En días recientes, se dio a conocer que el escritor zapotlense Hiram Ruvalcaba resultó ganador del Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020 con su libro Los niños del agua. Viviendo una etapa de ascendencia en su carrera literaria, Hiram comparte con Maay Vargas los pormenores de su libro y sus impresiones del panorama literario del sur de Jalisco.
Por: Mayra Vargas
Autlán de Navarro, Jalisco. 23 de julio de 2020. (Letra Fría) A los 21 años, el zapotlense Hiram Ruvalcaba decidió que quería dedicarse a escribir en serio. Hoy, a once años de esa decisión ha cosechado diversos premios literarios, el más reciente anunciado el pasado 5 de julio: el Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020, con su libro Los niños del agua.
Esta es una entrevista en la que Hiram nos habla un poco de su evolución como escritor, de su más reciente libro, acerca de las jóvenes promesas literarias del sur de Jalisco y sus motivaciones para seguir escribiendo.
MV: ¿Quién es Hiram Ruvalcaba?
HR: Es un escritor del sur de Jalisco, que representa los valores literarios del sur de Jalisco, pero por fortuna está tratando de retomar algunas corrientes filosóficas y literarias de Japón. Eso creo que es la definición de Hiram Ruvalcaba como escritor.
MV: ¿A qué edad comenzaste a escribir en serio?
HR: Yo tendría como unos 21 años, antes de eso había ganado una beca de escritura y no quiere decir que no lo hiciera en serio, pero a los 21 fue cuando pensé que sí me quería dedicar a la literatura. Curiosamente fue durante un periodo de tiempo en el que no había escrito nada, tenía como dos años sin escribir nada y dije, así, sí me quiero dedicar a escribir. Ahora tengo 32 años.
MV: ¿Cómo definirías lo que escribías a esa edad, en tus inicios, y lo que escribes ahora?
HR: Hay una diferencia muy grande, porque en aquel entonces no tenía yo una claridad sobre cómo se tenían que construir los cuentos, yo soy cuentista, ya amplié un poquito mi registro. La crónica siempre me ha gustado, pero en mi esencia yo siempre me he considerado un cuentista. En aquel entonces yo leía muchos cuentos, quizá más que ahora, pero no tenía una guía sobre cómo se debía estructurar un relato, entonces lo poco que hacía era a pura intuición, por eso muchos textos no me salieron y tuve que tirarlos definitivamente, tiré dos o tres libros que no me salieron.
Ya con el tiempo conocí a gente que me ayudó mucho, César Anguiano, por ejemplo, escritor de Colima, fue muy amable, él me pasó la fórmula de la narrativa que utilizan muchos escritores —no creas que nada más nosotros— y eso fue cuando yo tenía como unos 25, 26 años y a partir de ese momento creo que empecé a escribir mejor, porque todas estas intuiciones que yo creía tener empezaron a tener nombre y empezaron a tener un orden lógico. A pesar de ser una persona sensible y estudiosa de las letras, pues yo en esencia siempre he sido ingeniero también, estudié una ingeniería y mi proceso mental tiende a ser muy esquemático, entonces cuando pude ponerles nombre y orden a las cosas literarias, empecé a escribir mucho mejor.
MV: Se anunció que fuiste ganador del Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020 con tu libro Los niños del agua. ¿De qué va este libro?
HR: Es un texto que yo tenía muchos años queriendo escribir. Lo empecé a escribir alguna vez como cuentos, no salió; como novela, no salió y hace como un año y medio o un poquito más, me pasó una situación, fue una visión de un niño muerto, cuando pasó lo de estos migrantes, el hombre que se ahogó con su niña en el río Bravo, fue una foto muy famosa, muy cabrona, y yo empecé a repasar mis experiencias con la muerte, con el agua y con los niños y dije, ‘bueno, vamos a darle’.
Recuerdo que estaba escuchando una canción de The Beatles, estaba escuchando “Black bird” y empecé a escribir unas notas que finalmente no acabaron en el libro porque no me salieron, pero a pesar de que no salió me di cuenta de que estaba escribiendo crónicas, entonces dije ‘bueno, me siento listo y vamos a alimentar este librito’.
Cuando yo estuve en Japón presencié un ritual muy bonito que se llama Mizuko kuyō, que se lleva a cabo en muchos templos budistas y consiste en los padres que sufrieron una pérdida infantil, por ejemplo por un aborto —ya fuera espontáneo o inducido—, porque el niño había nacido muerto o porque era muy chiquito cuando falleció, dos o tres años, van a los templos y dejan una estatuilla de Jizō san, que es el buda protector de los niños, y realizan una ceremonia en donde se canta el Sutra del corazón, sobre la volatilidad de las cosas, la fugacidad de la felicidad, de la vida, de la muerte, es una ceremonia bastante impactante, al menos en mi tuvo un impacto muy grande. Entonces esa ceremonia me impactó, porque me di cuenta de que nosotros en México no tenemos algo similar y si lo tenemos yo no lo conozco, pero es una manera de lidiar con esta pérdida desde el punto de vista espiritual, incluso aquí la discusión está en un tema político, pero mientras tanto el sufrimiento del duelo por la pérdida de un bebé deseado y esta es una palabra muy importante, no quiere decir que los no deseados no se padezcan, pero los deseados en lo particular son los que yo pude investigar y no se le toma mucha relevancia.
