Por: Oswi Ramos
San Gabriel, Jalisco; 27 de agosto de 2019. (Letra Fría) Recuerdo cómo desde que estaba en la universidad me llamaba la atención el perfil del político rebelde, ese que no se alineaba con el estereotipo de señor trajeado con doctorado en Yale, ese que se sentía cercano a las masas y permitía ser visto como alguien más, como una persona que está ahí así como pudiera estarlo cualquier otra.
Los dos ejemplos que me encanta mencionar son Salvador Allende y Lula Da Silva; el primero, un hombre que con su habilidad discursiva hacía de los símbolos una realidad en el ejercicio del poder político para beneficio de la mayoría. Lula, un político contemporáneo que solo con segundo de primaria logró transmitir que para gobernar basta con tener sentido común, amor por el pueblo y recorrer las calles, andar todos los días construyendo un país mejor.
Ya no son tiempos de esos políticos rebeldes que inspiraban masas, han pasado algunas décadas desde el asalto a La Moneda en Chile, ese que trajo el fin de un mandato que llenaba de ilusión a los trabajadores y a las clases históricamente marginadas por el sistema político de aquel país. Pero la muerte de Allende o el relevo de Lula no matan las esperanzas, ellos son solo un ejemplo de lo que se puede lograr sin ser privilegiado o poderoso.
En los recorridos que he dado por Jalisco me ha quedado cada vez más clara la idea de que la política se puede hacer sin importar la preparación que tengas, no hay que ser un especialista para gobernar un municipio, basta con tener empatía y sentido común, saber lo que es padecer, aguantar las injusticias y vivir bajo el yugo de un sistema que te oprime por tu origen o condición social. No digo que el servicio público no debe profesionalizarse, pero tampoco debe sectorizarse a un nicho que jamás ha sabido lo que es no comer o decidir si pagas la renta en lugar de guardar para el transporte de la semana.
La política debe perder esa lógica que mantiene a los mismos de siempre en lugares de representación que no representan, es momento de demostrar que se puede ser obrero y llegar al Congreso Local, que las campesinas también pueden administrar un municipio, o que las artesanas, las profesoras, los enfermeros también son capaces de tomar decisiones respecto a su entorno.
El ejercicio de lo público no debe restringirse a los más preparados, es urgente que se abra a todas las personas que demuestren la capacidad para trabajar en beneficio de las mayorías. Hagamos que el futuro sea posible con todas las personas, no con unas cuantas.
MA/MA
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