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“Hoy estoy aquí, después quién sabe”

Carlos Efrén Rangel nos habla de los desplazados por la violencia, que en el mejor de los casos llegan a las escuelas y no es raro que los salones locales estén integrados cada vez más por estudiantes sinaloenses, de Guerrero y Michoacán.

Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra

  • Profe y aquí ¿qué hacemos cuando se escuchen los balazos?
  • No te preocupes, aquí nunca ha pasado nada, estaremos seguros.
  • No se confíe profe, habríamos de ponernos de acuerdo, ayuda mucho saber qué hacer.

Autlán de Navarro, Jalisco.- Acto seguido, el estudiante recién llegado a la región procedió a narrar a sus compañeros que el 17 de octubre de 2019 caminaba con su madre por una calle de la capital de Sinaloa, cuando las detonaciones y persecuciones del “Culiacanazo” los sorprendieron camino a la escuela. Sin deberla, ni temerla tuvieron que echar pecho a tierra, y cuando la lluvia de plomo escampó, pudieron regresar a casa: “las balas sobre la cabeza se escuchan como silbidos fuertes, y se siente muy feo ver estallar los vidrios, los árboles o el cemento donde pega. Yo estaba seguro que me iba a tocar uno en la cabeza”.

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En esta columna usaré el testimonio de estudiantes y maestros a los que he podido tener acceso gracias a los espacios de reflexión e investigación de la práctica docente en los que participo. No traten de identificar a nadie, ni siquiera a mí como protagonista, sólo tienen mi palabra que las historias son verdaderas.

Ese muchacho llegó a una escuela de la región Sierra de Amula y se integró a la dinámica escolar, es reservado, pero hizo dos amigos, entrega actividades con regularidad, pero obtuvo un ocho de la calificación que motivó la visita de la madre a explicar, que el niño era otro antes de verse enfrascado en el hecho violento.

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Otra escuela, otro momento, otras personas, una historia más cruda de consecuencias más graves. Llegan dos hermanas a la escuela, una de ellas es una roca que nada platica, que todo evade, apenas entrega lo mínimo y levanta la mano cuando escucha su nombre en el pase de lista. La otra habla por todo lo que su hermana no hizo: vivían en una zona boscosa de Michoacán a donde una mañana llegaron hombres armados a pedir que les vendieran su pedazo de tierra, su padre se negó a aceptar un trato desventajoso y entonces le pusieron una pistola en la cabeza y una amenaza en los oídos: “nada te vamos a dar por tus tierras, a ti te vamos a meter un balazo y a tus hijas las vamos a violar”. Aceptó el precio irrisorio y vino a la Costa Sur / Sierra de Amula a tratar de rehacer su vida: “mi hermana vio cuando le pusieron la pistola en la cabeza a mi papá, por eso se traumó más que yo” dice su hermana.

Los desplazados por la violencia en el mejor de los casos llegan a las escuelas, no es raro que los salones locales estén integrados cada vez más por estudiantes sinaloenses, de Guerrero y Michoacán, estados que han expulsado a más personas a causa de la violencia de los cárteles, y por alguna razón, normalmente familiares, vienen a la zona a rehacer su vida, no siempre hay espacio para seguir estudiando.

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Las estadísticas más recientes son de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), quien calculó que para 2021 se registraron 44 mil 869 personas desplazadas por violencia. Es como si dos veces El Grullo tuviera que huir, casi todo Autlán.

En las escuelas contamos con orientaciones para favorecer la inclusión y el aprecio por la diversidad cultural, de no solo garantizar que estos niños encuentren un lugar, también aprovechar su experiencia cultural para que compartan con sus compañeros datos de dónde vienen: música, comida, tradiciones, palabras; por ejemplo, las niñas michoacanas son hablantes del tarasco y algunas cosas han enseñado. Retomar el curso donde lo dejaste, usar los libros que a veces traen, tratar de meterlos a la dinámica del grupo es más por intuiciones que porque exista un programa para el caso.

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Pero en todos los casos, hablar del origen es doloroso. Hay que recordar carreras para ganarle al reloj, despedidas con amigos que no alcanzaron a ocurrir, y la sombra del terror que se instala en la mente y en una mirada que está lejos del salón y cerca de una realidad cercana: “sí profe, hay que prepararnos por si llegan a balacear la escuela, ahorita estamos aquí, después quién sabe”.

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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