Entonces dije: ‘¿por qué es importante este ritual del Mizuko kuyō?, ¿por qué es importante para mí como mexicano?’. También hay mucha gente que no es de Japón y este es un menaje de humanidad: cuando no puedes encontrar paz en tu casa y en las cosas que te enseñan en tu casa o en tu país, lo justo es que busques paz en otras cosas.
En parte las cuatro crónicas que componen el tema de Los niños del agua pues fueron las que moldearon el libro, tienen una cierta continuidad; de hecho, el orden que les doy es para que cuando tú llegues a la última crónica y yo te platique sobre cualquier cosa o término japonés tú ya lo entiendas, porque leíste todo.
Son siete textos en total, son cuatro sobre los niños del agua y las otras tres, una es la que se publicó con ustedes en Letra Fría, “Paraíso en el mar del dolor”, que también habla sobre niños del agua, los niños de Minamata, pues son niños del agua finalmente. Otro es sobre las carpas como símbolo estético de Japón, a mí me gustan mucho las carpas koi y el otro es sobre una visita inédita que hubo en los años 90 del premio nobel Ōe Kenzaburō a México, en donde se encontró con Octavio Paz y Gabriel García Márquez.
MV: En uno de tus textos hablas de tema de los plaguicidas en los niños de El Mentidero. ¿Por qué tomar esta situación de esta zona de Jalisco para incluirlo en el libro?
HR: Yo siempre he considerado, cuando digo que soy del sur de Jalisco de verdad lo creo. Autlán es la zona de la costa sur, pero yo sigo viendo el estado desde el punto de vista geográfico y no político, somos el sur, compartimos una historia cultural y literaria importante. Ahorita los procesos agroindustriales han hecho atrocidades gigantescas en todo Jalisco, este discurso de prosperidad a base de bombazos de aguacate, pues no ha hecho otra cosa que destruir el paisaje y a veces provocar daños irreversibles.
Imagínate nada más, el caso de El Mentidero es muy grave, es una comunidad que durante décadas probablemente ha estado padeciendo este mal sin saber por qué estaba ocurriendo. Cuando tú me hiciste el favor de pasarme los testimonios, que las madres empiezan a preguntarse pues de dónde llega tanta leucemia para los niños, este es un síntoma de una seria enfermedad agroindustrial. Pienso también en el pueblo de San Gabriel que se inundó en un día sin lluvia, pienso en los cambios geográficos o paisajísticos que ha tenido toda la zona sur desde la llegada de las aguacateras y los berries, que se implantaron como una especie de promesa de prosperidad que no se ve pues a simple vista.
Incluso haciendo un análisis más profundo, la prosperidad va para los dueños, pero en realidad las comunidades que rodean estos espacios padecen falta de agua, padecen problemas en la salud pública, la huella del crimen organizado que se mete en todos los negocios que dejan dinero, también se empieza a ver ya en estos procesos de cambio de uso de suelo y por supuesto la parte política cumple un aspecto importante en esta complicidad de depredación del medio ambiente. Eso es algo que a mí me llama mucho la atención, porque lo estamos viviendo, es un cambio que empezó hace algunos años y que parece que va a ser la tendencia, no solo en Jalisco, este es el lugar que conocemos, pero es una tendencia a nivel mundial.
Cuando empecé a escribir lo de El Mentidero reflexionaba: finalmente ese es el grave problema, que uno hace la denuncia, uno se arriesga, porque finalmente es un riesgo cuando uno se mete en asuntos políticos, por supuesto que está arriesgando el pellejo y finalmente no pasa nada, se pierde en la vorágine de todo y después no pasó nada, sigue el mismo problema, los niños siguen enfermos y seguirán enfermándose, porque al igual que los niños de Minamata son sombras de la sociedad, gente que vive en comunidades rurales, alejadas del ojo de la civilización. Si esos niños estuvieran en Zapopan por supuesto que ya hubiera habido una solución, pero están en El Mentidero.
MV: Cuando terminaste de escribir los siete textos que componen Los niños del agua,¿en qué momento decidiste participar en el concurso de crónica?
HR: Cuando vi que cumplía las páginas, la verdad es que son muchas páginas las que piden, entonces yo estaba escribiendo Los niños del agua. Me faltó, para el libro que yo tenía pensado escribir, un par de crónicas que probablemente en algún momento las vaya integrando en algún otro libro, sobre la relación entre Japón y México, por ahí hay un tema que a mí me gusta mucho que es el de los kappa, estos reptiles mitológicos japoneses y también hay una sobre una comunidad científica que viajó a Japón en 1876 para ver el paso de venus a través del cielo de Tokio, a Yokohama llegaron, entonces paralelamente a esta comunidad mexicana en Japón, un grupo de personas de aquí de Guadalajara hicieron lo mismo, ese dato yo no lo tengo pero me lo van a pasar probablemente en estos días, entonces sobre eso va el texto este.
