Néstor Daniel Santos Figueroa
El Grullo, Jalisco. 27 de abril de 2022. (Letra Fría) Un cohete es un juego de artificio que consta de un canuto resistente cargado de pólvora y adherido al extremo de una varilla ligera. Encendida la mecha que va en la parte inferior del canuto, la reacción que producen los gases expulsados le imprime un rápido movimiento hacia la altura, donde estalla con fuerte estampido.
El primer ingrediente de cualquier fuego artificial es el antiguo polvo negro explosivo, el cual fue descubierto hace más de mil trescientos años por los alquimistas chinos. Los cohetes de pólvora negra son los más utilizados en fiestas y celebraciones populares, religiosas y paganas.
A México, la pirotecnia llegó, claro está, con la Conquista. Ya en aquel entonces era motivo de debates entre quienes gustaban del espectáculo y quienes lo padecían. Era tal la fascinación que ejercían entre la gente que provocó la aparición de un mercado negro de pólvora y cohetes, pues en un principio su manufactura estaba regulada, pero aun así se fabricaban y vendían de manera ilegal, lo que dio lugar a que ocurrieran innumerables accidentes y tragedias, tal como ocurren hoy en día, de tanto en tanto.
¿Por qué los cohetes son tan populares? La pirotecnia es una demostración pública de alegría que acompaña las celebraciones religiosas, en su mayoría. Sin embargo, cada vez son más las voces que presentan argumentos en contra de esta tradición con la esperanza de que sea prohibida. Ya sea porque los despiertan demasiado temprano; porque tienen mascotas a las que les asusta y causa daños en sus tímpanos; o porque tienen algún familiar con autismo.
Hay quienes critican el sinsentido religioso de los cohetes, ya en el siglo XVIII se utilizó dicho argumento al asegurar que los cohetes “no conducían ni al culto ni a la devoción», como debiera presumirse, sino a la diversión banal de la gente ignorante.
En cambio, quienes los defienden recurren a dos argumentos, el primero de ellos, el de la tradición, arriesgándose a caer en una falacia, pues afirmar que algo es bueno sólo porque se ha hecho siempre no significa que sea verdad, puesto que las circunstancias cambian, y lo que antes fue bien visto por la sociedad puede ser, incluso, aborrecido bajo la luz de las cosmovisiones actuales.
El otro argumento es el del sustento que representa para quienes los fabrican. Es verdad que existe toda una industria de la pirotecnia y que ésta es fuente de empleo e ingresos para miles de personas. Sin embargo, no es la eliminación de la pirotecnia el punto central del debate, sino su uso desmedido en las celebraciones religiosas. No es lo mismo disfrutar de dos espectáculos de pirotecnia al año: año nuevo e independencia; que escuchar cohetes a las 5 de la mañana, doce del día y siete de la noche, durante los 10 días de las fiestas patronales de cada uno de los templos católicos de un pueblo.
Lo cierto es que actualmente está científicamente comprobado que pueden ocasionar un verdadero peligro en la audición de todas las personas; temor o sobresalto en bebés, ancianos y en personas que sufren algún tipo de discapacidad; además de causar quemaduras y afectaciones en los animales domésticos y silvestres.
También genera contaminación, ya que para su fabricación se utilizan sustancias como perclorato de potasio o amonio, que tras la explosión se dispersan en la atmósfera, y se concentran en aguas próximas a los lugares donde se los usa.
La Ley Federal de Pirotecnia establece que corresponde a las autoridades municipales, estatales y del Distrito Federal, en sus respectivas jurisdicciones, emitir el permiso correspondiente para la realización de espectáculos pirotécnicos. Solicitar y, en su caso, opinar sobre la suspensión o cancelación de los permisos otorgados que representen grave peligro para la seguridad y tranquilidad de las personas.
Pero, puede ocurrir que las autoridades, al ser cuestionadas al respecto, recurran al argumento ad antiquitatem, también llamado apelación a la tradición, el cual, como ya dijimos, es una falacia lógica. Tal vez porque prefieren ignorar que las razones para usar este argumento en el pasado no son vigentes el día de hoy porque las circunstancias han cambiado, o tal vez porque creen que mantener el statu quo es preferible o deseable ante la posibilidad de un cambio, lo cual puede ser también incorrecto.
MA/MA
