colonias cercanas, vemos a las personas regar agua en sus banquetas como un acto cotidiano, le abren al grifo y la tienen de forma inmediata. Los vecinos se bañan si preocuparse, no padece el desabasto.

La realidad cambia conforme uno se aleja de la zona centro; los vecinos del cerro colorado y los suburbios, sufren diario la falta de agua. Familias deben acarrearla en cubetas o tambos para bañarse, lvar los trastes o hacer el quehacer del hogar.

Elvira y Mario también viven en el cerro colorado en la parte mas alta. Tienen 4 años pidiendole al gobierno local Agua Potable les conecte una toma en su vivienda, la respuesta que le dio la autoridad fue negativa porque su casa era de madera.

«Que no nos podían dar toma de agua porque teníamos casa de madera, que teníamos que hacer de ley, de ladrillo,» recuerda don Mario.

La necesidad los obligo a contraer una deuda para construir al menos un cuarto no fue de ladrillo, usaron bloque porque les salía mas barato. Hace dos años por fin les pusieron su toma, pero no sale agua. Esto obligo a Elvira a negociar con su vecina, le paga $1,000 al año para que le permita conectar un manguera a una de sus llaves y por media de esta proveer del liquido, aunque la mayoría de los días la presión es insuficiente para que el agua llegue hasta su cubetas, por eso la acarrean de donde pueden.

Mario lamenta su situación y la de muchos vecinos, que por necesidad compraron sus lotes entre 15 y 20 mil pesos sin obtener certeza jurídica, reconocen que viven en una zona irregular y por ello padecen la falta de servicios, pero su condición no les permite comprar en otro lado.

«La luz una señora de alla me la pasa, llega de $100 y yo le mando $150 por mes, me friega con lo de la luz, pero la necesitamos», lamenta Elvira.

El tendido de la Comisión Federal de Electricidad no llega hasta la parte mas alta de Cerro Colorado. La autoridades les prometen que pronto instalaran lo necesario para que todas las viviendas tengan luz, pero ese momento no ha llegado.

Además de esto, Mario debe ingeniárselas para satisfacer las necesidades fisiológicas: cava un pozo lo mas profundo que puede, consigue un tambo de lamina y lo coloca en el hoyo, cerca de un espacio de dos a tres metros cuadrados en donde coloca una taza y ahí defecan.

Los desechos caen al tambo enterrado y cuando se llena lo cubren con tierra y buscan otro lugar para cavar el pozo que será su nuevo baño.

«El excremento y el orín cae a los tambos que enterramos, pronto en se consume (la capacidad) y le digo a el, como vamos a andar (defecando) al aire libre, pues no, así que mejor ahí hacemos, en los tambos «, narra Elvira.

Están cansados de vivir esta situación y para solucionar de manera temporal el problema y dejar de usar los tambos, han apelado a ala solidaridad de los vecinos, para que les permita conectarse al drenaje de las viviendas ubicadas mas abajo, que si cuentan con el servicio, pero no se le han permitido:

«Les hemos pedido el favor, pero no quieren, les decimos que les damos algo de dinero porque nos dejen conectarnos pero no quieren», lamentan.

No hay dinero para enfermarse

Mario gana $180 al dia por jornada de ocho horas en el campo. Su patrón lo le otorga Seguridad Social y cuando se enferma él, su esposa o su hijo, debe acudir con un medico privado:

Es mucho trabajo y poco dinero y sin seguro social, porque los empleadores les hablan a uno sinceramente, no hay seguro.

Él es una de las 29 mil 596 personas en Autlán que no cuentan con Seguridad Social de acuerdo al IIEG. El 51,6% no tiene acceso a ello.

Su esposa cuenta con el seguro popular. A sus 36 años padece artritis reumatoide, le extirparon un ovario y ahora sufre de hemorragias debido a un tumor que tiene en su matriz. Necesita una cirugía, pero el seguro popular no se lo cubre y no tienen dinero para pagarla en una clínica privada:

«Yo antes vendía tacos, pasteles, pozole. Diario vendía tacos en la noche y aparte los domingos menudo y hacia tortillas. Diario me levantaba a las 5:00 am a hornear pan, porque vendía pastel de 3 leches en Villa de Purificación y en Casimiro Castillo, por rebanaditas. Me mojaba mucho, de lo caliente a lo frio y yo creo que por eso me dio artritis. Tengo 5 años con esto», dice mientras se soba las manos.

No puede evitar que su voz se quiebra cuando piensa que conforme avance el tiempo, su enfermedad le mermara en su calidad de vida: «Yo no quiero estar así, pero tampoco tengo dinero para curarme».

(Este contenido fue publicado en la edición número 1 del impreso de Letra Fría, en el mes de agosto del año 2017)

Mayra Vargas Espinoza es una periodista mexicana radicada en Guadalajara, Jalisco. Es coordinadora editorial del Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano (NCC Iberoamérica), miembro del Consejo Editorial de Letra Fría y responsable del área de Investigaciones Especiales. Principalmente cubre temas relacionados con la ciencia, entre ellos medioambiente y salud, además de comunidades indígenas y derechos humanos. Sus trabajos se han publicado en medios locales, estatales, nacionales y de América Latina. Forma parte de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia y de Chicas Poderosas México. En 2015 ganó el premio especial James Rowe al periodismo de investigación, otorgado por el Foro de Periodismo Argentino, mientras que en 2020 ganó el Premio Estatal de Innovación, Ciencia y Tecnología de Jalisco, categoría de divulgación científica, con el proyecto colectivo del NCC Iberoamérica. Cursó el taller internacional de periodismo cultural y técnico científico, organizado por la RAI Italia, junto con el Centro Italiano di Studi Superiori per la Formazione e l'Aggiornamento in Giornalismo Radiotelevisivo de Perugia.

Recibió mención honorífica en el 2do. Hackatón de Periodismo Científico e Innovación, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Guadalajara, Jalisco, también en 2015.

Ha publicado trabajos en diversos medios como Aristegui Noticias, en la revista digital Votán MX y Zona Docs.

Desde 2017 es miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia (Red MPC), con sede en la Ciudad de México y es miembro activo del Capítulo Juvenil Costa Sur de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco (BSGEEJ) desde junio de 2018.

Ganó el Premio Juventud 2019 en Autlán, Jalisco.

Periodista en Letra Fría desde 2013.

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