Al final me di cuenta de que había terminado con el ciclo de Los niños del agua hasta donde yo lo quería dejar y reuní las crónicas en un libro. Es muy difícil que te publiquen porque no te conocen y la única manera de publicarte es ganando concursos, no quiere decir que lo mandé sabiendo que iba a ganar pero dije: ‘deja mando este que ahorita está por cerrar y si no gano pues ahí lo voy a estar paseando hasta que se publique’ y afortunadamente pues pegó, que es una gran noticia para mí.
MV: ¿Cómo recibiste la noticia?
HR: Estuvo muy padre, porque fue completamente inesperado, yo estaba cambiando un pañal, lo cual es muy simbólico, por supuesto, porque es un libro sobre bebés y me hablan de un número que no conocía y yo siempre que estoy buscando historias dije ‘¡a huevo, una extorsión! Deja ver’, pero era Víctor Santana, de Tierra Adentro, y cuando me dijo que era él dije, ‘¡ya chingué!’ a menos que me hablara para decirme que no gané, pero no era muy lógico y sí me dijo ‘ganaste el premio de crónica’ y pues imagínate, bien contento.
MV: ¿Cómo te sientes con esta distinción?
HR: Bien, yo siempre he dicho que los premios son producto de dos cosas: El arduo trabajo y la suerte. El arduo trabajo es muy importante, porque si no estás trabajando constantemente en tu obra difícilmente vas a llegar a los lugares que quieres llegar; hay genios, por supuesto, pero el último genio que yo conocí fue Rimbaud, para los que no somos genios pues no nos queda de otra más que la chamba y la suerte viene en que chambear a lo desgraciado tampoco es garantía de que vas a ganar algo, puedes trabajar muchísimo y pasar muchos años sin ganar nada, yo me aventé diez años antes de aquel premio que me dieron en Lagos de Moreno en 2016, yo había pasado diez años sin ganar nada y trabajando día y noche. Es suerte, quiere decir que llegó un jurado que una de dos; o le gustó mucho el estilo o le interesó mucho el libro, no lo sé, todo eso influye y por su puesto la chamba de uno es que el jurado considere tu obra seriamente al ver que no tiene errores ortográficos, que pensaste las frases, que no es algo improvisado, eso es muy importante.
Yo por ejemplo reconozco al trabajar con escritores del occidente de México que la mayoría le chinga machín, ahí está Alejandro von Düben, Armando Salgado, Xulio Espíritu, está Bladimir Ramírez que va empezando. De Guadalajara mis cuates Cindy Hatch, Christian Anguiano, tengo por ahí un taller donde hay varios morros que pronto van a ser, yo no tengo la menor duda, representantes de una generación distinta.
Ahorita de la generación de Bladimir está Kevin Aguayo también en Guzmán, hay grupos que están escribiendo muy en forma y eso está chido, porque el hecho de que Hiram Ruvalcaba o Alejandro von Düben de pronto ganen un premio, no es sino muestra de que en el sur se está trabajando muy en serio para hacer una obra literaria que tenga ciertos estándares de calidad.
MV: ¿Qué te motiva a seguir escribiendo?
HR: Yo nunca he dejado de escribir a pesar de que no gane, imagínate cuando gano. Lo que sí es que para uno como escritor de provincia, decía Anton Chéjov que uno no puede ser escritor de provincia impunemente, uno que está acá lejos del hervidero de escritores y de la cultura que es la Ciudad de México, pues tiene que aprovechar estos momentos de luminiscencia de que ganó alguien del sur de Jalisco y tienes que aprovecharlo. Esa manera es como uno va haciendo eco y aquí en occidente hay muchos escritores como Armando Salgado, que es un par de años mayor que yo y que Von Düben y que es nuestro ídolo, gana premios y premios y él sí se fue a Ciudad de México a trabajar, porque esa es una de las salidas, seguir trabajando y yéndote a donde tienes que trabajar cuando tu obra ya está para esos niveles, yo me fui a la Ciudad de México también y fue una decisión prácticamente espiritual la de regresar a Jalisco.
Yo sigo aprendiendo muchas cosas, de hecho, este nuevo libro de cuentos que estoy escribiendo me estoy avocando a una teoría del cuento que acabo de encontrar que se ajusta muy bien a lo que yo estoy haciendo y me está ayudando muchísimo. Entonces yo sigo en la misma búsqueda que tenía cuando me decidí que iba a escribir en serio, que es escribir un buen cuento, estoy en búsqueda de esos buenos cuentos, que a veces a uno le salen y a lo mejor con esa premisa logro escribir algunas otras cosas, pero yo sigo tratando de aprender cómo funcionan las historias.
LL/LL
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